Revista 117
Número 117

El Recuenco

Con apenas 70 habitantes este pueblo reúne numerosos tesoros del pasado en su término municipal: fósiles, tumbas visigodas, un poblado íbero, etc. Pero, sin duda, su mayor singularidad fue la producción de vidrio desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX.

 

Lateral-Plaza

 

Merece la pena bajarse del coche y echar un vistazo desde el miradorde la carretera CM-2108. A lo lejos el caserío de El Recuenco, con sus casas blancas y sus tejados rojos, parece un postre de nata y fresa en el fondo de un plato hondo de ensalada. Situado en una profunda depresión de 982 metros de altitud y 5 kilómetros de largo y rodeado de altos cerros de escarpadas rocas quemadas por el sol y profundos valles donde apenas llega la luz. Estos barrancos recogen el agua de lluvia y la vierten al río Guadiela. Los vecinos tienen un gran respeto a las tormentas, conscientes de las inundaciones y riadas que, en un momento, pueden anegar el pueblo y arrastrar todo lo que encuentren a su paso. Un año se juntaron las aguas que bajaban por el barranco del Hocino y las del barranco de la carretera, que

recoge las de otros tres barrancos, causando una gran riada que se llevó  la mies de las eras, los trillos, las máquinas de aventar, etc. Para tratar de evitar estas riadas se hizo un canal para conducir las aguas y que pudiera servir de escape. Hoy este canal se encuentra completamente abandonado y se usa como camino.


Su término municipal abarca una meseta con una altitud media de 1200 metros donde crecen pinos y encinas. También las sabinas, los enebros y las matas de romero hunden sus raíces en la roca desnuda. Este pueblo es como una cuña de la provincia de Guadalajara que se adentra en la vecina provincia de Cuenca, a la que perteneció en algún momento de la historia. El Recuenco no solo es un pueblo fronterizo, también es un pueblo de contrastes; aquí acaba la Alcarria y comienza la Sierra. Sus paisajes son totalmente distintos al Norte y Oeste respecto a lo escarpado del Sur y Oeste junto al límite provincial de Cuenca.


La fértil vega está dividida en numerosos minifundios, muchas de cuyas parcelas cuentan con un pequeño pozo para el regadío. Antes se vivía de la ganadería y de la vega, que estaba sembrada de judías, patatas, forrajes, etc. En los años setenta del siglo pasado prácticamente todo el valle se sembró de mimbre, del cual hoy ya no queda nada debido a que los resultados de su cultivo no fueron los esperados.

 

Entorno


En el término municipal se pueden encontrar numerosos restos del pasado: fósiles  de vertebrados de la época del pleistoceno y restos de un bosque de troncos de madera petrificada en el paraje conocido como La Virgen. También hay un buen número de tumbas, posiblemente visigodas, de los siglos III-IV d. C. y un poblado íbero conocido como el Poblado de Santa Cruz. Más modernas son las ruinas de numerosas parideras y covachas para el ganado abandonadas a mediados del siglo pasado.


El casco urbano es una heterogénea mezcla de lo nuevo y lo viejo. En pocos lugares se pueden encontrar ejemplos tan chocantes de construcciones y añadidos a veces con un resultado dispar. Bellas casas centenarias de piedra conviven con casas de nueva factura y a veces se encuentran bellas fachadas a las que se les ha hecho una ampliación con muy poco gusto y menos esmero, mermando el encanto de las casas.


El edificio más representativo es la iglesia parroquial dedicada a la Asunción de la Virgen. Construida en el siglo XVIII con muros de mampostería y sillar en las esquinas, apenas cabe destacar su entrada barroca. Las naves laterales se encuentran cerradas. Las bóvedas son de cañón con arcos intermedios. Todo el interior está enfoscado y con resaltes de yeso. El crucero es amplio y lo cubre una cúpula hemisférica.

 

Iglesia


Como muchos pueblos de España, El Recuenco sufrió la emigración de su población a lo largo de los años 60 y 70. Básicamente los vecinos se desplazaron a Madrid y sus alrededores: sus habitantes se vieron obligados a reciclarse de la agricultura y ganadería a la industria y sector terciario.


El efecto llamada de los primeros en emigrar llevó a la mayoría de los vecinos de este pueblo a los municipios y barrios de la zona este de Madrid: Vicálvaro, San Blas, Alcalá de Henares, Moratalaz, Canillejas, etc., y a otros muchos a la misma ciudad de Guadalajara. Prácticamente entre estos seis lugares, aglutinan más del 70 % de la población emigrante de El Recuenco.


La historia de este pueblo tiene una particularidad y es que fue un importante centro de producción de vidrio. Existen documentos del siglo XVI que hablan de la fabricación de numerosas piezas en los hornos de la localidad. Durante el Renacimiento hay constancia de cinco vidrieros, cada uno con su propio horno. De aquí salió la partida de vidrio más importante destinada a las ventanas del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.


El más importante de los maestros vidrieros que en siglo XVI trabajaron en El Recuenco, fue el veneciano Guillermo Carrara, cuya presencia se prolongó desde 1582 a 1585. Sirvió para la iglesia y otras dependencias de El Escorial un total de 4.848 placas de vidrio. En 1587 contrató la producción del material de la farmacia  del monasterio, encargándose de hacer 500 alambiques de vidrio para la destilación de la botica.

 

Casa-reformada


Durante el siglo XVII de los hornos de El Recuenco salieron grandes cantidades de vidrio, que se vendieron por toda Castilla, en competencia abierta con las manufacturas de Cadalso. En los comienzos del siglo XVIII, el rey Felipe V, sabedor de la calidad del cristal de El Recuenco, ordenó que se fabricasen allí las jarras para el vino y los albarellos y alambiques de su real farmacia. Toda la Corte se apresuró a adquirir vasos, jarras y platos para confituras, por lo que, hacia mediados del XVIII, la industria cristalera de El Recuenco alcanzó su máximo esplendor, para entrar después en una clara decadencia hasta que, hace cien años, cerró el último de sus hornos. Los arrieros del lugar llevaban a vender en serones con sus caballerías las piezas de cristal que en el pueblo se manufacturaban hasta los límites de las dos Castillas.


De entre todos los acontecimientos de su pasado, la industria del vidrio es la que más ha marcado al pueblo. El día 15 de agosto del 2001, por iniciativa de María José Sánchez Moreno, hija del pueblo, se colocó junto a la iglesia, en el centro de un pequeño jardín, un sencillo monumento en memoria de aquella industria y de los hombres que trabajaron en ella.

 

 
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