Debe de ser una cuestión de costumbre,
un hábito aprendido de mi familia, familia con un gran
arraigo y dependencia de la tierra, pero lo primero que hago cada
mañana es mirar al cielo. Del día que haga depende no solo como me
vista, sino el ánimo con el que voy a afrontar la jornada. Las
personas que viven del campo saben de la dependencia que tiene la
tierra del cielo y agradecen sus regalos. Seguramente hay personas
que piensan que el trigo se produce en las panaderías o que el agua
viene directamente del grifo como por arte de magia.
A veces me pregunto si somos realmente conscientes de la
importancia del clima en nuestras vidas y de las graves
consecuencias del cambio climático que, a estas alturas, sufrimos
todos. Es cierto que 1/3 del telediario es para hablar del tiempo y
que las conversaciones rutinarias giran sobre el mismo tema, pero,
más que un mero pasatiempo, el clima es la base de la supervivencia
del planeta.
Mucho ha cambiado el clima desde que era un niño. Recuerdo los
sabañones en las orejas por el intenso frío, el arroyo helado y las
oscuras tardes refugiado al calor del brasero. Después del largo y
frío invierno la naturaleza resucitaba en primavera, la luz ganaba
tiempo a la oscuridad y la bendita lluvia abrazaba a la tierra. Los
veranos eran calurosos, pero acogedores, el cauce del arroyo no se
secaba nunca y albergaba a ranas, culebras y libélulas. El otoño
era una estación de transición y, a la vez, un comienzo del ciclo
de la vida: la siembra, el regreso de la lluvia; un tiempo para la
reflexión. Hoy todo eso es historia.
Desde hace unos años han desaparecido la primavera y el otoño, ya
no hay transición entre las estaciones más extremas. Pasamos del
frío extremo al calor sofocante. De la sequía a las inundaciones,
de las olas de calor a las olas de frío.
El mes pasado escuchaba en la radio que las asociaciones de
agricultores habían pedido a los medios de comunicación que no
hablen de buen tiempo si, por ejemplo, en pleno mes de enero hace
un calor sofocante, cuando debería estar nevando. Yo creo que el
buen tiempo es aquel que debe hacer en cada estación, es decir,
frío en invierno y calor en verano, así como la primavera y el
otoño deben ser lluviosos y templados. Me parecen unos
irresponsables quienes hablan de lo felices que son mientras toman
el sol en invierno. Ya veremos como respiran cuando les racionen el
agua o la comida sea un lujo.
Rogelio Manzano Rozas