Según cuenta la mitología griega Europa era una bella muchacha, hija del rey Agenor. Un día, mientras la princesa jugaba con unas amigas en la playa de Tiro, el dios Zeus puso sus ojos en ella. Para acercarse a la joven el dios tomó la forma de un hermoso toro blanco. Europa, confiada, se sentó encima del animal que se incorporó y se lanzó al mar llevando a la doncella hasta la isla de Creta, donde dio a luz a tres hijos engendrados por Zeus.
Hoy nos preguntamos si acaso Europa, el continente que tomó el
nombre de la hermosa princesa, no ha sido secuestrada por los
intereses más sucios y mezquinos de las grandes corporaciones y los
bancos, para los cuales el único dios verdadero es don dinero.
Nuestro viejo continente ha sido devastado por numerosos
conflictos a lo largo de su historia. Sin embargo, una y otra vez
fue capaz de resurgir de sus cenizas. Después de la Segunda Guerra
Mundial los europeos comprendieron que el futuro y la supervivencia
de Europa pasaban por la unión y la colaboración entre los pueblos.
Entendieron que un país no puede progresar a costa de sus vecinos,
que la paz se debe sustentar en la justicia, no en la fuerza. Los
valores sobre los que se levantó la Unión Europea fueron la
democracia y los derechos humanos. Hoy, ambos están devaluados.
La Europa que nos vendieron era la Europa de los ciudadanos, del
estado del bienestar. Sin embargo, la bella Europa se ha convertido
en un ente extraño y cruel que, como el viejo dios Saturno, devora
a sus hijos.
El desencanto de la ciudadanía es enorme, al ver cómo sus
representantes políticos han hecho un diagnóstico erróneo de la
crisis y centran sus esfuerzos en salvar el euro olvidando a las
personas. Las políticas de talla única propuestas por la UE nos han
metido en una profunda recesión y los ciudadanos se van dando
cuenta de que la crisis no es solo el resultado de una mala
gestión, sino que es un proceso de demolición del estado de
bienestar perfectamente estudiado y dirigido.
Hay algunos poderes que saben que en la división está su fuerza,
por eso tratan de desenterrar viejos dogmas y prejuicios entre los
ciudadanos buscando el recelo mutuo: los españoles somos unos vagos
que nos pasamos la vida de fiesta en fiesta, los italianos unos
mafiosos, los griegos unos corruptos, los franceses unos
chovinistas y los alemanes unos cabezas cuadradas. Nada que ver con
la realidad. Cualquiera que haya viajado un poco sabrá que es de
idiotas generalizar. Personalmente creo que tengo más en común con
mis amigos alemanes, franceses o italianos que con mi vecino.
Rogelio Manzano Rozas