En muy pocos años hemos visto como la
ciencia ficción que consumíamos en nuestra infancia y
juventud se ha quedado obsoleta. Somos testigos de un mundo que
cambia tan rápido que no somos capaces de seguirlo. Recuerdo cuando
la televisión era en blanco y negro y Gila hacía chistes sobre como
dar color a las imágenes. Alucinábamos viendo cómo un detective de
ficción convertía un zapato en un teléfono móvil o cómo la medicina
nos curaba sustituyendo los órganos dañados por implantes biónicos.
La ciencia ficción nos mostraba un mundo donde los robots nos
servían incansables y, sin rechistar, realizaban el trabajo que
antes hacían personas alienadas y explotadas.
Las noticias nos sorprenden a diario con nuevos inventos y
descubrimientos que hace unos años solo podíamos soñar: coches
voladores o que circulan sin conductor, viajes turísticos al
espacio, dispositivos móviles más potentes que el primer ordenador
con el que se viajó a la luna, elegir a nuestros hijos a la carta o
hacer clones de nuestra mascota, incluso nanorobots que circulan
por nuestra sangre y atacan a células malignas, etc. La mayoría de
los dispositivos que rodean nuestra vida incluyen la palabra
Smart, (inteligente). Mientras las máquinas cada día son
más inteligentes nosotros somos más tontos y dependientes. Ya no
sabemos viajar, cocinar o comunicarnos sin que un ordenador esté
por medio.
Obras maestras de la literatura como Un mundo feliz de
Aldous Huxley o1984 de George Orwell describen un mundo
futuro en el cual el individuo es anulado por el omnipresente gran
hermano, que conoce nuestros miedos más inconfesables y nuestros
secretos más íntimos. Mientras, los medios de comunicación e
internet nos aportan el «Soma» de cada día, mostrando la miseria
del mundo.
Puede que la tecnología haya servido para hacernos la vida más
fácil pero, desde luego, no nos ha hecho más felices. Pensamos que
la tecnología es un fin, cuando realmente es un medio. De nada
sirve que usemos frenéticamente las redes sociales si no tenemos
nada que decir, que tengamos acceso a toda la información del mundo
si no tenemos curiosidad, que viajemos a otros mundos cuando
todavía no conocemos ni respetamos el planeta que nos acoge.
Siempre hemos pensado en el futuro como un tiempo en el que poder
desarrollar nuestro potencial y realizar nuestros sueños. Sin
embargo, el futuro ya no es lo que era. Hoy sabemos que las
próximas generaciones vivirán peor que nosotros, que su horizonte
será la pantalla del móvil y su papel en la sociedad el de meros
consumidores.
Rogelio Manzano Rozas