Gabriele D'Anuncio (1863-1938), escritor, aventurero, estadista y enfant terrible de la escena cultural italiana durante más de cincuenta años, fue también un famoso conquistador amoroso. Sonados fueron sus romances con célebres bellezas de la época, como María Hardouin di Gallese (su esposa), Elvira Leoni, las condesas María Anguissola, Giuseppina Mancini y Natalia Golubeva, la actriz Eleonora Duse, la marquesa Alessandra Carlotti di Rudini y la pianista Luisa Báccara. Pero además, D'Anuncio poseía una personalidad bastante excéntrica. Por ejemplo, tenía la costumbre de dormir apoyando su cabeza sobre una almohada rellena de mechones de pelo cortados a sus conquistas, o la de servir vino en una copa hecha con el cráneo de una muchacha que supuestamente se había suicidado por él. Según su confesión, su secreto afrodisíaco era la estricnina, que tomaba antes de cada aventura. Acorde con su personalidad provocadora, afirmaba ser odiado por no menos de mil maridos.
Según los comentarios de los cronistas de la época, Napoleón Bonaparte (1769-1821) fue protagonista de una actividad amorosa incesante durante su matrimonio con Josefina. De hacer caso a los biógrafos, los gritos y jadeos de la pareja asustaban a todo el personal de palacio en los momentos de máximo ardor. Según confesó Josefina, a Napoleón le gustaba el sexo veloz y furioso: "como un bombero apagando un fuego". Al parecer, el ardor de la pareja era tal que, en su noche de bodas, el perro de Josefina, creyendo que Napoleón hacía daño a su ama, se abalanzó contra él y le mordió.
Aunque se la tiene por egipcia, la famosa faraona Cleopatra (69-30 a. de C.) nació en Macedonia, hija de Tolomeo XI Auletes. Como era costumbre entre los faraones, se casó con dos de sus hermanos: Tolomeo XII Dionisio y Tolomeo XIII, y fue amante de Julio César y de Marco Antonio. Su éxito entre los hombres parece que alcanzó cotas inusitadas. Se supone que se inició en el arte amatorio a los doce años. Posteriormente, fue una alumna aventajada de las cortesanas del Ninfeo, el más afamado burdel de Alejandría. La experiencia le debió resultar satisfactoria, puesto que años más tarde mandó construir un templo como residencia para sus cientos de jóvenes amantes, a quienes les administraba drogas para aumentar su lujuria y resistencia. Aunque no poseía una belleza demasiado espectacular, si tenía un atractivo irresistible. Llegó a ser una consumada experta, tanto en técnica, como en resistencia: se afirma que era capaz de yacer con más de cien hombres en una sola noche. Con estos antecedentes no es extraño que Julio César y Marco Antonio sucumbieran a sus encantos.
A pesar de que en los registros de sus andanzas solo constan ciento dieciséis amantes, Giacomo Girolano Casanova de Seingalt (1725-1798) se jactó públicamente de haber seducido a miles de mujeres, principalmente a las esposas e hijas de amigos. Según él, el secreto de su resistencia física y de sus apetito amatorio residía en la sobredosis de ostras, no menos de cincuenta, con que se desayunaba cada mañana. Según cuenta en sus memorias, otro truco que utilizaba, esta vez para no dejar embarazadas a sus muchas amantes, era un método anticonceptivo infalible: introducía una canica de oro de 60 gramos en la vagina de sus amantes.