Revista 118
Número 118

Nacionalismos

 

Creo que ideologías del siglo pasado, como el comunismo, fracasaron, no por errar en su análisis, sino por no tener en cuenta la naturaleza humana. La codicia, la intolerancia, la deslealtad y la irresponsabilidad. No me gusta la idea de englobar a individuos, que nada tienen que ver en cuanto a sus intereses vitales, en pueblos o naciones. Esto no es más que un reduccionismo interesado que sirve a los intereses de unas élites políticas sin escrúpulos, que solo buscan defender sus propios intereses de clase a costa de pisar a las minorías. Tengo una amiga china y les aseguro que tengo más cosas en común con ella que con mi vecina.

Hoy parece que la gente, fruto de una labor de años de adoctrinamiento por parte de una oligarquía paleta y mezquina, se ha olvidado de la lucha de clases y ha abrazado un nacionalismo que culpa a sus vecinos de todos sus supuestos males.

El político socialista Pablo Castellano hace un análisis que comparto: «Vasco o catalán, hay unos que entran en la fábrica por la puerta de atrás vestidos de mono y viven en unos barrios marginales, y hay otros que entran en la fábrica por la puerta de delante bajándose del Cadillac. Yo estoy bastante más cerca, evidentemente, del obrero vasco, o del obrero catalán o del trabajador campesino de Soria que de la oligarquía vasca y catalana, a la que se le llena la boca de nacionalismo, y fue la primera colaboracionista con el régimen de Franco, cosa que la gente está olvidando».

Vivimos en un mundo global que se va a la mierda y que necesita una respuesta global. El cambio climático no entiende de fronteras, tampoco los huracanes, ni la pertinaz sequía, tampoco las lluvias torrenciales y los terribles incendios que arrasan los cada vez más escasos bosques. Esto no va sobre olas de calor, va sobre el hambre, va sobre los millones de personas que se agolpan en las fronteras del llamado primer mundo buscando una vida mejor que no somos capaces de ofrecerles. Va sobre el exterminio de millones de especies de animales e insectos victimas de nuestro antropocentrismo. Va sobre un crecimiento insostenible que nos arrastra al colapso. No es una cuestión de defender unos privilegios nacionales ni de crear más fronteras, es una cuestión de supervivencia de la humanidad entera.

La idea de identidad o nación me produce claustrofobia. He recorrido medio mundo y he comprobado que la mayoría de las personas solo desean vivir en paz, tener un trabajo digno, cuidar de sus seres queridos y cubrir sus necesidades vitales. Las naciones, las banderas y los himnos solo son un invento de los poderosos para dividirnos, para hacernos más débiles y así manipularnos mejor.

Como decía Karl Marx: «El nacionalismo es un invento de la burguesía para dividir al proletariado». Seguro que algún cachorro de la nueva izquierda le llama facha.

Rogelio Manzano Rozas

 
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