Revista 116
Número 116

Mirando al cielo

 

Debe de ser una cuestión de costumbre, un hábito aprendido de mi familia, familia con un gran arraigo y dependencia de la tierra, pero lo primero que hago cada mañana es mirar al cielo. Del día que haga depende no solo como me vista, sino el ánimo con el que voy a afrontar la jornada. Las personas que viven del campo saben de la dependencia que tiene la tierra del cielo y agradecen sus regalos. Seguramente hay personas que piensan que el trigo se produce en las panaderías o que el agua viene directamente del grifo como por arte de magia.

A veces me pregunto si somos realmente conscientes de la importancia del clima en nuestras vidas y de las graves consecuencias del cambio climático que, a estas alturas, sufrimos todos. Es cierto que 1/3 del telediario es para hablar del tiempo y que las conversaciones rutinarias giran sobre el mismo tema, pero, más que un mero pasatiempo, el clima es la base de la supervivencia del planeta.

Mucho ha cambiado el clima desde que era un niño. Recuerdo los sabañones en las orejas por el intenso frío, el arroyo helado y las oscuras tardes refugiado al calor del brasero. Después del largo y frío invierno la naturaleza resucitaba en primavera, la luz ganaba tiempo a la oscuridad y la bendita lluvia abrazaba a la tierra. Los veranos eran calurosos, pero acogedores, el cauce del arroyo no se secaba nunca y albergaba a ranas, culebras y libélulas. El otoño era una estación de transición y, a la vez, un comienzo del ciclo de la vida: la siembra, el regreso de la lluvia; un tiempo para la reflexión. Hoy todo eso es historia.

Desde hace unos años han desaparecido la primavera y el otoño, ya no hay transición entre las estaciones más extremas. Pasamos del frío extremo al calor sofocante. De la sequía a las inundaciones, de las olas de calor a las olas de frío.

El mes pasado escuchaba en la radio que las asociaciones de agricultores habían pedido a los medios de comunicación que no hablen de buen tiempo si, por ejemplo, en pleno mes de enero hace un calor sofocante, cuando debería estar nevando. Yo creo que el buen tiempo es aquel que debe hacer en cada estación, es decir, frío en invierno y calor en verano, así como la primavera y el otoño deben ser lluviosos y templados. Me parecen unos irresponsables quienes hablan de lo felices que son mientras toman el sol en invierno. Ya veremos como respiran cuando les racionen el agua o la comida sea un lujo.

Rogelio Manzano Rozas

 
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