Originaria de Sudamérica, donde es una especie muy común y abundante, la cotorra argentina resulta bastante popular como ave de compañía, lo que ha propiciado su expansión debido a fugas o sueltas deliberadas. Es así como ha llegado a colonizar no solo lugares próximos a sus áreas habituales de cría, sino otros tan alejados como algunos países europeos, entre ellos España, donde cuenta con algunos núcleos reproductores de cierta entidad.
El plumaje superior es de color verde. La cara, la garganta, el pecho y las patas son de color gris pálido. El pecho tiende a ser de color marrón-gris, y cada pluma afilada suele ser de un gris pálido. La parte superior del abdomen es amarillo oliva y el bajo vientre, nalgas, muslos, cola y coberteras superiores son de color verde amarillento. Las bandas exteriores de las plumas de vuelo son de color azul. El lado superior de la cola es de color verde, con un centro abajo azul. La parte inferior es de color verde pálido, con una base de color azul grisáceo El pico es de color ocre claro; los pies son de color gris y los ojos son marrones oscuros, con anillos oculares grises (anillos perioftálmicos).
Los machos y las hembras se parecen entre sí. Los jóvenes se
parecen a los adultos, pero la frente gris se tiñe de verde. La
cotorra argentina se parece un poco a los pericos. Sin embargo,
estos son más pequeños y tienen la cara y el pecho de color verde,
como también una banda amarilla evidente en las superficies
exteriores de las alas.
Procedente de Sudamérica (donde se distribuye desde el norte de Bolivia, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil hasta la Patagonia argentina), esta cotorra ha colonizado otros países del continente americano y de Europa a través de ejemplares liberados por los humanos. En Europa existen núcleos reproductores en Italia, Bélgica, la República Checa y España; en el Reino Unido, Alemania y Países Bajos se conoce su presencia, aunque no ha llegado a formar poblaciones viables.
Dentro de las aves introducidas, se trata probablemente de la
especie que más ha crecido. En el proceso de expansión la mano del
hombre ha sido imprescindible, de ahí que muchos especialistas
prefieran hablar en este tipo de casos de especies introducidas y
no invasoras, como se califican en la
Cotorra argentina
Myiopsitta monachus
Psittacidae
Psittaciformes
30 cm.
45 cm.
100 grs.
En cautividad:
25-30 años
En libertad:
3-10 años
Residente
legislación. Su expansión por la Península no procede de un solo núcleo de población. Los primeros ejemplares se detectaron en España en 1975, en la ciudad de Barcelona. Pero el incremento generalizado en todo el país no llegó hasta diez años después.
En España cuenta con núcleos estables en ciertas áreas urbanas del
litoral mediterráneo en Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia y
Andalucía. Algunos puntos del interior peninsular también han sido
colonizados, como ciertas localidades de Ciudad Real, Zamora,
Salamanca, Soria, Navarra, Zaragoza o Galicia, si bien su presencia
resulta bastante escasa; no así en la Comunidad de Madrid, donde
existe un núcleo de mayor entidad. Por lo que respecta a los
archipiélagos, en Canarias cría en Tenerife y Gran Canaria, en
tanto que en Baleares existen algunas colonias en Mallorca, Menorca
e Ibiza.
Aunque en sus lugares de origen se trata de un ave bastante
generalista, en España se instala preferentemente en parques y
jardines, con acusadas diferencias en lo que al arbolado se refiere
de unas regiones a otras. Así, en Barcelona y Canarias parece
decantarse por palmeras, mientras que en Málaga elige eucaliptos,
en Madrid especies caducifolias y en Mallorca coníferas.
La plaga de la cotorra argentina, un ave exótica catalogada como
invasora, se ha plasmado por primera vez en cifras: En España hay
cerca de 20.000 ejemplares. Es la principal conclusión del censo
que han elaborado unos 600 voluntarios de SEO/BirdLife en 450
municipios españoles. Las provincias de Madrid y Barcelona son las
provincias más afectadas. En la primera se han detectado 2.091
nidos, lo que supone entre 5.875 y 6.643 ejemplares. En el caso de
la provincia catalana, se han localizado 2.092 nidos y entre 5.525
y 6.248 aves.
Son animales muy inteligentes y con una gran capacidad de adaptación. Desarrollan su vida en grupos sociales de gran complejidad llegando a construir nidos comunales a la mayor altura posible, generalmente en los árboles. Es la única especie de loro que construye sus propias nidificaciones utilizando ramas.
En la naturaleza vuelan en ruidosas bandadas a gran velocidad,
nunca levantando las alas por encima del cuerpo y aleteando
constantemente. Las cotorras a veces vuelan en grupos de más de 100
ejemplares en busca de comida y mientras que unas comen otras
montan guardia. Son capaces de emitir una amplia variedad de
chillidos y graznidos, también pueden vocalizar o imitar
palabras.
Posee una gran adaptación alimentaria y suele explotar diversos recursos alimenticios, esto se debe a su peculiar morfología conformada por un pico muy fuerte y versátil, así como a la estructura flexible de sus patas, que le permite trepar por la vegetación y asir alimentos.
Es una especie principalmente granívora; en la naturaleza se
alimenta de semillas de plantas tanto silvestres como cultivadas.
Entre las primeras destacan las semillas de cardo; entre las
segundas muestra preferencia por el sorgo, el maíz y el arroz.
También consume frutos, flores y brotes tiernos, así como insectos
adultos y sus larvas. En raras ocasiones, pueden consumir carne de
animales muertos, si bien no es infrecuente que ingiera puestas y
pollos de paseriformes como los gorriones.
Muestra un comportamiento marcadamente gregario a la hora de
criar. Como ya hemos dicho, es la única especie de loro que
construye ella misma el nido, al contrario que la mayoría de los
loros que aprovechan un hueco natural. Pueden llegar a instalarse
varias parejas muy próximas unas a otras, formando grandes
estructuras construidas con ramitas de plantas espinosas
entretejidas, que son, en realidad, el resultado de la unión de
varios nidos. A veces, utilizan los enormes nidos de las cigüeñas,
junto a las que crían. En los arboles construyen sus nidos en las
copas, a una altura de unos 10 metros. También usan estructuras
artificiales, como torres de radiocomunicación o tendidos
eléctricos. Los huevos se adaptan a cualquier tipo de climas
templados o tropicales, debido a la protección térmica que
proporcionan las cámaras de los nidos coloniales. Pueden llegar a
poner entre 6 y 8 huevos por nidada, cuya incubación dura unos 26 -
28 días. Los pollos abandonan el nido a los 50 días de vida.
La cotorra puede criar en colonias o en solitario. Cuando nidifica
en colonias, todos los miembros de la colonia colaboran en la tarea
de construir el nido, incluso aquellos que no se están
reproduciendo.
Una vez que las crías han nacido, los padres suelen tener pájaros
ayudantes que colaboran en la alimentación de los polluelos. Por lo
general, esa tarea recae sobre algunos descendientes que ya han
crecido.
La cotorra argentina no está sujeta a ningún tipo de amenaza; por el contrario, sus poblaciones aumentan de forma notable. En los países de donde proviene se la considera como una plaga, ya que puede llegar a causar graves daños en algunos cultivos. En España se hace necesario un seguimiento de la población que indique en qué situación real se encuentra en la actualidad. Asimismo, deberían ponerse en práctica planes de manejo de la especie, precisamente por el incremento que ha experimentado en los últimos tiempos. También son necesarios estudios que esclarezcan las interferencias con la fauna autóctona y los efectos sobre la vegetación.
Sus principales depredadores naturales son las aves rapaces y la comadreja colorada (Lutreolina crassicaudata). Se han introducido en España como mascotas que posteriormente se abandonaron y se asilvestraron. Esta especie introducida entra en competencia por el alimento con especies autóctonas como el gorrión común (Passeridae), el mirlo (Turdus merula) y la urraca (Pica pica), a las que desplaza y termina por hacerlas desaparecer de su entorno natural, rompiendo el frágil equilibrio de los ecosistemas.
Para edificar sus enormes nidos, llenos de recámaras y que pueden
llegar a pesar hasta 150 kilos, destrozan sistemáticamente la
vegetación para hacerse con ramas con que construirlos.
Antes de prohibirse su importación, las cotorras argentinas eran
muy baratas en comparación con los loros u otras especies. Muchas
familias querían tener un animal exótico y se decantaban por ellas
sin pensar que eran demasiado chillonas y podían resultar
violentas.
Al final sus propietarios las acababan soltando y se expandieron
ayudadas por su capacidad para comer prácticamente de todo:
dátiles, hierba, las piñas de los pinos y cipreses, tomates, fruta
y, sobre todo, por su adaptación al pan, que ahora supone el 40 %
de su dieta. Además, se alimentan también de los huertos, como
saben muy bien los payeses de los barrios de Sarrià y Horta o de
localidades vecinas como El Prat, en Barcelona, donde se han
detectado casos en los que han arrasado el 80 % de la cosecha.
La población de Myiopsitta monachus se ha multiplicado
en España, donde las cotorras son ya un problema para especies
autóctonas, para los agricultores y para los habitantes de varias
ciudades y sus alrededores. Debido a este potencial colonizador y
por constituir una amenaza grave para las especies autóctonas, los
hábitats o los ecosistemas, esta especie ha sido incluida en el
Catálogo español de especies exóticas invasoras, aprobado por Real
Decreto 630/2013, de 2 de agosto, y está prohibida en España su
introducción en el medio natural, posesión, transporte, tráfico y
comercio.
Son muy inteligentes y son de las aves que más rápido aprenden a
hablar… el problema es que luego no se callan nunca: «Es un animal
muy ruidoso y ocasiona muchas molestias en el hogar, lo que está
posiblemente en el origen de las liberaciones», explican desde
SEO/Birdlife.
Además, en una demostración de inteligencia adaptativa
extraordinaria, se ha documentado cómo algunas poblaciones de
cotorras argentinas bajan la voz al comunicarse con sus llamadas
habituales en presencia de un halcón peregrino y optan por volar
por lugares más resguardados.
Con un alto ritmo de reproducción y sin depredadores efectivos que
las frenen, su población crece exponencialmente. Además, no son
nada exquisitas y comen casi cualquier cosa, siendo mucho más
omnívoras que otros loros, lo que facilita su adaptación a nuevos
ecosistemas. En ocasiones se dedican a depredar huevos y pollos de
otras aves, llegando incluso a provocar la extinción de especies
locales, como es el caso de urracas y gorriones, a los que dejan
sin recursos y espacio físico en el que anidar.
Si anidan cerca de cultivos o árboles frutales, el resultado puede
ser devastador. Lo peor es que se siguen extendiendo: «Aunque cada
población puede seguir ritmos y evoluciones diferentes, parece
existir una tendencia general positiva en nuestro país. Un modelo
recientemente elaborado apunta a que en la actualidad ocupa
únicamente una cuarta parte del total del territorio que se
considera favorable para ella. Por tanto, es muy probable que en un
futuro próximo continúe su expansión y crecimiento», explican en
SEO/Birdlife. En Cataluña, las poblaciones de cotorra argentina
tienen un ritmo anual de crecimiento de un 9 % y en Barcelona este
ritmo se dispara hasta el 14 %.