Revista 114
Número 114

Ciclistas cíclopes

 

Cuando aprobé el carné de conducir autobuses lo primero que hice fue comprarme una bicicleta. Siempre me ha gustado la bici por su versatilidad, lo fácil que es aparcarla, su bajo consumo, etc. Sin embargo, no tardé en darme cuenta el enorme peligro que suponía circular por las carreteras de nuestra comarca. Tras un par de sustos decidí salir solo por los caminos, donde podía disfrutar de la inmensa libertad que aporta la bici sin jugarme la vida.

Las estadísticas dan miedo: 19 ciclistas muertos en lo que llevamos de año. Desde hace un tiempo el n.º de ciclistas aficionados ha crecido exponencialmente. Es habitual, sobre todo los fines de semana, ver pelotones saturando las, ya de por si estrechas y sinuosas, carreteras de nuestros pueblos.

La guerra entre coches y bicis viene de lejos. Los ciclistas reprochan a los conductores que no guardan la distancia de seguridad, que no los respetan al hacer sus maniobras… Los conductores, por su parte acusan a los ciclistas de no respetar los semáforos ni otras señales, de circular por las aceras, obstaculizar el tráfico, etc.

Creo que, como dos tribus que compartimos el mismo territorio, la carretera, estamos condenados a soportarnos y obligados a entendernos. La principal diferencia viene del uso que se da a la vía. Para la mayoría, la carretera es una pieza imprescindible en nuestro modo de vida: por ella circulamos para ir al trabajo, a casa, al colegio, a la compra, etc. Los conductores solemos ir con prisa y, la mayoría de las veces, vamos pensando en nuestros asuntos sin prestar demasiada atención a lo que nos encontramos frente a nosotros. Los ciclistas entienden la carretera como una pista donde hacer deporte y piensan que la normativa les va a salvar la vida.

Es importante ponerse en el lugar de los otros y usar el sentido común. Imagínense cómo se puede sentir un ciclista cuando lo adelanta un camión o un autobús, o cuando un coche le pasa a 20 centímetros y el rebufo le hace casi perder el equilibrio. Piensen cómo se puede sentir un conductor cuando se encuentra un nutrido pelotón en una carretera estrecha y de escasa visibilidad donde no se puede adelantar, o cuando en una cuesta tiene que ir detrás de una bicicleta durante varios kilómetros.

Por último, recordar que lo más importante no es lo que diga la normativa, sino el sentido común. Aunque se autorice a los ciclistas a circular en paralelo es suicida hacerlo en carreteras como las nuestras. Y aunque la mayoría de las veces el ciclista lleve las de perder, no se puede criminalizar y echar toda la culpa de los accidentes a los conductores.

Rogelio Manzano Rozas

 
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