Revista 105
Número 105

La Barbolla

Para llegar a este minúsculo pueblo hay que perderse: alejado de las principales vías de comunicación y los circuitos turísticos, pocos son los que llegan a visitar sus calles sin nombre.

Exterior-iglesia

 

Este conjunto de casas nunca tuvo la categoría de puebloy a lo largo de su historia ha pertenecido a Sigüenza, Atienza y Riba de Santiuste. Ubicado en el centro del valle del río Salado, entre los municipios de Imón y Riba de Santiuste, es el único poblado situado en el centro de la vega. Todos los demás se encuentran emplazados en las laderas del amplio valle del Salado. Para su ubicación se eligió un cruce de caminos reales entre Sigüenza y Almazán y entre Atienza y

Medinaceli. El asentamiento urbano se hizo sobre una loma llamada de Los Casarazos, próxima a las fuentes Hontona y Hontonilla. En cuanto a su antigüedad, es posible que se remonte al siglo XII, si bien los primeros documentos escritos datan de 1533.


Como es habitual, cada vez que voy a un sitio por primera vez tomé un desvío equivocado y, guiado por la hermosa espadaña de la iglesia, me planté en la plaza del pueblo. Solo un par de coches aparcados señalaban que el lugar estaba habitado. No es que La Barbolla parezca un pueblo abandonado, sus casas están cuidadas con esmero y solo hay un edificio en estado de ruina. Llama la atención que sus dos calles no tengan nombre, ni las puertas de las casas estén marcadas con un número. Supongo que al ser un pueblo tan pequeño el cartero conocerá a los pocos vecinos personalmente y no son necesarias más indicaciones para recibir la correspondencia. Me pregunto cómo harán con el catastro y otros trámites burocráticos.


Junto a la plaza, hay una casa de nueva construcción en cuyo jardín un jubilado lee la prensa atrasada. Con la amabilidad que distingue a las gentes de esta comarca me acompaña a buscar la llave de la iglesia. El templo es de factura barroca y llama la atención su esbelta espadaña coronada por cuatro pináculos. Además, junto a los dos huecos de las campanas hay otros dos. El edificio no es grande, pero su silueta es elegante y sobria. El interior cuenta con una sola nave y un espacio anexo que hace de sacristía. El ábside está cubierto por una bella cúpula y, salvo algunas goteras, todo está muy bien conservado. Hay que destacar los bellos retablos barrocos que adornan la iglesia. El retablo mayor luce magníficos dorados. Es de transición al barroco y se adorna con una imagen de la Cátedra de san Pedro en sitio preferente. Otras tallas de interés son un san José y un san Antonio de Padua.

 

Interior-iglesia


Otros retablos más son el dedicado a San Sebastián Mártir, el de Nuestra Señora del Rosario, el del Carmen, el del santo Cristo y el de la Virgen de las Angustias. Llama la atención una pequeña lápida de alabastro situada a los pies del coro, cuyo relieve está tallado con un gran virtuosismo y que representa dos calaveras y dos fémures unidos por una cuerda. El paso de los años y los pies de los feligreses han deteriorado la talla, pero aun impresiona el realismo y el detalle del relieve. En la base hay una inscripción que dice: «Doña Librada Ruiz, mujer de Domingo López, muerta el 23 de junio de 1591». Es de suponer que doña Librada encargó la talla para representar que ni siquiera la muerte la podría separar de su amado esposo, Domingo. En la plaza, frente a la iglesia, hay una fuente con un pilón redondo algo grande para las proporciones de la pequeña plaza.


Como ya he comentado las casas están conservadas con esmero, la mayoría están levantadas con piedra y enfoscadas con un mortero rojizo que, según me cuenta el amable jubilado, se producía en Pozancos y que es famoso por su increíble dureza una vez se ha secado.

 

Calle-carretera-La-Barbolla


El modo de vida del pueblo es la ganadería ovina y la agricultura, como indican los aperos aparcados en un solar cuyos vivos colores, verdes y amarillos, contrastan con los ocres de las casas y el rojo de los barbechos que rodean al pueblo, que parece una pequeña isla en un mar ondulante de tierras rojas.


Me comenta mi guía que ya ha llegado hasta aquí el lobo; en su voz se detecta un tono de preocupación y respeto que hunde sus raíces en lo más profundo de la cultura popular.
La Barbolla es uno de esos lugares en los cuales da gusto perderse para luego encontrarse. Un lugar donde la belleza de lo discreto asoma en cada esquina. Un pueblo tan pequeño que ni siquiera tiene la categoría de pueblo. Un espacio donde las calles no tienen nombre y las casas no tienen número.

 

 

 
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