Fraguas es un proyecto de okupación rural comunitario de la sierra norte de Guadalajara. Desde la primavera de 2013 un grupo de jóvenes está reconstruyendo las ruinas del antiguo pueblo. Su objetivo es luchar por la comunidad, el autogobierno, la autosuficiencia y la autogestión.
Fraguas fue uno más de los pueblos expropiados por el ICONA para llevar a cabo su agresiva política forestal. El último habitante abandonó el pueblo en 1968 y las últimas tumbas están fechadas en 1964. Es una población muy antigua, ya en el siglo XVI se cita en las relaciones topográficas de Felipe II y el censo de 1826 registra 128 personas empadronadas.
Durante casi 50 años por sus calles desiertas solo caminó el
abandono y el expolio. El ejército lo usó como campo de maniobras y
derribó los muros que todavía quedaban en pie. Hoy apenas quedan
las tres paredes de la iglesia unidas por un arco de medio punto.
Aunque muy dañadas por la falta de mantenimiento, todavía se
conservan la fuente y el lavadero. Cuando se hicieron las terrazas
para la repoblación de pinos se destrozaron las canalizaciones de
agua y se enterraron los pozos. El pueblo se quedó sin agua y eso
fue el tiro de gracia. Caminando por sus calles se tiene la
sensación de que tanta destrucción no es solo obra del tiempo y los
elementos. Se intuye el lugar que ocupaba cada casa, pero los
escombros y la vegetación han borrado la geometría de los ángulos
rectos.
Durante 50 años solo los muertos del cementerio vivieron en
Fraguas. Cada 1 de noviembre, día de los difuntos, los antiguos
vecinos se acercan a acompañar la soledad de los que se quedaron
allí.
Todo cambió en el año 2013. Tras un año de búsqueda un grupo de
jóvenes hartos de la ciudad y de las reglas que dicta el sistema,
deciden ocupar las ruinas de Fraguas en primavera. Curiosamente
otro grupo de jóvenes había coincidido en la misma iniciativa y
durante varios meses acudieron al mismo lugar sin coincidir en el
espacio y el tiempo pero compartiendo, sin saberlo, el mismo
proyecto.
Antes de decidirse a ocupar el pueblo abandonado estudiaron
distintas opciones, pero Fraguas reunía dos condiciones
fundamentales: el acceso al agua y el ser un terreno público.
Además, la ocupación era un acto de desagravio por los abusos y
malas artes que la administración ejerció con los pueblos
expropiados y sus gentes.
Pero ¿Por qué ocupar un lugar abandonado, completamente en ruinas,
sin ningún tipo de servicio donde todo está por hacer? Precisamente
por eso, porque todo está por hacer. Vivir en un pueblo habitado
supone aceptar las normas de la comunidad, ser objeto de
comentarios y críticas…, es decir, estar sujeto a condicionamientos
externos que, en definitiva, es lo que se quiere evitar. No se
trata de reconstruir un pueblo en ruinas, sino de desarrollar un
nuevo proyecto de convivencia, un espacio donde experimentar y
crear, donde sacudirse viejos prejuicios.
Nada ha sido fácil, encontrar agua les llevó un año, luego
tuvieron que reparar la instalación que hizo el ICONA para llevarla
al pueblo recorriendo todo un kilómetro. Eligieron la casa menos
ruinosa para reconstruirla, casa Cándido, ya que han querido llamar
a los edificios con los nombres de sus antiguos dueños para así
integrar lo viejo y lo nuevo. Para el desescombro y el comienzo de
las obras hicieron una convocatoria a la que acudieron más de 50
personas, de los cuales en junio quedaban 9 viviendo de forma
estable en el pueblo. La antigua casa de Cándido se levantó en
cinco meses y estaba lista para servir de refugio durante el
próximo invierno. En la reconstrucción combinaron distintas
técnicas y, junto a la piedra, levantaron muros con adobes (hechos
por ellos mismos) y alpacas de paja. Pero sin duda, lo más
complicado ha sido organizarse al existir diferentes formas de
decidir.
Los nuevos colonos presentaron en 2013 un proyecto para
rehabilitar el pueblo y crearon la asociación de «Repobladores de
la Sierra Norte de Guadalajara». La Junta rechazó el proyecto. Otro
obstáculo fue la negativa del alcalde de Monasterio a empadronarlos
por presiones de la Junta.
Se organizan mediante asambleas, una por semana. No siempre es
fácil ponerse de acuerdo y a veces surgen problemas de
comunicación. La vida de los nuevos colonos tiene poco de bucólica
y exige muchas renuncias y sacrificios. No todo el mundo que ha
pasado por allí ha sido capaz de adaptarse. En un principio las
tareas de la semana se organizaban así: un día para la huerta, un
día para la leña, un día para la obra, un día para la producción
artesanal y un día de descanso. A lo largo del tiempo este esquema
de trabajo ha cambiado y se ha vuelto más flexible.
Los nuevos vecinos y vecinas de Fraguas necesitan poco para vivir,
son personas extremadamente austeras. Visten con ropa reciclada y
la base de su alimentación se la proporciona la huerta. Para los
gastos extras obtienen dinero con la venta de productos
manufacturados por ellos mismos como el licor de regaliz.
A pesar de ser un lugar aislado y de difícil acceso, los
habitantes de Fraguas suelen tener numerosas visitas. Recuerdan
como un día apareció un grupo de Scouts que limpiaron el cementerio
de maleza, labor que luego han realizado los nuevos vecinos y
vecinas del pueblo. El día de todos los santos, como es tradición,
los antiguos habitantes de Fraguas acudieron a honrar a sus
difuntos. La sorpresa fue mayúscula al encontrarse el cementerio y
las sepulturas libres de maleza y a personas viviendo en la antigua
casa de Cándido, ahora reconstruida. Al principio se asomaban
tímidamente al camino, no se atrevían a contactar con los nuevos
vecinos. ¿Quiénes eran esos jóvenes que ahora caminaban por las
calles que ellos tuvieron que abandonar? Rápidamente los nuevos
colonos se dieron cuenta de la situación y bajaron para invitar a
los hijos del pueblo a conocerlos, mostrarles su rehabilitación y
explicarles su proyecto. El 1 de noviembre de 2013 los antiguos
vecinos, por primera vez en 50 años, abandonaron el pueblo con la
sensación de que no todo estaba perdido, que hay personas generosas
capaces de entregar su corazón a una buena causa, hombres y mujeres
inconformistas, capaces de
renunciar a las comodidades de la sociedad para crear un nuevo
espacio donde todo está por hacer.
Una de las cosas que más sorprende a los visitantes de Fraguas es
la exquisita hospitalidad de sus nuevos habitantes. No dudan en
hacer un recorrido por el pueblo mostrando, orgullosos, los frutos
del trabajo realizado en estos años y explicando su proyecto de
vida. No tienen nada que ocultar. Ellos insisten en que no son de
ninguna ideología concreta. Hay muchas maneras de ser antisistema y
solo una de ser del sistema. Todo el mundo que se acerca a Fraguas
aporta algo. Cada persona tiene diferentes virtudes, a unos se les
dan mejor unas cosas y a otros otras.
Un antiguo habitante de Fraguas escribió un libro contando sus
recuerdos en el pueblo. Cuando conoció a los nuevos vecinos no dudó
en dedicarles el libro con estas bellas palabras: «Para los nuevos
habitantes de Fraguas: A ver si vosotros recuperáis la historia de
nuevo de este pueblo, aunque algunas instituciones tanto militares
como religiosas hayan tratado de destruirla y hasta el gobierno
quiere venderlo a particulares (finca privada prohibido el paso).
Quiero recordaros que tratéis con cariño y el respeto que se
merecen esas piedras que hoy están muertas y caídas entre las
zarzas y la maleza, que en otros tiempos tuvieron vida y formaron
parte de la historia de estas gentes que tanto lucharon por la vida
y tantas calamidades pasaron».
Desgraciadamente no todas las visitas han sido tan receptivas y
comprensivas. Pasaron pocos días desde la ocupación antes de que
aparecieran los agentes medioambientales con amenazas y multas.
Otro día se vieron sorprendidos por un impresionante despliegue de
la Guardia Civil: ocho coches patrulla cargados de guardias armados
hasta los dientes y en una actitud poco amigable. Venían a
identificarlos, a lo que no pusieron ninguna resistencia. No
tardaron los guardias, desarmados por la hospitalidad de los
ocupas, en darse cuenta de que no estaban tratando con delincuentes
o gente peligrosa. Así que no tardaron en irse por donde habían
venido, sin duda avergonzados por el exagerado despliegue de fuerza
ante unos jóvenes pacíficos y trabajadores cuyo único delito es
querer vivir su vida sin molestar a nadie.
Actualmente la situación de los ocupas de Fraguas es incierta. El
sistema no tolera disidentes y corta las alas a quienes desean ir
por libre. Es peligroso tomar el control de nuestras vidas,
explorar alternativas al sistema neoliberal y capitalista, creer
que otro mundo más justo es posible.
En junio de 2015 el juzgado de instrucción que lleva el caso llamó
a declarar a seis repobladores por usurpar el monte público. Ahora,
además, los acusan de un delito contra el patrimonio -por el que
les piden dos años de cárcel- y de un delito de daños -castigado
también con dos años de prisión-. También les exigen el abono de 5.
2677 euros para sufragar la demolición de las edificaciones que el
grupo ha ido levantando durante estos últimos cuatro años. En total
más de 30.000 euros.
Los denunciados, que están a la espera de recibir la notificación
para acudir al juicio oral, piden que se paralice el proceso y que
la Junta, a quien acusan de querer vender el pueblo por parcelas,
retire la denuncia.
«Pedimos a la Junta de Castilla -La Mancha que no fomente la
despoblación rural, que retire la denuncia y se dé justo
reconocimiento al trabajo y a la lucha de l@s repoblador@s»,
asegura el grupo en el comunicado que han colgado en la plataforma
Change.org. y que en pocos días ha recogido más de 30.000 firmas.
El caso se instruye en el juzgado número 4 de Guadalajara.
No deja de ser una ironía que la administración ponga tantos
problemas a unos jóvenes por querer reconstruir un pueblo
abandonado en una de las provincias menos pobladas y más
envejecidas de España. Hay que preguntarse si las trabas de la
administración no responden a un plan mucho más amplio para
despoblar la provincia de Guadalajara y luego poder especular y
vender los pueblos vacíos al promotor de turno.
Parece que es muy grave recuperar un pueblo abandonado, sin
embargo, arrasar montes enteros para hacer pantanos o
urbanizaciones es un beneficio para la Sociedad.
Los nuevos colonos de Fraguas no se van a someter a los designios
de la Junta de Castilla-La Mancha y se van a oponer frontalmente al
desalojo y demolición previstos por el Estado.
Por todo esto os piden vuestro apoyo, en la medida de lo posible,
que vayáis a conocerlos, que difundáis esta realidad y que estéis
al tanto por si hay un desalojo inesperado.
Contacto: fraguaspobladores@gmail.com