Fundado por santa Teresa de Jesús en 1569. Estuvo ocupado por frailes Carmelitas hasta la desamortización de Mendizábal (1836). Más tarde, en 1855, fue ocupado por la Orden Franciscana, que lo utilizó como seminario para formar a los misioneros que enviaban a extremo oriente.
Al sur de Pastrana, en la cima del cerro de san Pedro,se levanta el majestuoso y austero convento del Carmen. Su fundación se remonta al año 1569 cuando santa Teresa de Jesús es reclamada por los príncipes de Éboli para crear en Pastrana un convento de monjas. Camino de la villa alcarreña la santa pasa unos días en el convento de las descalzas en Madrid y allí coincide con dos ermitaños a los que el príncipe de Éboli había concedido la ermita de San Pedro en el cerro del mismo nombre, muy cerca de Pastrana. Allí pensaban vivir un tiempo, ocupando una de las muchas cuevas que horadaban el entorno. La santa no tarda mucho en convencerlos para que sigan su forma de vida y vivan descalzos como los ermitaños primitivos del Carmelo. El 13 de julio de ese mismo año se celebra la primera misa del nuevo convento en la ermita de San Pedro. La comunidad está formada por dos ermitaños legos. Un año más tarde los ermitaños llevan al extremo la
penitencia sumiéndose en una especie de delirio místico. La vida era pura penitencia. La austeridad y el frío de las cuevas, los ayunos, las pocas horas de sueño... Para arreglar este desvarío e imprimir moderación acudió fray Juan de la Cruz, hombre de oración y contemplación con fama de ponderado, dotado de una gran inteligencia y estudios. Durante cuatro meses fray Juan hará de maestro y guía de los fanáticos ermitaños.
En los años siguientes el noviciado se llena de jóvenes impulsados
por el espíritu de la reforma y comienza una transformación total
del lugar y del estilo de vida. En 1597 se dan por concluidas las
obras de la iglesia y el convento tal como lo conocemos en la
actualidad. Las cuevas y las ermitas serán lugar de retiro y
oración, pero los monjes pasan a vivir en las nuevas
instalaciones.
Con el paso de los años las austeras estancias se van llenando de
retablos, tallas, candelabros, cálices, casullas, cuadros y todo
tipo de obras de arte religioso. Los ingresos de la comunidad
provienen del cobro de las misas y las donaciones. La huerta les
proporciona alimento y a partir del siglo XVIII tienen excedentes.
La congregación se va haciendo con un amplio patrimonio de fincas y
casas gracias a los testamentos de sus fieles.
Este lugar es uno de los más señalados de la reforma carmelitana y
durante los siglos XVI al XVIII, tuvo gran importancia por acoger
al generalato de la Orden. Por él pasaron las máximas figuras de
este movimiento espiritual, desde su nacimiento ligado a las más
puras esencias del pensamiento de santa Teresa de Jesús y san Juan
de la Cruz. Con la Desamortización de Mendizábal todos los monjes
tuvieron que abandonar el convento y todas sus obras de arte.
Gracias a don Mariano Pérez Cuenca, presbítero de Pastrana, no se
perdió buena parte del patrimonio acumulado por la orden del
Carmelo Descalzo durante 265 años. El presbítero vigiló, cuidó y
adquirió muchas de las obras de arte que dejaron los frailes.
Con las leyes de desamortización de los años 1835-1837 la orden
franciscana, compuesta por 14.000 religiosos, prácticamente
desapareció de la Península. Sin embargo, por razones políticas
poco a poco se fue permitiendo la apertura de colegios
misioneros para mantener la presencia colonial española en
Marruecos, Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En 1854 el padre
Francisco Pastor, comisario de Filipinas, solicitó a la reina
Isabel II el antiguo convento de Carmelitas Descalzos de Pastrana,
que se encontraba en un estado ruinoso tras 18 años de
abandono.
Los franciscanos realizaron un ambicioso trabajo de restauración y
ampliación de los edificios y, además, recuperaron la antigua
huerta que contaba con 54 fanegas, siete de ellas de regadío y tres
de secano además de 670 olivos, 2960 vides, 61 árboles frutales y
340 chopos. En 1871 el convento estaba totalmente transformado y se
había duplicado el espacio del colegio. También se reparó la
iglesia y se amplió el coro. En 1966, por indicaciones del concilio
vaticano II, se realizó otra profunda reforma para devolver el
templo a su forma original.
Gracias a la recuperación del colegio misionero hubo un aumento en
las vocaciones. Sin embargo, la precariedad y la dureza de las
condiciones de vida eran tales que murieron 13 jóvenes entre los 18
y 20 años debido a las epidemias y fiebres que asolaron el centro.
En 1865 la comunidad estaba formada por 14 sacerdotes, 19
estudiantes de Teología, 18 filósofos, 10 novicios y 16 hermanos
legos; total 77 religiosos, su máxima capacidad. Del colegio de
Pastrana han salido, en estos 150 años, alrededor de 680 misioneros
hacia Filipinas, China, Paraguay, Argentina y Bolivia.
Tras el paréntesis de la Guerra Civil española, el seminario
volvió a abrir sus puertas a las nuevas vocaciones de toda España.
En la década de 1960 contaba con más de 250 seminaristas. En 1967
un decreto convierte el seminario en colegio. El éxodo de la
población de los pueblos a las ciudades redujo drásticamente el
número de estudiantes. En 1975 de los 291 alumnos matriculados en
los años 1970-1971, solo quedaban 127.
El año 1975 se cede al Ministerio de Educación y Ciencia la parte
del inmueble correspondiente al colegio, con el fin de establecer
una escuela hogar que acoja a los niños de los diversos pueblos de
la comarca. Cuatro años más tarde la escuela hogar se transformó en
instituto provincial. Con la llegada del nuevo siglo el
Ayuntamiento construyó un nuevo instituto y esa fue la puntilla a
los 150 años de labor docente de los franciscanos en Pastrana. Los
franciscanos cedieron en 2014 al Ayuntamiento el uso de la antigua
iglesia, las ermitas y el claustro, para crear el Museo de Santa
Teresa.
El núcleo principal del monumento lo constituye el edificio
conventual, construido con muros de sillarejo e hiladas de ladrillo
según el clásico aparejo castellano. Junto al convento se encuentra
la iglesia, construida a finales del siglo XVI (1597-1600). El
interior tiene una sola nave, dividida en tres tramos separados por
pilastras de estilo toscano y arcos de medio punto, cubiertas de
bóvedas de cañón con lunetos, y un crucero poco acentuado del que
surge una gran cúpula hemisférica sobre pechinas. Este convento
alberga un museo con una colección de siete grandes óleos que
narran la llegada de Santa Teresa a Pastrana en 1569 y la fundación
de los conventos, además de otras obras pictóricas y escultóricas,
como el Cristo de la Verdad de Gregorio Fernández.
Junto a la iglesia también se encuentra el museo de Historia
Natural con una gran variedad de colecciones traídas desde
Filipinas y Oriente Próximo: conchas, aves, insectos, mamíferos
minerales… Hay ejemplares muy grandes, como cocodrilos, caimanes o
tiburones, y muy pequeños, como insectos. El objetivo de estas
colecciones de fauna autóctona formadas por los franciscanos en
Filipinas era su uso como material didáctico en sus colegios
enseñando ciencias naturales y zoología de manera directa. En la
parte de atrás del enorme edificio se encuentra la huerta, hoy sin
uso, y la antigua ermita de san Pedro. Más allá, asomadas a un
cortado sobre el río, se encuentran las cuevas donde vivieron los
primitivos ermitaños y donde meditaba san Juan de la Cruz.