Revista 104
Número 104

Cerambyx cerdo

El capricornio de las encinas (Cerambyx cerdo) es un escarabajo muy grande, de cuerpo esbelto y antenas larguísimas, más aún en los machos. Su cuerpo es de color negro, lustroso y elegante, excepto el extremo de los élitros que vira hacia un tono caoba. Las larvas se alimentan de madera de robles, encinas y avellanos.

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Los cerámbidos  son unos escarabajos xilófagos (comedores de madera) especializados en la familia de las querqus; Encinas, Alcornoques, Robles, Rebollos. Los más activos y conocidos en el bosque mediterráneo son el Cerambyx welensii y el Cerambyx cerdo. Estas dos especies son distintas, pero de aspecto muy similar, de hecho, solo los expertos son capaces de distinguir una de la otra.


Estos coleópteros alcanzan los 6 cm de longitud por algo más de 1 cm de anchura.  Las hembras son de menor tamaño que los machos y sus antenas son notablemente más cortas. Disponen de fuertes mandíbulas, sus patas están provistas de potentes ganchos y esto, junto a su oscuro, color completa una breve descripción de estos escarabajos.


Su ciclo biológico comienza cuando los adultos aparecen a finales de primavera, en verano y/o a principios de otoño. Tras ser fecundada, la hembra deposita los huevos en la corteza de las ramas y del tronco de encinas, alcornoques y rebollos, aunque no desprecian otros árboles de gran porte. Cada hembra del Cerambyx cerdo pone unos 400 huevos al año en la parte externa de los árboles aprovechando las zonas más rugosas de la cáscara; la época de mayor actividad es el verano y en agosto no es difícil verle volar entre los árboles en la zona donde existe la plaga. Además del daño que causa por sí mismo, sus galerías en los troncos de los árboles son utilizadas por otros animales u hongos para atacar a los árboles.


Las larvas eclosionan y, tras unos días viviendo en la corteza, inician un camino hacia el interior del tronco o la rama, donde viven entre dos y cuatro años excavando galerías. Cuando alcanzan entre 7 y 9 centímetros de longitud, antes de producirse la metamorfosis, la larva excava una galería que asoma al exterior, para dar una vía de escape al insecto adulto, y prepara una cámara más amplia en el interior donde se transformará en ninfa y crisálida. Al año siguiente, durante la primavera o el verano, el adulto sale al exterior. En algunos casos, opta por hibernar y reaparecer un año más tarde dispuesto a infestar otro árbol y así reiteradamente. Los adultos son sumamente agresivos entre sí, tanto los machos como las hembras, y se mutilan con sus potentes mandíbulas si se encuentran en un tronco. Viven no más de dos meses y se alimentan de savia y jugos vegetales exudados por los árboles del ecosistema mediterráneo.

 

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Durante el día permanecen guarecidos en el interior del tronco del árbol hospedador y, conforme disminuye la luz diurna, se acercan a la superficie; se puede ver a los adultos al atardecer si nos asomamos con cuidado a las salidas de sus galerías. A última hora de la tarde, poco antes del anochecer, o recién entrada la noche, salen de los orificios y, si no encuentran ningún congénere cercano, se encaraman en el árbol donde se encuentren para detectar la presencia de algún ejemplar del sexo contrario. Normalmente escalan por el tronco hasta una altura de dos o tres metros, seguramente para evitar a uno de sus grandes enemigos, las grandes hormigas del género Camponotus, muy abundantes siempre en los árboles habitados por Cerambyx cerdo.  En cualquier caso esta especie es una presa codiciada para multitud de predadores, por lo cual son silenciosos y discretos. En contadas ocasiones hay ejemplares desubicados, que vagabundean por el suelo en busca de refugio a plena luz del día, casi siempre en la segunda mitad de la tarde. Esta conducta es excepcional, puede tratarse de ejemplares expulsados de sus refugios en los troncos por algún motivo, con toda probabilidad la presión selectiva ejercida por sus predadores.


Los cerámbidos cumplen una importante función en el equilibrio de la naturaleza. En bosques y dehesas atacan a los individuos viejos o enfermos. Completan el proceso los hongos e insectos que colonizan las galerías para acelerar la descomposición de los viejos árboles, que formaran parte de la tierra y darán paso y espacio a los jóvenes. Por tanto, desempeñan un importante papel en la regeneración de la masa arbórea.


Desde mitad del pasado siglo la dehesa está sufriendo una profunda alteración: se han arrancado millones de encinas y alcornoques y enormes extensiones adehesadas han sido transformadas o eliminadas. La tasa de reposición de arbolado es mínima y depende de subvenciones (subvenciones europeas, claro está, porque tanto al estado español como a sus autonomías la salud de las dehesas bien parece importarles muy poco). Otro peliagudo problema que padece la dehesa es la sobreexplotación,  ganadera, agrícola y forestal, que agota tanto al suelo como al arbolado, haciéndola más vulnerable y accesible a criaturas como los cerámbidos.


El Cerambyx tiene sus enemigos naturales, que se encargan de tener su población a raya. El pájaro carpintero, rapaces nocturnas, erizos y zorros. A su vez esta escuadrilla sanitaria se ha visto mermada sustancialmente por la acción humana. Solo el zorro, en función de su dieta omnívora, carece de problemas de subsistencia en la actualidad.


Irónicamente, el Cerambyx se muestra inmune al veneno de los insecticidas, no así otros insectos que erróneamente pagan el pato del escarabajo y que podrían ser colaboradores del equilibrio natural de las dehesas.


Durante muchos años, la madera de la encina se utilizaba para calentar las casas y para cocinar. Así, las encinas se talaban cada poco tiempo porque eran las ramas que rebrotaban las que se aprovechaban para hacer carbón, con lo cual se conseguía evitar que el insecto se mantuviera vivo y aumentara su población. Pero con la llegada del butano decayó esta actividad y las encinas que se habían ido talando se abandonaron y, por lo tanto, se fueron debilitando más que las que no se habían aprovechado nunca. Esto favoreció al insecto, que encontró un lugar adecuado para reproducirse sin problemas hasta hoy en día, que ha proliferado mucho y está dañando seriamente nuestros encinares y dehesas.


El insecto ataca los árboles enfermos, débiles o que tienen heridas de poda y también los que son muy viejos. Cuando estos árboles mueren, dejan lugar a los otros que son más jóvenes y, por lo tanto, más fuertes. Pero cuando la población de esta especie es muy numerosa puede llegar a afectar también a los árboles sanos y jóvenes.

 

Larva


El Cerambyx cerdo es una especie amenazada en el norte de Europa, donde sus hábitats naturales han desaparecido o se han reducido al mínimo. Por ello, ha sido incluido en una serie de directivas destinadas a protegerlo. En España, en cambio, es relativamente abundante, pues existe prácticamente en cualquier lugar en el que abunden los alcornoques, encinas y coscojares. En ciertas localidades esta especie puede incluso presentarse con tal abundancia que llega a tomar dimensión de plaga.


Fuentes de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente aseguran que no existe ningún tratamiento autorizado y los daños del Cerambyx se agravan con frecuencia debido a las podas realizadas en ramas que son demasiado gruesas como para que cicatrice la herida. Es por ahí por donde penetra este insecto, aprovechando la situación para hacer la puesta con más facilidad. Hasta hace muy poco tiempo se consideraba que en las dehesas del centro de la península el escarabajo que pululaba a sus anchas era el cerdo cuando en realidad, según estudios recientísimos (2008) era el welensii.


A partir de 2009, comprobado que el enemigo a batir ya no estaba protegido, se han ensayado distintas fórmulas para frenar el avance del  welensii y la más eficaz es la más sencilla y barata.
El taladro, así se conoce al escarabajo en el campo, se caza de la siguiente ingeniosa manera.
Una botella de 5 litros de agua, una vez vacía, se corta a un 75 % de su altura; la parte superior, invertida se mete en la inferior que rellenaremos con alguno de estos compuestos:
1.º Melón piel de sapo y agua con ácido cítrico (limón por ejemplo). El melón entero se tritura. Se añade igual volumen de agua y un 5 % de ácido cítrico.


2.º Vino común, azúcar, agua y sal común. Un litro de vino, 300 gramos de azúcar, se deja reposar 48 horas a temperatura ambiente. Al cabo de ese tiempo le añadimos 300 gramos de sal común y 1 litro de agua.


3.º Cerveza común, azúcar, agua y sal común. Para un litro de cerveza se toman 300 gramos de azúcar. Dejamos reposar 48 horas a temperatura ambiente, después añadimos los 300 gramos de sal común y 1 litro de agua.


La botella la sujetaremos al tronco (con una cinta de embalar por ejemplo) próxima a la parte superior del árbol, y el insecto atraído por estos combinados se colará en la botella y no podrá salir.

 
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