Muchos son los detalles que conforman Uclés como una población típicamente castellana con reminiscencias árabes, vestigios judaicos y estructura cristiana y con todos los estilos representados. Sin duda el edificio más emblemático es su enorme monasterio levantado por la Orden de Santiago.
Uclés se extiende en la estribaciones de la Sierra de Altomira, en un paisaje poblado de pequeños cerros y mesetas al norte de la provincia de Cuenca. El casco urbano asciende por la suave pendiente del cerro, coronado por el monumental castillo de origen árabe y reforzado después de la Reconquista.
El trazado de las calles es el típico de una medina que se
desarrolla a los pies de la alcazaba. Las casas se extienden hasta
la actual calle de la Trinidad, en la que estaba la primera
muralla. El antiguo poblado pronto se quedó pequeño y en el siglo
XVI fue necesario ampliar el casco urbano; a esta
ampliación pertenece la puerta del Agua. Existían además otras cinco puertas: Herrería, Alcantarilla, Postigo, San Pedro y Sicuendes.
En el centro de la población se encuentra la plaza de Pelayo
Quintero, que debe su nombre al cronista oficial de la villa a
principios del siglo XX. A un lado de la plaza se encuentra la
remodelada iglesia de Santa María, al parecer construida en su
momento sobre una antigua mezquita. En la entrada de la plaza está
el ayuntamiento, que data del siglo. XVII, con un pórtico de tres
columnas de granito, arcos de medio punto y balcón corrido.
Bajando por la calle de las Angustias, a la izquierda está el
edificio del Pósito, del siglo XVI, del que solo quedan sus muros y
un escudo en ángulo, y a la derecha se encuentra la casa-palacio de
los Fernández y Contreras (hoy establecimiento hotelero), del
siglo. XVI y en la que, al parecer, vivió de 1574 a 1577 D. Alonso
de Ercilla, autor de La araucana.
Al final de la calle está la llamada puerta del Agua, con un arco
del siglo. XVI rematado por un escudo borbónico. Frente a esta
puerta, cruzando la carretera, está la fuente de los cinco caños,
que en 1903, bajo el reinado de Alfonso XIII, fue reformada. La
pila es de una sola pieza. En las calles próximas a la plaza son
numerosas las casas cuyas fachadas están adornadas con bellos
escudos nobiliarios.
Situados al noroeste de la población se encuentran los restos de las murallas, en los que se aprecian tres etapas: romana, en forma de cubos que hacen de pantalla de contención, de cuatro metros de altura en la cara exterior y un metro en el interior; visigoda, adosada a la anterior y que consta básicamente de un cubo-torreón unido a una edificación en ruinas, del siglo XV. El resto de la muralla es árabe y se extiende, en forma de diente de sierra, al Oeste bajo el monasterio, acabando en una puerta de arco ojival árabe derruido y subiendo desde la puerta de Sicuendes hasta las ruinas del último castillo, de forma recta y con restos de dos torreones, de unos 5 metros de altura.
El castillo medieval y su torre albarrana son una construcción de
los siglos XI y XII, consolidada en los siglos XVI (cuando Luis de
Vega reforzó los dos torreones en 1554 después de su destrucción el
año 1529) y XX.
Es monumento nacional desde 1931. De origen árabe, es una
construcción de sillarejo y sillar en las esquinas, con arcos de
descarga empotrados en la fábrica. Lo que de él queda son dos
torreones conectados entre sí por un arco de ladrillo; se puede
observar también la estructura de un arco, posiblemente califal, en
la fachada a la plaza. La torre albarrana y la muralla que la
enlaza han sido restauradas recientemente.
El conjunto del convento prioral de Santiago constituye uno de los más importantes complejos conservados en España. La Orden de Santiago convirtió el castillo de Uclés en su casa madre (Caput ordinis, Cabeza de la Orden), conformando un formidable complejo de edificaciones, parte de las cuales aún se conservan en la actualidad, entre las que destacan, de Norte a Sur, las torres del Pontido y el Palomar, aún de la fortaleza árabe, y unida a ellas por un imponente lienzo de muralla, la más moderna torre Albarrana (ss. XIII-XIV) en el extremo meridional.
Al finalizar la reconquista en el siglo XV, el maestrazgo de la
Orden pasa a la Corona de Castilla y la Orden de Santiago pierde en
gran medida su función militar. Por este motivo, bajo el reinado de
Carlos I, el 7 de mayo de 1529, el prior D. Pedro García de
Almaguer inicia una reforma radical que convertirá la fortaleza
medieval en el actual edificio. Una inscripción en el ábside de la
iglesia del monasterio recuerda dicha fecha.
Las obras de este extraordinario complejo comienzan en el siglo
XVI. El conjunto se compone de iglesia y edificio monacal sobre una
impresionante plataforma natural, sujeta con unas extraordinarias
pantallas de sillares provistas de contrafuertes y bastiones; sus
accesos cuentan con dos puertas de extraordinaria calidad y un
conjunto de rampas y escaleras. En un lateral de la plataforma, y
en una cota inferior, se sitúa el pintoresco cementerio viejo. Los
trabajos de esta reforma duran más de dos siglos, lo cual produce
una acertada combinación de estilos arquitectónicos.
La fachada orientada al este, cuyo estilo plateresco se refleja en
las ventanas y balcones ornamentados con bajorrelieves de motivos
alegóricos, fue proyectada por Gaspar de la Vega en la primera
mitad del siglo XVI. Las fachadas norte y oeste son de estilo
herreriano, más austero. Al Sur, la fachada principal, del siglo
XVII y atribuida a Pedro de Ribera, es de estilo churrigueresco,
con múltiples elementos decorativos y una estatua del apóstol
Santiago.
Dentro del edificio, de planta cuadrada, hay un gran patio central
con doble claustro: el de abajo abierto, con 36 arcadas de medio
punto con elementos escultóricos, y el de arriba cerrado con
balcones. En el centro del patio hay un aljibe con el brocal
barroco de piedra y con el escudo real en un frente y el de la
Orden de Santiago en el otro.
La iglesia, de estilo herreriano, se terminó en 1598 y en su
construcción participó, entre otros, Francisco de Mora, discípulo
de Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial. Es de una sola
nave, con capillas a los lados y una impresionante reja delante del
presbiterio. En el centro del retablo hay un gran cuadro de
Santiago a caballo obra de Francisco de Ricci, pintor de cámara de
Carlos II. Esta iglesia guarda los restos del famoso poeta Jorge
Manrique.
La sacristía, de estilo plateresco, con dos naves en ángulo recto
y una bóveda de crucería con elementos ojivales, alberga una gran
pila de mármol de una sola pieza y unos armarios profusamente
decorados, además de estar adornada con relieves de piedra en torno
a las columnas, pilastras y ventanas.
En el refectorio se conserva enteramente un artesonado tallado en
madera de pino melis y compuesto por 36 casetones con los relieves
de los maestres de la Orden de Santiago, entre los que destaca el
del rey Carlos V.
La escalera principal, de mediados del S. XVII, cuyos peldaños son
de una sola pieza, está presidida por un pedestal de mármol que
servía de base al facistol del coro.
Apenas un siglo pudieron habitar los caballeros santiaguistas su monasterio después de terminado. Y no pacíficamente, pues en 1808 sufrió la invasión de las tropas napoleónicas, durante la Guerra de Independencia, que causaron daños irreparables, en especial durante la tristemente famosa Batalla de Uclés.
En 1836, con la desamortización de Mendizábal, la Orden de
Santiago abandona forzosamente el edificio. En 1874 este pasa a ser
propiedad del Obispado de Cuenca, que establece en él una sección
del seminario conciliar de Cuenca. Entre los siglos XIX y XX, el
monasterio pasaría por los más diversos usos y vicisitudes:
convento de los Jesuitas que habían sido expulsados de Francia,
colegio de segunda enseñanza, noviciado de los Agustinos...
En 1936, al estallar la Guerra Civil Española, el monasterio queda
en zona republicana y el ejército lo convierte en hospital,
destrozando lo poco que quedaba de su primitivo esplendor tras el
saqueo que ya había sufrido por parte de los franceses en 1808.
Tras la Guerra Civil el deteriorado edificio es ocupado por el
bando nacional y utilizado como cárcel por el gobierno. No
obstante, la Diócesis de Cuenca reclama su propiedad al Estado, el
cual, además de reconocerla, sufraga toda la rehabilitación por
medio del servicio de «Regiones Devastadas».
En 1949 se inaugura el seminario menor Santiago Apóstol. Durante
sesenta y tres años sus nueve rectores y decenas de formadores se
hicieron cargo de poner en esta casa los cimientos de las nuevas
vocaciones sacerdotales. Miles de alumnos pasaron por sus
aulas.
En 2012, a causa del reducido número de estudiantes y la difícil
situación económica, el actual obispo de Cuenca decide la
reunificación en Cuenca de ambos seminarios. En septiembre de 2012,
el Monasterio de Uclés se reinventa, una vez más, y se abre a su
función actual: ser no sólo una atracción turística visitada cada
año por decenas de miles de personas, sino ofrecer también la
posibilidad de acoger entre sus muros centenarios la celebración de
convivencias, campamentos, ejercicios espirituales, cursillos de
cristiandad, encuentros de grupos y asociaciones, cursos de verano,
etc.