A principios del siglo XX, el multimillonario escocés, Andrew Carnegie quedó muy afectado tras perder a su mascota a orillas del lago Michigan, por lo que decidió contratar un anuncio en el periódico local que decía lo siguiente:
"Se busca a un fox-terrier blanco que responde al nombre de Billy. Recompensa de mil dólares a quien lo encuentre".
Al día siguiente comprobó con perplejidad como el anuncio no se había publicado, así que Carnegie se personó en la redacción con la intención de protestar. Al llegar al periódico vio que allí no había nadie y que tan solo se encontraba la señora de la limpieza.-¿Es qué no hay nadie?- preguntó, intrigado.-No. Por lo que he oído, se han ido todos en busca de un perro blanco llamado Billy.
En una conferencia que Einstein dio en el Colegio de Francia, el escritor francés Paul Valéry le preguntó:
-Profesor Einstein, cuando tiene una idea original, ¿qué hace? ¿La anota en un cuaderno o en una hoja suelta?
-Cuando tengo una idea original no se me olvida- respondió el físico.
Al poeta y dramaturgo François Le Métel de
Boisrobert le fueron con el chismorreo de que su esposa le era
infiel con un amante.
Sin inmutarse soltó: «La verdad es que me importa un bledo. Al
final se cansará de ella como me he cansado yo».
El escritor Narciso Sáenz Diez Serra
(más conocido como Narciso Serra) paseaba en cierta ocasión con un
amigo cuando le preguntó:
«¿Cuántos cornudos te parece que viven en esta calle sin contarte
a ti?»
El acompañante indignado contestó:
«¡Cómo sin contarme a mí! Esto es un insulto…»
A lo que el dramaturgo reformuló la pregunta:
«Bueno, no te enfades. Vamos, contándote a ti, ¿cuántos te parece
que hay?»
Se cuenta que el filósofo Ludwig
Wittgenstein se encontraba en la estación de Cambridge esperando el
tren con una colega. Mientras esperaban se enfrascaron en una
discusión de tal manera que no se dieron cuenta de la salida del
tren.
Al ver que el tren comenzaba a alejarse Wittgenstein echó a correr
en su persecución y su colega detrás de él. Wittgenstein consiguió
subirse al tren pero no así su colega. Al ver su cara de
desconsuelo, un mozo que estaba en el andén le dijo, - no se
preocupe, dentro de diez minutos sale otro.
-Ud. no lo entiende- le contestó ella- él había venido a
despedirme.
El matemático P.G.
Lejeune-Dirichlet(1805-1859) no era partidario de escribir cartas.
Se cuenta que una de las pocas veces que escribió alguna misiva fué
en el nacimiento de su primer hijo. Dirichlet envió un telegrama a
su suegro con el mensaje siguiente:
2 + 1 = 3