Revista 115
Número 115

Sila


Hace una semana enterré a Sila, mi compañera durante 13 años. Llegó a mi con apenas un mes de vida, cabía en la palma de la mano, tenía las orejitas puntiagudas como un gato, su pelo era ralo, era feúcha y no tenía ni idea de qué tipo de perro podría llegar a ser. Pasó el tiempo e, igual que el patito feo, Sila se transformó en un animal espectacular: fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad. Tuvo todas las virtudes de los humanos y ninguno de sus defectos.

Después de haber compartido toda una vida no me acostumbro a su ausencia. Cuando el viento golpea la puerta pienso que es ella y, automáticamente, me levanto a abrir, escucho su respiración mientras trabajo y todos los días espero a que, como de costumbre, venga a darme los buenos días a la cama; ya nadie me recibe con esa alegría cuando llego a casa. Los que amamos a nuestras mascotas sentimos que son un miembro más de la familia.

Mi vida se podría contar por los perros o, mejor dicho, las perras, que me han acompañado a lo largo de los años. Chispa, Lira, Saba, Laika y Sila. Especialmente con Sila he sufrido muchas veces la marginación, la crítica, las amenazas y la calumnia por llevarla sin correa, por entrar a algún local o, simplemente, por caminar por la calle. A todos los amargados que me han criticado me gustaría decirles que siento pena por ellos, pues jamás sabrán lo que es el amor incondicional y acabarán sus días abandonados como... sí, como un perro.

Los perros son una fuente inagotable de conocimiento: podemos aprender mucho sobre nosotros mismos observándoles, pues en ellos está la esencia de lo que somos. Desde que llegan a nuestra vida nos enseñan a ser pacientes, a perdonar, a amar incondicionalmente, a ser responsables… Durante sus breves existencias nos muestran todas las etapas de la vida y provocan una reflexión sobre el paso del tiempo y sus efectos: la juventud, la madurez y la decadencia. Con ellos he aprendido que llega un momento en el que, aunque el ánimo sigue intacto, el cuerpo ya no responde.

Seguro que hay gente que no entiende que la pérdida de una mascota sea un asunto trascendente, pero Sila era el único ser que sabía realmente quien soy y me hizo mejor persona. Si existe el cielo seguro que está lleno de perros, no lo concibo de otra manera, pues son los seres más maravillosos del mundo.

Rogelio Manzano Rozas

 
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