La avutarda común, Otis tarda es el mayor pájaro de la Península Ibérica y la especie voladora más pesada del mundo. Sus poblaciones, que antaño ocupaban las estepas euroasiáticas, sobreviven hoy en determinadas áreas de cultivo extensivo de cereal. Sus colonias se encuentran amenazadas por los trabajos agrícolas, el desarrollo urbanístico y la expansión de las infraestructuras.
Nuestra comarca es uno de los pocos
lugares de España y del mundo donde todavía habitan estos
bellos pájaros. El 4 de junio de 1992 la Comunidad de Madrid
declaró la ZEPA nº 139 «Estepas cerealistas de los ríos Jarama y
Henares». La ZEPA ES0000139 abarca 33.898 ha de 16 términos
municipales de la Comunidad de Madrid, con una altitud entre 610 y
820 m, y campos dedicados principalmente al cultivo de cereal. Sus
límites generales son la frontera provincial, las carreteras M-206,
M-114 y M-103 y, en el borde sur, la base aérea de Torrejón de
Ardoz y la población de Alcalá de Henares, en la que penetra hasta
el casco urbano.
El macho de la avutarda es mucho mayor que la hembra. También su
plumaje es diferente en parte. La cabeza, ancha y aplastada, y el
largo y delgado cuello son de color gris pálido con un tinte que
parece a veces azulado. La parte superior del pecho es de color
castaño vivo y destaca sobre las partes inferiores que son blancas.
A cada lado de la base del pico le nacen unas finas plumas blancas,
que forman un poblado bigote en los machos a partir de los 3 años
de edad. Desde los 6 años en adelante estos bigotes son muy largos
y poblados (120-150 mm). Por su tamaño y desarrollo así como por la
mancha alargada de color oscuro que desde los carrillos baja a lo
largo del cuello, se puede conocer la edad de los machos de las
avutardas. Gran parte de la superficie alar es blanca. Las
primarias y las puntas de las secundarias son marrones oscuras o
negras. Las hembras adultas carecen de los mostachos y de la banda
pectoral castaña, además de tener mucho menor tamaño. Pero ambos
sexos tienen patas largas y pies gruesos y fuertes; el pico es
pardo amarillento con el extremo más oscuro. Los machos tienen muy
desarrollado un saco en la garganta que durante la época de la
reproducción puede inflarse de modo extraordinario. La cola es más
rojiza que el resto del plumaje de las partes superiores y está
franjeada, mostrando cuando la despliegan en abanico y al volar una
banda subterminal negra y otra blanca en el extremo.
Los machos son extraordinariamente corpulentos y pesados. El mayor
peso lo alcanzan en marzo-abril, cuando puede oscilar entre 8,500 y
17 kg. Excepcionalmente se han cazado en España algunos que pesaban
nada menos que 20,500 kg. Los machos jóvenes, que en los dos
primeros años de vida son muy parecidos a las hembras, hasta que
alcanzan la madurez sexual, no antes del cuarto año de vida, vagan
en bandos, juntándose con los machos adultos cuando estos tienen a
sus respectivas parejas incubando.
En vuelo, este gigantesco pájaro resulta espectacular. Sus amplias alas le permiten alcanzar velocidades de hasta 80 km por hora. Al iniciar el vuelo parece que este va a ser torpe y lento. Son reacios a volar, a no ser que se vean muy amenazados.
Aunque los bandos vuelan con potencia, no suelen recorrer largas
distancias y son muy fieles a determinados lugares, no muy
extensos, donde siempre pueden verse, en cualquier estación del
año. Si se les espanta, una vez pasado el peligro vuelven, aunque
con mayor recelo. Son pájaros gregarios, forman pequeños bandos que
se unen entre sí en la época del celo, creando entonces grupos más
numerosos. Incluso, mientras las hembras incuban los machos se
reúnen también formando bandos que los cazadores llamaban
«toradas».
La avutarda es un pájaro silencioso, que solamente de forma
ocasional emite un gruñido sordo que puede significar agresividad o
temor. En función de su gran tamaño y potencia la avutarda es un
pájaro fiero y valiente que no duda en atacar si no puede huir de
sus enemigos. Esto sucede pocas veces, porque posee un sentido del
oído muy fino y una vista muy aguda, y su extraordinaria
desconfianza le permite huir antes de enfrentarse al enemigo. Pero
si queda malherida lanza ataques fieros e inesperados cuando se la
intenta coger, acompañados de silbidos y resoplidos. Es el ave más
asustadiza de Europa; echa a volar cuando un intruso se le acerca a
400 o 500 m; tolera a un tractor hasta los 250 m.
Las avutardas adultas se alimentan fundamentalmente de materia vegetal, en especial de gramíneas, hojas, granos de cereales, hortalizas, leguminosas, y un número incalculable de plantas y flores, sobre todo la vulgar margarita de los prados y el diente de león Taraxacum officinale. Además de su preferencia por las leguminosas, cuando entra en las vides para comer las uvas maduras produce verdaderos estragos. Estas parecen atraerle especialmente y pueden concentrarse muchos pájaros allí, acudiendo desde lugares distantes. También la dieta incluye una considerable cantidad de materia animal, sobre todo en los pájaros jóvenes. Saltamontes, escarabajos, lombrices de tierra, larvas, mariposas y multitud de pequeños y grandes insectos son capturados en primavera y verano por las hembras y los jóvenes, pero también por los adultos. Estos no dudan en comer huevos y pollos de especies que anidan en el suelo, ratones de campo, lebratos, ranas y lagartos.
El acontecimiento más importante en la vida de las avutardas es el espectacular cortejo de los machos a las hembras. Las alas caen entreabiertas hasta que casi tocan el suelo, al principio con la punta de las negras primarias y después levantando estas hasta casi tocar el nacimiento de la cola. El vértice flexor es el que se acerca más al suelo. Las plumas cobertoras alares se adelantan, la cola desplegada en abanico se eleva hasta formar una vertical con el suelo y la cabeza se encoge entre los hombros, hinchando el saco de la garganta en toda su extensión. Este saco o bolsa, que solo posee el macho adulto durante la reproducción, es un ensanchamiento abierto bajo la lengua que se extiende hacia abajo por el cuello hasta alcanzar una longitud no inferior a 20 cm. En conjunto el pájaro, con el plumaje así erizado, recuerda más una bola de plumas blancas y observado desde lejos parece, en una primera impresión, una oveja ocultando las patas. Tan hinchado está el pecho que casi toca el suelo y las plumas que forman el bigote quedan casi verticales.
A la vez sacude con languidez las alas entreabiertas y gira lentamente en el corro de hembras que le contemplan. Normalmente, cada macho se dirige a una determinada hembra delante de la cual parece tener más interés en realizar su cortejo. A partir de los primeros días de abril ya pueden verse los machos diseminados en los campos españoles ocupados en estas muestras espectaculares del celo. Empiezan pronto por la mañana, entre las 7 y las 8 h y las representaciones pueden durar pocos segundos o varios minutos, permaneciendo a veces con el plumaje erizado inmóviles junto a las hembras. El cortejo se repite otra vez a partir de las 4 de la tarde. Parece ser que solamente la fuerte lluvia puede impedir estas representaciones del cortejo. Mientras tanto, las hembras parecen indiferentes a este cortejo silencioso, porque los machos no emiten sonido alguno, sino que buscan el lugar apropiado donde han de anidar. Una vez encontrado, los machos se juntan a ellas y el emparejamiento se produce, casi siempre en los últimos días de abril dependiendo esta fecha de la situación meteorológica de la zona. Las frecuentes lluvias primaverales retrasan por lo menos 15 días la cubrición. Aunque las avutardas son poco dadas a guerrear entre ellas, en estos días del emparejamiento los machos pelean con frecuencia, si bien se observa cierta tendencia en ellos a evitar luchas violentas y continuadas. Más se observan actitudes de amenaza que duras luchas. Quizá, estas se producen solamente cuando un macho extraño se aproxima a una hembra que ya está criando y que es vigilada por el macho con el que se emparejó.
Avutarda euroasiática
Otis tarda
Otitidae
Gruiformes
70-110 cm
2,1-2,4 m
4-16 kg
15-20 años
Residente
Las siembras del trigo y la cebada influyen mucho en el comienzo de la puesta. Las hembras aprovechan el crecimiento de los cultivos para anidar bien a cubierto de los depredadores. La avutarda común no construye propiamente nido y la puesta se produce en una depresión del terreno que suele tener el suelo, cubierta por los tallos de las plantas del lugar donde está situado, que la hembra aplasta con su cuerpo. Se ha discutido mucho si la avutarda es polígama, pero los ornitólogos no se ponen de acuerdo en este punto. En España es normal la puesta de 3 huevos y más rara la de 4. Los huevos son anchos y de forma ovalada o elíptica, a veces muy picudos en ambos extremos. Son muy brillantes y el color general de la cáscara es pardo o verde oliváceo, marcado con manchas y puntos pardos amarillentos, pardos rosados y con manchitas violáceas muy claras y a veces difíciles de ver. Algunos tienen rayas y pequeños puntos marrones, casi siempre concentrados en el extremo más ancho. Su tamaño es parecido al que tienen los de un ganso y desde luego resultan pequeños para tan gigantesco pájaro como es la avutarda común. Las primeras puestas se producen a finales de abril. Solamente la hembra incuba y lo hace durante 25-29 días. Los pollos al nacer son nidífugos y dejan el nido en cuanto están secos. Su plumón es corto y de color mezclado a partes iguales, formando como parches, entre pardo arenoso y pardo oscuro, con una raya oscura en el centro de la espalda que nace en el cuello y varios puntos y rayas negruzcas en la garganta y lados de la cabeza y el cuello. La hembra atiende sola a los pollos mientras los machos se reúnen en bandos que vagan por los campos sin ocuparse de las hembras. Estas buscan insectos y en los primeros días se los dan a los pollos directamente en el pico. Pronto comienzan a salirles las plumas a estos y a las cuatro semanas ya efectúan vuelos cortos, pero la hembra los cuida por lo menos hasta cumplir un mes y medio.
La protección y prohibición de la caza ha contribuido a paliar un
poco los daños que producen, por un lado, los cazadores furtivos y
por otro la destrucción de nidos y huevos por las avanzadas
técnicas agrícolas, en especial el envenenamiento de las cosechas
con plaguicidas. Otra causa de grandes pérdidas son los tendidos de
líneas eléctricas de alta tensión que atraviesan, cada día en mayor
número, precisamente las grandes llanuras donde vive la avutarda,
que en sus vuelos crepusculares o nocturnos choca con los hilos y
muere. Prácticamente no tiene enemigos naturales, solo el
hombre con los medios que ahora tiene a su alcance: rifles de
precisión, vehículos rápidos y sobre todo los tractores con
remolque a los que se han acostumbrado las avutardas y de los que
no desconfían, pero en los que se ocultan los furtivos que disparan
a bocajarro a corta distancia.