Revista 64
Número 64

Tracción AnimalTracción Animal Moderna

En el ámbito de la creciente agricultura ecológica cada vez más personas optan por el empleo de caballos, mulas o burros para la labranza y otras tareas agrícolas.

Habrá quien piense que es un contrasentido calificar a la tracción animal como moderna. En este país tan sofisticado y tan enriquecido asociamos inconscientemente el empleo de animales de tiro con un pasado que juzgamos definitivamente superado, pero lo cierto es que actualmente en el mundo hay 400 millones de campesinos que labran y laborean la tierra con la ayuda de caballos, burros, bueyes, mulos… y «solo» 100 millones que lo hacen con tractores. Además, los animales siguen transportando muchos millones de personas y mercancías en todos los continentes, no solo en los países empobrecidos del Sur -de los que nos creemos tan lejos-, sino también en países ricos que envidiamos como Estados Unidos, Alemania o Francia donde el indiscutible dominio del tractor no supuso abandonar y olvidar del todo la tracción animal. Por poner algunos ejemplos: en Francia más de 100 ayuntamientos realizan la recogida de basura de sus cascos urbanos con carro y caballos; en Alemania, además de seguir utilizando carruajes, la tracción animal se emplea cada vez más en la agricultura ecológica y biodinámica; en los Estados Unidos sigue viva toda una cultura agraria que gira en torno al uso del caballo, especialmente sorprendente es la comunidad amish que vive desde el siglo XIX sin recurrir ni a la electricidad ni al motor de explosión y que ha desarrollado tanto el transporte como la producción agraria y multitud de otros ingenios en torno al uso de equinos.
Incluso aquí, en este atribulado país nuestro, hay signos de que puede que la tracción animal vuelva a ser una realidad presente y futura. En el ámbito de la creciente agricultura ecológica cada vez más personas optan por el empleo de caballos, mulas o burros para la labranza y otras tareas agrícolas. Las ventajas de la tracción animal sobre el tractor son muchas: menos compactación de la tierra; más precisión en las labores; menos contaminación y, por ello, menos emisiones de CO2 y  menor consumo de recursos fósiles -cada vez más caros y lejanos-; menos dependencia del agricultor de flujos financieros y tecnológicos multinacionales; además, las bestias, al contrario que los tractores, se reproducen, se alimentan de recursos cercanos y tienen precios, gastos y mantenimiento muy inferiores… Por todo ello hoy las caballerías se emplean ya para trabajos madereros en terrenos de alta pendiente y suelos de especial fragilidad donde la maquinaria pesada provocaría enormes destrozos; en la labranza de viñas viejas cuyo marco de plantación, anterior al tractor, impide la entrada de estos; o en viñas ecológicas que, después de comprobar la compactación provocada por el tractor, han decidido volver a la labranza con bestias, en terrenos aterrazados con olivar, en horticultura intensiva (en Valencia, en Albacete…) y, especialmente, se está empezando a emplear cada vez más en los nuevos proyectos agroecológicos que tratan de integrar a los animales en sistemas agrosilvopastorales de gran productividad, eficiencia y diversidad. Se argumentará en contra de la tracción animal que los tractores y demás maquinaria agrícola ahorran mucho trabajo y son mucho más potentes y productivos que las caballerías y, a groso modo, es verdad, pero es que se comparan cosas distintas. Un buen caballo de tiro de en torno a 800 kilogramos de peso tiene una potencia de alrededor de 4 caballos de vapor, y eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de comparar la capacidad de trabajo de un tractor de 70 caballos de vapor con la de un caballo percherón, porque, en términos puramente físicos de tracción, el caballo tiene una eficiencia del 20 por ciento y el tractor del 7, o sea que a igualdad de peso el caballo tira más. Eso sí: carece de toma de fuerza o hidráulico. Por eso en Francia muchas explotaciones emplean el tractor en las labores que requieren del hidráulico y los animales para las tareas de tracción ahorrando así costes energéticos.
Vuelve la tracción animal, pero vuelve modernizada: por un lado con aperos más eficientes, más ligeros, más ergonómicos que facilitan el trabajo a labradores y animales y, por otro lado, con un manejo distinto de los animales, dejando de lado la garrota y los malos tratos, desarrollando formas de doma y trato más sensible, más cariñoso y pedagógico, disfrutando de la relación de mutua ayuda que se establece entre animales y humanos. Por desgracia, para el resurgir de la tracción animal en nuestro país, hay también grandes obstáculos derivados del olvido en que dejamos lo rural ante los cantos de sirena de la modernización y urbanización: en los últimos 50 años hemos perdido los aperos, herramientas y oficios relacionados, hemos perdido el saber y la cultura del manejo de las bestias, hemos perdido hasta el patrimonio genético y la diversidad de animales… pero aún así podemos afirmar que de cara a un siglo XXI en que habrá que cultivar cada vez más alimentos con cada vez menos petróleo y, por lo tanto, progresivamente más caro, es lógico pensar que, a no ser que alguien encuentre una alternativa al gasoil para mover tractores, tendremos que recurrir de nuevo a la ayuda de los animales para labrar los campos, para transportar mercancías y gentes, para mover molinos, ingenios… Y este retorno de la tracción animal no solo es que sea lógico e inevitable, es que además es deseable.

Fernando Llorente Arrebola: Gestor Ambiental

 
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