San Nicolás de Bari (¿-342) fue un piadoso monje nacido en Licia (al suroeste de la actual Turquía) que destacó en el primer Concilio de Nicea, donde acudió como arzobispo de Myra, y que es venerado hoy en día especialmente por los ortodoxos, latinos y rusos. Se le atribuye la resurrección de tres niños, asesinados por un carnicero para vender su carne en su establecimiento. Por éste y por otros hechos similares, es considerado santo patrón de los escolares, celebrándose su festividad el 6 de diciembre. Tradicionalmente, se repartían juguetes en Holanda en esa fecha; la costumbre se extendió posteriormente a los países anglosajones, aunque trasladándola al día de Navidad. San Nicolás de Bari es conocido en muchos países con los nombres de Sanctus Nicolaus y, abreviadamente, Santa Claus, que es la interpretación fonética norteamericana del neerlandes Sinter Klaas. Durante la Reforma protestante, en el siglo XVI, desapareció la figura de San Nicolás, siendo sustituida por otras de carácter más secular, como Father Christmas en Gran Bretaña y Papa Noel en Francia. Sin embargo, los holandeses mantuvieron viva su tradición, que ha resurgido con fuerza a comienzos de este siglo, imponiéndose nuevamente en grandes zonas del orbe cristiano, en competencia con los Reyes Magos.
En las inscripciones de una tablilla asiria, fechada sobre el año 2800 a. de C., se puede leer el siguiente texto: "En estos últimos tiempos, nuestra tierra está degenerando. Hay señales de que el mundo está llegando rápidamente a su fin. El cohecho y la corrupción son comunes". Más de 2000 años después (pero 2800 antes de nuestra era), Sócrates decía: "Los hijos son ahora tiranos… ya no se ponen de pie cuando entra un anciano a la habitación. Contradicen a sus padres, charlan ante las visitas, engullen golosinas en la mesas, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros". Y Platón redundaba en las opiniones de su maestro: "¿Qué está ocurriendo con nuestros jóvenes? Faltan el respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?". Hoy, en pleno siglo XXI, seguimos igual.
A partir del Renacimiento, en Europa, en contra de lo que cabría pensar, los hábitos higiénicos de los europeos se hicieron aún más deplorables y escasos de los que ya lo eran. Los baños pasaron a ser considerados como un peligroso hábito que sólo se debía practicar bajo rigurosa prescripción facultativa. Por ejemplo, a la reina Isabel de Valois (1546-1568), esposa de Felipe II de España, en una ocasión en que deseaba tomar un baño para recibir a su marido que volvía de una viaje, le fue taxativamente prohibida tan peligrosa acción, "puesto que no estaba enferma". Los cronistas históricos cuentan que el rey francés Luis XI (1423-1483) sólo se bañó una vez en toda su vida, y que ésta fue por prescripción médica irrebatible. El 11 de julio de 1611, el médico Jean Hérouard, describía en su diario como Luis XIII de Francia (1601-1643) era obligado a descansar todo el día en cama tras tomar un baño matinal.
Aunque fueron los griegos los primeros en introducir el simbolismo de la herradura de la buena suerte en la cultura occidental hacia el siglo IV, la tradición anglosajona atribuye tal hecho a San Dunstan (925-988), un herrero de profesión que llegaría a ser arzobispo de Canterbury en 959. Según el relato legendario, este personaje recibió la visita de un hombre que le pidió unas herraduras para sus extraños pies, que parecían pezuñas. Dunstan reconoció inmediatamente en él a Satanás y le dijo que para atender su petición le tenía que encadenar a la pared, a lo que accedió el cliente. Con tal argucia consiguió Dunstan realizar su labor causando tales dolores al diablo que éste le pidió repetidamente misericordia. Dunstan se apiadó finalmente, pero le hizo jurar antes de soltarlo que nunca entraría en una casa en cuya puerta viera colgada una herradura. Desde la difusión de esta leyenda, aproximadamente en el siglo X, no faltaron las herraduras de la suerte colgadas en las puertas de las casas de los cristianos, cumpliendo la doble misión de talismán y picaporte.