En España sufrimos desde hace muchos, muchos años una epidemia crónica: la caspa. No me refiero a esas escamas de piel muerta que caen de la cabeza y cubren los hombros cual ventisca de nieve, no. Me refiero a esa actitud anticuada, rancia, vulgar, cutre de la que hacen gala muchos personajes públicos en esta curtida piel de toro.
La caspa nos rodea, sin embargo, es algo tan familiar que ya no
nos sorprende, incluso le hemos tomado cierto cariño y a veces nos
hace hasta gracia. No hay que tomarse el asunto a broma, los
casposos pueden parecer sacados de una novela de Valle Inclán o de
una película de Torrente, pero no hay que menospreciar su
inteligencia para conectar con un amplio sector de la población,
que se siente identificado o incluso admira a estos personajes. No
hay que quitar mérito a los casposos, ya que, sin tener oficio,
obtienen beneficio. No hay más que ver el dinero y la fama que
tienen. Alcanzar el sueño de todo español que se precie de ganar
dinero sin dar un palo al agua no es algo que esté al alcance de
todo el mundo.
La caspa ha encontrado en los medios de comunicación el mejor
sistema para llegar a nuestros hogares e instalarse en nuestras
cabezas. La caspa vende mucho y hay medios que viven por y para
ella sin ningún complejo, incluso ondean con orgullo su bandera
casposa.
Son muchos los ejemplos de casposos célebres: ahí está Belén
Esteban, la princesa del pueblo y reina de las audiencias, o a toda
esa corte de afeminados que pueblan los programas de «telebasura».
Entre los políticos casposos tenemos a… perdonen el lapsus, pero en
estos momentos no se me ocurre ninguno que se salve de esta
epidemia.
Sin duda, la variedad de caspa más peligrosa es la que se ha
instalado en los medios de información, radio, televisión y prensa.
De un tiempo a esta parte los informativos, salvo escasas
excepciones, han sucumbido al poder de lo casposo: los telediarios
de la televisión pública parecen haber tomado como inspiración a
Telemadrid, y los periódicos siguen el ejemplo de las revistas del
corazón y demás prensa amarilla, cuando no sucumben al populismo
casposo de los deportes. Conviene recordar que el periódico con más
tirada de España es el Marca. Habría que reinventar la frase de
Marx y decir que en la actualidad «la caspa es el opio del
pueblo».
Quizás la persona que mejor haya retratado el mundo de la caspa
sea Santiago Segura con su saga «Torrente ». Los extranjeros
podrían pensar que sus películas son una alocada ficción, pero los
lugareños sabemos que la realidad supera a la ficción en la mayoría
de los casos.
Rogelio Manzano Rozas