Cuando aprobé el carné de conducir
autobuses lo primero que hice fue comprarme una bicicleta.
Siempre me ha gustado la bici por su versatilidad, lo fácil que es
aparcarla, su bajo consumo, etc. Sin embargo, no tardé en darme
cuenta el enorme peligro que suponía circular por las carreteras de
nuestra comarca. Tras un par de sustos decidí salir solo por los
caminos, donde podía disfrutar de la inmensa libertad que aporta la
bici sin jugarme la vida.
Las estadísticas dan miedo: 19 ciclistas muertos en lo que
llevamos de año. Desde hace un tiempo el n.º de ciclistas
aficionados ha crecido exponencialmente. Es habitual, sobre todo
los fines de semana, ver pelotones saturando las, ya de por si
estrechas y sinuosas, carreteras de nuestros pueblos.
La guerra entre coches y bicis viene de lejos. Los ciclistas
reprochan a los conductores que no guardan la distancia de
seguridad, que no los respetan al hacer sus maniobras… Los
conductores, por su parte acusan a los ciclistas de no respetar los
semáforos ni otras señales, de circular por las aceras,
obstaculizar el tráfico, etc.
Creo que, como dos tribus que compartimos el mismo territorio, la
carretera, estamos condenados a soportarnos y obligados a
entendernos. La principal diferencia viene del uso que se da a la
vía. Para la mayoría, la carretera es una pieza imprescindible en
nuestro modo de vida: por ella circulamos para ir al trabajo, a
casa, al colegio, a la compra, etc. Los conductores solemos ir con
prisa y, la mayoría de las veces, vamos pensando en nuestros
asuntos sin prestar demasiada atención a lo que nos encontramos
frente a nosotros. Los ciclistas entienden la carretera como una
pista donde hacer deporte y piensan que la normativa les va a
salvar la vida.
Es importante ponerse en el lugar de los otros y usar el sentido
común. Imagínense cómo se puede sentir un ciclista cuando lo
adelanta un camión o un autobús, o cuando un coche le pasa a 20
centímetros y el rebufo le hace casi perder el equilibrio. Piensen
cómo se puede sentir un conductor cuando se encuentra un nutrido
pelotón en una carretera estrecha y de escasa visibilidad donde no
se puede adelantar, o cuando en una cuesta tiene que ir detrás de
una bicicleta durante varios kilómetros.
Por último, recordar que lo más importante no es lo que diga la
normativa, sino el sentido común. Aunque se autorice a los
ciclistas a circular en paralelo es suicida hacerlo en carreteras
como las nuestras. Y aunque la mayoría de las veces el ciclista
lleve las de perder, no se puede criminalizar y echar toda la culpa
de los accidentes a los conductores.
Rogelio Manzano Rozas