El productor de cine estadounidense Samuel Goldwyn (1879 - 1974), cofundador de la Metro-Goldwyn-Mayer, fue famoso por su arrolladora personalidad y su escasa preparación, lo que le hizo protagonizar innumerables meteduras de pata y frases lapidarias memorables (conocidas en inglés como "goldwynisms"). Por ejemplo, en cierta ocasión se negó en redondo a una petición diciendo: "En dos palabras im posible". En otra ocasión fue menos taxativo y lo que dijo fue: "Te daré un quizás definitivo". Una vez hizo callar a un actor gritándole: "Cuando yo quiera tu opinión, ya te la daré". Dando su opinión sobre un guión, llegó a decir: "Es más que magnífico, es mediocre". O cuando dijo: "Yo creo que nadie debería escribir su autobiografía hasta después de su muerte". También es memorable cuando opinó: "Un contrato verbal no es mejor que el papel en el que está escrito". Se cuenta que en cierta ocasión uno de sus asesores le avisó: "Señor Goldwyn, este proyecto hay que abandonarlo. La novela trata de lesbianas y la censura nos la va a prohibir". "No se preocupe. Da lo mismo -respondió Goldwyn, sin atisbo de ironía-, donde el autor pone "lesbianas", nosotros ponemos "eslovenas" y nadie se dará cuenta"… Como él mismo se definió: "Estoy dispuesto a admitir que no siempre tengo razón, pero de lo que estoy seguro es de que nunca me equivoco".
El 13 de septiembre de 1987, dos hombres entraron en el abandonado instituto Goiano de Radioterápia de la ciudad brasileña de Goiânia, y robaron lo que ellos pensaban que era un recipiente con algún material muy valioso. Al cabo de un día, ambos comenzaron a sentirse mal: vómitos, mareos, diarrea… Ellos no lo sabían pero habían robado un material muy peligroso: polvo de cloruro de cesio radiactivo (que tiempo atrás se había utilizado para tratar a pacientes con cáncer). El 18 de septiembre le vendieron el recipiente a un chatarrero amigo suyo, a quien fascinó el suave resplandor azul que emitía en la oscuridad, por lo que invitó a amigos y familiares a que lo admirasen. Llevados por la fiesta, los invitados tocaron el polvo y algunos se lo untaron por el cuerpo, para brillar. Al mes, la esposa de Ferreira, su sobrina de seis años y dos de sus empleados habían muerto, fulminados por un síndrome de radiación aguda. En total, cuatro personas murieron y otras 249 resultaron gravemente contaminadas.
El 13 de julio de 1977, a las 21:27 de la tarde, hora local, un operador del centro de control de la red de suministro eléctrico del nordeste de Norteamérica se distrajo mirando un cómic justo cuando tres inoportunos rayos cayeron sobre una central, sobrecargándola y poniendo todo el sistema al borde del colapso. La solución estaba prevista: bastaba con que el operario accionara unos interruptores. Pero el hombre no era muy hábil y se equivocó de mandos. A las 21:36 de la noche, todo el sistema eléctrico de la Costa Este se vino abajo Entre otras, la ciudad de Nueva York se sumió en un apagón que duraría 25 horas y que estuvo a punto de causar un serio problema de orden público, pues en la ciudad se produjeron graves disturbios y no pocos saqueos y pillajes. En el otro lado de la balanza, al parecer, tanto ocio causó también que, nueve meses después, en la primavera de 1978 se produjera un boom demográfico.
El 20 de marzo de 1992, los 70 miembros del grupo scout francés de los Éclaireurs, dedicados en cuerpo y alma a limpiar de grafitis el patrimonio natural francés, llevados por su ardor y entusiasmo (y sin los permisos oportunos) borraron por error las pinturas rupestres de la cueva de Mayrière Supérieure, cerca de la ciudad francesa de Bruniquel. Los muchachos dañaron gravemente dos pinturas de bisontes (las únicas de toda la cueva) de unos 15.000 años de antigüedad antes de darse cuenta de lo que estaban haciendo.