Una de las señas de identidad de estas
fechas sin duda es la lotería de Navidad. Largas colas en
las administraciones buscando el número con el que han soñado, pero
también hay que comprar las participaciones de la empresa, del bar,
de la iglesia, de la panadería, del centro de los jubilados...
Soñamos con que la suerte borre de un plumazo la angustia de cada
día, pero, sobre todo, jugamos a la lotería porque no podríamos
soportar que tocase a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros
vecinos, y quedarnos fuera del reparto. Ya sabemos que la envidia
es un mal endémico de nuestro país.
Se han hecho seguimientos a los afortunados que fueron agraciados
con un premio millonario y la mayoría siguen en su antiguo puesto
de trabajo. Se han permitido algún capricho, como un coche caro, y
han pagado la hipoteca que los ahogaba. Por lo demás, todo sigue
igual. Unos pocos fueron manirrotos y perdieron todo y otros,
demasiado previsores, no se permitieron ningún capricho;
seguramente serán los más ricos del cementerio y es que la suerte,
además de ser esquiva, es injusta.
Si tuviésemos cierta perspectiva sabríamos lo afortunados que
somos aunque no nos toque la lotería. La suerte nos ha acompañado
desde el mismo momento de nacer. Se imaginan cómo habría sido su
vida de haber nacido en Afganistán, en Siria, en India, en Arabia
Saudí, en cualquier país de África… o en Estados Unidos. Sin duda
no pueden imaginar algo así. Nos quejamos continuamente de lo que
nos falta, pero no apreciamos lo que tenemos por el hecho de haber
nacido en un país como el nuestro. Sin duda no vivimos en un
paraíso y hay muchas, muchísimas cosas que mejorar, pero podemos
expresarnos sin miedo a ir a la cárcel por nuestras opiniones,
podemos practicar la religión que nos de la gana sin que nos corten
la cabeza, las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres,
si nos ponemos enfermos el estado nos cuida y podemos salir a la
calle tranquilos sin que un tarado o la policía nos peguen un tiro.
Y si, a pesar de todo, no estamos a gusto, podemos emigrar a otro
país sin dejarnos la vida por el camino.
Creo que en lugar de invertir tanto dinero en lotería deberíamos
invertirlo en educación. Es una inversión segura para nuestro
futuro y el de nuestro planeta y si, por casualidad, algún día nos
tocase el gordo sabríamos en qué gastarlo. Algunos dicen que la
mejor lotería es tener un trabajo, yo creo que la mejor lotería es
trabajar en lo que te gusta y que la gente lo valore y recompense.
Desgraciadamente es más fácil que te toque el gordo a que la gente
valore el trabajo bien hecho y lo recompense. Como decía Valle
Inclán, "en España el mérito no se premia. Se premia el robar y el
ser sinvergüenza" Quizás por eso confiamos más en la suerte que en
el esfuerzo.
Rogelio Manzano Rozas