Revista 100
Número 100

Hechos insólitos

Charles_Benedict_DavenportLa genética de los pobres

A principios del siglo XIX se descubrió que la pelagra, una enfermedad típica de gente pobre, se debe a una carencia vitamínica. Pero un estudio diez años posterior trató de demostrar que la enfermedad era de origen genético. Para el eugenista y racista estadounidense Charles Davenport (1866-1944), principal autor de tal estudio, los pobres estaban enfermos a causa de sus genes y no a causa de una deficiencia alimenticia. Entonces, era inútil establecer un salario mínimo para que pudieran alimentarse correctamente, ni recurrir a cualquier otro beneficio social, puesto que su herencia genética, además de ser degenerada, no debía ser perpetuada.

 

Matasanos

 

21 gramos

En 1901, el médico estadounidense Duncan MacDougall (1866-1920) comenzó a pesar a ancianos moribundos de un asilo para tuberculosos. En una balanza, dispuesta bajo una plataforma con una cama, cuya probabilidad de error era de 3 gramos, colocaba a sus tuberculosos, voluntarios y en fase terminal, y observaba la diferencia de peso que se producía en el momento de la muerte. De esa forma constató que, tras morir, esas personas sufrían una levísima perdida de peso, que estimó, de media, en 21 gramos. Su hipótesis casi se formuló sola: puesto que al morir el alma abandona el cuerpo mortal, la pérdida de peso debía corresponder a la exhalación del alma y, por tanto, se podía concluir que el alma humana pesa entre 18 y 21 gramos. MacDougall también midió con la misma báscula de precisión la pérdida de peso tras la muerte de 15 perros y no constató ninguna diferencia. Eso le corroboró en su doble presunción: los animales no tienen alma y que el peso que el ser humano pierde al morir es su alma, que pesa 21 gramos. Aunque nadie ha podido reproducir desde entonces sus resultados, la cuestión del peso del alma ha pasado a la cultura popular.

 

 

kid-tobaccoBeneficios del tabaco

En octubre de 2008, la Biblioteca Pública de Nueva York abrió una muestra de carteles publicitarios que las tabacaleras pusieron en circulación entre las décadas de 1920 y 1950 para promocionar el consumo de cigarrillos. En muchos de ellos aparecían médicos dentistas e incluso bebés afirmando que el tabaco es bueno para la salud por distintas razones, especialmente por su capacidad "para calmar los nervios, dar energía y perder peso". El colmo fueron las campañas en las que se promocionaba la venta y consumo de tabaco en las propias habitaciones de los hospitales. Algo ha cambiado desde entonces.

 


Enfermedades de negros

En 1851, el médico estadounidense Samuel A. Cartwright (1793-1863) publicó el tratado médico Informe sobre enfermedades y peculiaridades psíquicas de la raza negra, en el que describía varias enfermedades mentales que afectaban exclusivamente a los esclavos negros. Entre ellas estaba la "drapetomanía", que les motivaba a huir del cautiverio y que, para Catwright era "un desarreglo como cualquier otra alienación mental, y mucho más curable, por regla general", o la "dysaethesia aethiopica", enfermedad mental que explica su pereza. Hoy en día ambas enfermedades se consideran ejemplos de pseudociencia y producto de la ciencia racista de la época, pero entonces Cartwright proponía remedios para ambas dolencias. Por ejemplo, como la insensibilidad de la piel era uno de los síntomas de la enfermedad, se debía estimular la piel del enfermo: "La mejor forma de estimular la piel es, primero, hacer que el paciente se lave con agua tibia y jabón; luego untarlo todo con aceite en la piel a golpes con una cinta de cuero; después poner al paciente a realizar algún tipo de trabajo pesado al sol." En caso de reincidencia (es decir de agravamiento de la enfermedad), este médico proponía una terapia aún más dura: corte de orejas, grilletes, hierros candentes o castración.

 

Locke-JohnConsejos ejemplares

La obra del filósofo John Locke (1632-1704) influyó de forma positiva en muchos, pero sus consejos médicos eran otra cosa. Sus Pensamientos sobre la educación, publicados en Inglaterra en 1690, fueron aplicados de manera amplia por las madres coloniales, con efectos desastrosos sobre muchos niños. Por ejemplo, Locke recomendaba dar baños helados a los niños (en una época en que los adultos sólo se lavaban las manos y, si acaso la cara por miedo a poner en peligro su salud) y calzarlos con zapatos de suelas delgadas para que el agua pusiera filtrarse en su interior. También previno en contra de alimentar a los niños con carne y fruta, y recomendaba no darles de beber agua (esto, al menos, indirectamente, les reduciría los riesgos de contraer ciertas enfermedades infecciosas) sino cerveza tibia…

 

 

 
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