A consecuencia del aumento de la temperatura global del planeta, se ha disparado su reproducción. De hecho, al ser estos últimos años más cálidos de lo normal, la procesionaria es más agresiva y las colonias aumentan de manera preocupante.
Las mariposas (Thaumetopoea pityocampa) se aparean en verano. La hembra pone sus huevos en las copas de los pinos y en unos 40 días (septiembre-octubre, dependiendo de la zona) nacen las larvas. Desde su nacimiento, se alimentan de acículas (las 'agujas' -hojas- de los pinos) y crean la característica bolsa de seda donde se asienta cada colonia, que será más densa para soportar la humedad y el frío del invierno. En su alimentación, causan al árbol una clara defoliación muy visible. En su quinto estado larvario, entre febrero y abril descienden de los bolsones al suelo formando las llamativas hileras a las que deben su nombre (procesionaria) y que se explica por su desplazamiento «en procesión». En la cabeza de la fila, una hembra guía a la colonia hasta una zona de tierra óptima donde todas las orugas se introducen bajo tierra, a unos centímetros de profundidad. La temperatura perfecta del emplazamiento subterráneo ronda los 20 grados centígrados, y allí permanecen hasta verano, cuando eclosionan ya en forma de crisálidas (mariposas), apareándose y reiniciando el ciclo, aunque a veces pueden permanecer allí varios años en diapausa.
La procesionaria en su fase de oruga (la más larga) es un insecto que puede ocasionar distintos problemas a los humanos. El principal viene dado por sus "pelillos" (tricomas) que, al tener contacto con nuestra piel, nos provocan urticaria y mucho picor, así como irritaciones oculares o incluso bronquiales en personas alérgicas. Pero su peligro no solo existe con su contacto directo, sino también al encontrarnos cerca, ya que la oruga, si se siente amenazada, expulsa sus tricomas al aire (cada individuo tiene aproximadamente 500.000) y, si los inhalamos, pueden causar el mismo efecto que al tocarlos.
El contacto con la procesionaria es especialmente nocivo para
nuestras mascotas. Los gatos y los perros son muy vulnerables a las
toxinas de las orugas, su curiosidad al verlas moverse en hilera
supone un gran peligro, ya que si las tocan, muerden o simplemente
olfatean, podrían provocarles serios problemas en boca, lengua y
garganta como la necrosis, urticarias, quemazón o problemas
respiratorios que incluyen la asfixia… e incluso la muerte.
Si una persona toca a las orugas y siente sensación de picor o aparecieran rojeces o ampollas en la piel, hay que acudir a un centro de salud de inmediato. Como medida rápida, podemos darnos una ducha fría y no frotar ni rascarse el cuerpo (ni siquiera secarse) para evitar expandir el picor. Cuando nos examinen en el centro de salud, lo más probable es que nos receten algún antihistamínico o antiinflamatorio. Si sabemos que vamos a estar en una zona de pinos con procesionaria, lo mejor es acudir vestidos con manga larga y, a poder ser, cubrir nuestro cuello.
En el caso de las mascotas, a la hora de sacar a pasear por ejemplo
a los perros, evitar zonas de pinos cuando haya orugas de
procesionaria por el suelo. Y si, por lo que fuera, no viéramos el
contacto pero sí observamos que nuestra mascota babea, se rasca de
manera anormal, o sus labios o lengua se amoratan, acudir de
inmediato a un centro veterinario. Usando guantes también podemos
aliviar su boca lavándola con cuidado (sin frotar) con agua
templada, limón o vinagre para diluir el tóxico, evitando que el
animal trague el agua. No hay que olvidar que se debe actuar
rápido, ya que la vida del animal puede estar en peligro. En los
perros es innato olisquear la oruga, ya que cuando la procesionaria
se desplaza en hilera es inevitable que llame la atención de
nuestra mascota, por lo que es importante estar muy pendientes.
Se usan distintos medios para combatirla. Hasta finales del año 2012, en España se realizaban fumigaciones químicas aéreas con inhibidores de quitina, pero se prohibieron en la Unión Europea, en el caso de España tras el Real Decreto 1311/2012, de 14 de septiembre. Ahora estos tratamientos se han tenido de sustituir por otros biológicos y sostenibles.
Uno de los métodos más efectivos son las trampas. Mediante
feromonas sintetizadas de las hembras, se atrae al macho a unas
bolsas en las que queda atrapado, impidiendo el ciclo de
reproducción.
La introducción controlada de depredadores naturales de la
procesionaria es otro de los métodos. Los más utilizados son las
aves (carboneros, herrerillos o abubillas) y algunos mamíferos como
los murciélagos o los lirones, o incluso otros insectos, como las
avispas o las hormigas, que se alimentan de sus huevos.
También puede ser útil el uso de insecticidas ecológicos (como por
ejemplo la bacteria Bacillus thuringiensis), aunque solo serán
efectivos a principios de otoño.