Revista 62
Número 62

AperturaStephen Jordan

Un americano en Talamanca

 

Este músico nacido en Estados Unidos, criado en Bolivia y español de adopción, ha hecho del Kiosco Recreativo junto al Jarama un punto de encuentro para los amantes de la buena música.

 

El 9 de febrero de 1964 Stephen Jordan se encontraba sentado frente al televisor viendo el Show de Ed Sullivan cuando aparecieron en la pequeña pantalla cuatro jóvenes vestidos de negro y con el pelo más largo de lo habitual: eran los Beatles. El joven Jordan, que entonces tenía ocho años, se quedó impresionado con aquella visión y, al día siguiente, escribió la experiencia en su diario. Desde aquel momento supo que su destino estaría ligado a la música.

Stephen William Jordan Hill nació en Elmhurst, un suburbio de Chicago en el año 1956. Su padre tenía un acusado sentido de la justicia social y, a los 17 años, quiso alistarse en el ejercito para luchar contra el fascismo, aunque fue rechazado debido a su corta edad. Durante la semana el señor Jordan trabajaba como contable en una fábrica de tornillos y los fines de semana, ya que era una persona muy religiosa, los empleaba en dar catequesis a los niños de su parroquia. Un día, mientras hablaba a los niños sobre las bondades del trabajo como misionero, un niño le preguntó que si era tan bueno el trabajo en las misiones, por qué él no había ido nunca. El señor Jordan se dio cuenta que había que predicar con el ejemplo: dejó su trabajo en la fábrica y, con el apoyo de su mujer, cogió a sus cuatro retoños  para pasar una temporada en una misión en el estado Chiapas, al sur de Méjico, con los indios Tzeltales y Lacandones y después en Tumi Chucua, un pequeño pueblo perdido en la amazonia boliviana. Allí pasó Stephen desde los 9 a los 14 años, época que marcó su carácter para toda la vida.

Tras su estancia en Bolivia, la familia Jordan regresó a Estados Unidos, concretamente al estado de Arkansas, para que los niños pudieran completar sus estudios. Años más tarde, cuando los hijos se independizaron, los padres de Stephen regresaron a Bolivia otros siete años más.

Fue en la banda de música del colegio de Tumi Chucua donde el joven Jordan comenzó a tocar la caja. Durante su adolescencia, ya de vuelta en Estados Unidos, continuó su formación autodidacta como músico hasta su ingreso en la Universidad de Tulsa (Oklahoma), donde estudió música y español. Un día la profesora comentó que había unas becas para estudiar español en el extranjero y Stephen no se lo pensó dos veces.

La idea que tenía de Madrid era la de una ciudad gris, pero le animó un reportaje de la revista Time donde se hablaba de la movida madrileña y de los conciertos de un tal Miguel Ríos en los que hasta la policía fumaba porros. Así, el 7 de septiembre de 1983, Stephen aterrizó en Madrid. La ciudad que encontró le sorprendió gratamente. Por aquellos años la ciudad bullía culturalmente, la movida estaba en pleno apogeo y el alcalde animaba a los jóvenes a divertirse, igualito que ahora.

Estudió Historia, Lengua y Geografía de España. Su profesor era Agustín Díaz Yanes, hoy reconocido director de cine. Jordan también asistía a clases en la Escuela de Música Creativa con el batería Carlos Carli.

En un principio, el plan de Stephen era quedarse un año en España y luego regresar a Estados Unidos, pero al acabar el curso consiguió un trabajo para tocar con un conjunto en Calpe (Alicante). El guitarrista del grupo era de Talamanca y fue él quien le presentó a Ana, la que acabaría siendo su mujer.

Por amor se quedó en Madrid, donde se ganaba la vida dando clases de inglés y tocando la batería con diversos grupos hasta que comenzó a tocar con Los Secretos desde el año 1985 al 1990. Desde entonces ha colaborado con muchos grupos: Tonky Blues Band, Toreros Muertos, Marlango, Flying Gallardos y un largo etcétera.

La vida en Madrid era cómoda, tocaba todas las noches y se ganaba  la vida, pero no quería que sus hijos se criasen en un ambiente urbano. Tras vivir 17 años en el centro de Madrid, el 4 de julio de 1999, Jordan, después de mucho empeño, se refugia en Talamanca de Jarama. Cuando acabó de construir su casa montó su estudio de grabación, Moco de Pavo Productions, por donde han pasado músicos de fama mundial, incluido un tal Miguel Ríos.

En 2004 el Kiosco del puente Romano quedó libre y el Ayuntamiento lo sacó a concurso. Jordan fue el único que pujó. Nadie más lo quiso. Los conciertos comenzaron ese mismo verano. Al principio Jordan llamaba a músicos amigos y conocidos, pero pronto la fama del Kiosco trascendió y hoy le llaman grupos desde cualquier parte del mundo para poder tocar bajo los chopos del Jarama.

No es fácil llegar hasta el Kiosco, apartado del pueblo y escondido tras una muralla de chopos. Hay que circular por un camino lleno de enormes agujeros que cuando llueve se convierte en un intransitable lodazal. Ciertamente, estas condiciones no lo convierten en un lugar popular, pocas personas se acercan hasta allí. Los clientes del Kiosco no solo van para tomarse una caña, que podrían tomarse en otro bar del pueblo, tampoco para disfrutar de la naturaleza, sino que el principal atractivo del Kiosco de Jordan es el propio Jordan.

No he encontrado a nadie que hable mal de Stephen, todos coinciden en calificarle como un tipo entrañable. Es difícil encontrar una opinión tan unánime. Puede que el aprecio de sus vecinos y conocidos se deba a que Jordan es discreto y siempre tiene buenas palabras para todo el mundo, incluso para las malas personas, él tiene una excusa para justificar su conducta.

Hace un par de meses el Ayuntamiento le comunicó que el Kiosco va a salir de nuevo a subasta y quien más dinero ofrezca se quedará con él. Nadie conoce mejor que Stephen los beneficios económicos que puede dar el establecimiento y por eso sabe que las condiciones que piden desde el Consistorio no dejan margen para que el negocio sea muy rentable.  Quizá ni siquiera puje por quedarse con su amado Kiosco Recreativo.

Jordan convirtió una caseta destartalada en un foco cultural único en la comarca. Hizo que Talamanca se conociera en lugares donde no se sabe situar a España en el mapa. Ese trabajo de tantos años debería reconocerse por parte de las autoridades del pueblo. El Kiosco de Stephen es patrimonio cultural, una isla en el desierto, que todos los que amamos la música y la buena conversación echaremos de menos. Una vez más, los intereses económicos priman sobre la cultura.

 
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