Revista 68
Número 68

MACHOAguilucho Cenizo

La población española del aguilucho cenizo, Circus pygargus, supone aproximadamente el 50 % del total europeo (excluyendo Rusia). Al nidificar en el suelo es una especie particularmente vulnerable a la pérdida de huevos o pollos, tanto por depredación natural como durante la cosecha.

Al comienzo de la primavera los aguiluchos cenizos regresan a las estepas cerealistas de nuestra comarca. Durante la época de cría comparten territorio con el aguilucho pálido, especie muy parecida morfológicamente pero con rasgos que los diferencian claramente, sobre todo a los machos de ambas especies.


El macho adulto del aguilucho cenizo tiene la cabeza, nuca, espalda y dorso de las alas de color gris y su aspecto general, a primera vista, es como el del aguilucho pálido. El macho cenizo tiene una banda negra a través del ala y rayas marrones en los flancos, vientre y muslos. En la base de la cola tiene una zona blanca difícil de ver y más discreta que el aguilucho pálido. Los ojos son amarillos, el pico negro, verdoso en la base de la mandíbula inferior, y la cera y las patas amarillas. Las partes inferiores son blancas, con la garganta y el pecho grises y las primarias de las alas negras, mostrando las secundarias una o dos estrechas bandas negras y el borde posterior del ala gris. El color de la cola es gris pálido y tiene unas finas bandas grises más oscuras.

 

Clasificación científica

Nombre común:

Aguilucho Cenizo

Nombre científico:

Circus pygargus

Familia:

Accipitridae

Orden:

Falconiformes

Longitud:

43-50 cm.

Envergadura: 

105-125 cm.

Peso macho:

275 gr. 

Peso hembra:

375 gr.

Longevidad:

Hasta 15 años

Estatus:

Migrador

En el campo es muy difícil apreciar las diferencias entre la hembra de aguilucho cenizo y la de aguilucho pálido. El obispillo más estrecho no siempre es un rasgo fácil de establecer cuando las dos especies no están juntas para comparar. Las partes superiores son marrones matizadas de rojizo en la cabeza y la nuca y con frecuentes manchas blancas. Las plumas primarias de las alas son marrones y blancuzcas, cruzadas por bandas negras. La cola tiene las dos rectrices  centrales grises y blanco grisáceo las restantes, todas ellas cruzadas por una banda subterminal marrón ligeramente más ancha que las otras cuatro o cinco que llegan hasta el nacimiento de la cola. El obispillo blanco es de menor extensión que el del aguilucho pálido. Las partes inferiores son pardas o rojizas, rayadas de marrón. La cola tiene tres bandas marrón oscuro bien destacadas sobre el fondo grisáceo. Los ojos son marrones y la cera y las patas amarillas. Cuando se ve posada una hembra de aguilucho cenizo la impresión de que su color es, en general, algo más oscuro y contrastado.


Las diferencias más claras del aguilucho cenizo respecto al pálido son que el primero es más pequeño, más grácil y de cuerpo más delgado. Las alas son más puntiagudas y, al igual que la cola, más estrechas y largas. En el color de los machos, además de las primarias negras comunes a ambas especies, cenizo y pálido, tiene una muy característica raya negra cruzando las secundarias, el obispillo es gris o blanco grisáceo y en los flancos tiene unas rayas muy notorias de color rojo acastañado.


Los jóvenes son muy parecidos a la hembra, pero a menudo tienen la espalda y el dorso de las alas de color marrón más oscuro, lo que hace aún más destacado que en la hembra adulta el color blanco del obispillo.
Como en otras especies, la hembra es mayor que el macho, pero le supera mucho más en el peso que en las medidas de alas y cola.

 

Hábitat y costumbres

El hábitat ocupado por el aguilucho cenizo incluye una extensa variedad de biotopos como marismas, páramos y, sobre todo, campos de cereales, especialmente las extensas plantaciones de trigo y avena del centro-oeste peninsular. Es también frecuente en grandes claros de bosques y helechales y se ha visto anidar en laderas densamente pobladas de brezo y retama. No es extraño encontrar a este aguilucho a gran altitud, con frecuencia por encima de 1500  m.


Es un pájaro de vuelo más boyante y ligero que el aguilucho pálido. Se posa corrientemente en el suelo, pero permanece la mayor parte del día volando sobre los campos de forma incansable, descansando en montones de tierra o en lo alto de postes de cercas. También en ocasiones lo hace sobre arbustos o árboles jóvenes. Tiene tendencia a formar grupos numerosos, lo mismo antes de la reproducción que después. Incluso en este periodo pueden anidar muy cerca unas parejas de otras. En especial antes de la emigración se concentran en grupos muy numerosos. Los machos adultos forman concentraciones aparte, al igual que las hembras y los inmaduros. Todos se congregan en carrizales, plantaciones de cereales e incluso en praderas.


Los aguiluchos cenizos cazan volando a baja altura sobre los campos, pero más a menudo bordeando linderos de tierras de cultivo, orillas de arroyos, carrizales y laderas de colinas, parándose en el aire cada poco trecho, levantando las alas y estirando las patas hacia abajo con las garras abiertas. Cuando capturan una presa permanecen un instante en el suelo, matándola y levantando a intervalos la cabeza, mirando inquisitivamente a su alrededor hasta que vuelan con ella a otro posadero donde la despedazan.

 

Alimentación

Sus presas incluyen lagartos, ranas y culebras, micromamíferos, gazapos de conejo y pájaros que anidan en el suelo o acostumbran a volar bajo y, sobre todo, destruye muchos nidos de alondras y bisbitas  y come insectos en el verano.

 

Reproducción

En los primeros días de abril, una vez llegadas las hembras, comienzan los vuelos nupciales, que pueden durar todo el mes si el tiempo es bueno y no llueve con exceso. Como es frecuente que en un reducido territorio se agrupen una docena de parejas, los vuelos nupciales resultan verdaderamente espectaculares, sin que unas parejas interfieran con las otras. Los ornitólogos P. Chiscano y F. Cruz describen así estos vuelos: «Los machos y las hembras vuelan a gran altura describiendo círculos; en un momento dado el macho se tira en picado con alas semicerradas, emitiendo un grito corto y ronco. Se recupera cerca del suelo girando tres veces sobre su eje, hace un par de ondulaciones con alas entreabiertas, todo ello casi a ras del suelo, y ya, paralelo al sembrado, aletea. La hembra ha seguido al macho en su caída, aunque iniciándola un momento después, pero sin girar; contesta al grito del macho con un sonido silbante ¡¡pli-fi-íí !! que a veces parece una especie de relincho, llega a colocarse paralela al suelo, sin realizar apenas ondas y a un nivel superior al del macho. Por último, ambos se elevan juntos describiendo círculos. Una descripción total de estos vuelos exigiría mucho espacio, pero no debe silenciarse lo que se llama simulacro de "entrega del testigo", cuando el macho se lanza sobre la hembra y esta se vuelve enseñándole las garras y silbando agudamente, pero sin que los pájaros lleguen a tocarse».


HEMBRA-EN-NIDO

 

Los nidos se construyen siempre en el suelo con tallos de cereal, gramíneas o hierba seca. Poseen un diámetro de 50-60 cm, a veces menor. Son muy planos y con la copa poco profunda, no superando los 4-5 cm. Suelen protegerlos del viento dominante en la zona y del sol con una especie de muro de plantas, de tal forma que en un herbal o trigal donde hay un nido parece como si en el suelo hubiera estado echado un gran animal, pues la zona abatida supera bastante al diámetro de los propios nidos. La hembra realiza casi todo el trabajo en esta somera construcción, pero el macho trae el material, con frecuencia en las patas.
El número de huevos en cada puesta oscila entre dos y cinco. Aunque puede ser prematura cualquier conclusión, la frecuencia de huevos infértiles en las puestas es de tres en adelante.


Las primeras puestas comienzan entre el 15 de abril, las menos, y a finales de abril, la mayoría, con un intervalo de 24 a 48 horas entre cada huevo y empezando la incubación con el primero, por lo que las diferencias entre los pollos al nacer son muy grandes. La incubación corre exclusivamente a cargo de la hembra. El macho aporta el alimento, generalmente consistente en presas previamente despedazadas, y al acercarse al nido lanza un grito que inmediatamente es contestado por la hembra, que sale a su encuentro y recoge la presa en el aire al modo tradicional de los aguiluchos. Unos 28-29 días dura la incubación, naciendo los pollos en general a finales de mayo. A los diez días ya comienzan a notárseles claramente las plumas del dorso y tienen muy desarrolladas las rectrices . A los 35-40 días, ya emplumados, vuelan muy bien. Mientras no alcanzan los doce días de edad, la hembra los cubre con frecuencia y permanece en el nido. Pero a partir de entonces, y como los pollos se alejan algo y se ocultan entre la vegetación próxima, ella permanece en un posadero no muy distante. Hasta que inician la emigración no se alejan mucho de la zona del nido y efectúan vuelos acrobáticos y ensayos de «entrega del testigo» en compañía de los adultos, formando a veces grupos muy numerosos y chillones.


Hasta mediados de agosto se ven bastantes, jóvenes y adultos, descendiendo después mucho su número hasta que, a primeros de septiembre ya no quedan apenas ejemplares. En el censo realizado en el estrecho de Gibraltar durante el verano-otoño de 1972 fue registrado el paso de un mínimo de 1708 aguiluchos cenizos, la mayoría en los últimos días de agosto y primeros de septiembre, una exigua cantidad que, probablemente, corresponde a parte de la población ibérica. Como los aguiluchos no tienen reparo en atravesar el mar y, por lo tanto, no necesariamente canalizan sus migraciones por los estrechos, se puede deducir que gran parte de la población europea occidental y mucha de la ibérica salvarán el Mediterráneo Occidental en un amplio frente que irrumpe en el norte de África desde Marruecos hasta Túnez.


El aguilucho cenizo se reproduce desde el noroeste de África, en la Península Ibérica, Islas Británicas, Dinamarca y sur de Suecia. Hacia el Este por Asia hasta el río Yenisei, en Siberia, y al Sur hasta el norte de Italia, Rumanía y Ucrania. En Gran Bretaña se estima que es una especie muy escasa.


La población española se ha estimado entre 3000-5000 parejas, distribuyéndose prácticamente por la totalidad del país, y aunque no se conocen tendencias poblacionales de manera fidedigna, se cree que la especie está sufriendo un alarmante declive debido a la intensificación agrícola y la pérdida de una proporción no sostenible de pollos durante la cosecha, aunque ya hay numerosos programas de conservación que tratan de salvar los pollos durante la misma.

 

Problemática a la que se enfrenta

Podemos apreciar que esta bella rapaz necesita en estos momentos de una atención muy especial. Como se ha indicado, durante la época reproductiva su población se asienta de forma mayoritaria en cultivos de cereal de secano que, en los últimos años, vienen siendo cosechados en fechas más tempranas de lo que tradicionalmente se segaba, como consecuencia de la mecanización y del empleo de variedades tempranas. De este modo, con una climatología normal, la siega de los cereales tiene lugar entre mediados de mayo y mediados de junio, precisamente cuando los pollos son pequeños, siendo con frecuencia víctimas de las cosechadoras y empacadoras de paja. En los casos en que resultan ilesos tras el paso de la maquinaria agrícola, tienen que enfrentarse a multitud de problemas, entre los que cabe destacar por un lado los devastadores efectos del sol (con temperaturas superiores a los 45º ), y por supuesto los ataques de numerosos predadores (milanos, zorros, perros asilvestrados, culebras bastardas, etc.) al haber desaparecido de forma súbita la cobertura vegetal que les servía de protección.


En consecuencia, durante las últimas décadas la población de esta especie se ha ido reduciendo de forma sistemática principalmente por las causas citadas, a las que habría que añadir otras como la concentración parcelaria (se cultiva masivamente toda una gran superficie sin existir la tradicional alternancia de cultivos en la misma zona, que permitían disponer de cazaderos al tiempo que la siega era más escalonada), la quema ilegal de rastrojos (que destruye muchos nidos que se habían salvado), el abuso de pesticidas (que les priva del alimento necesario para la reproducción) y otras muchas actividades que degradan de una forma u otra los tradicionales agrosistemas cerealistas. Se convierte así, en conjunto, en la rapaz que más ha disminuido en Europa en los últimos años. Como ejemplo baste decir que en Extremadura, donde se asienta la mayor población europea, ha descendido de 1100 parejas a menos de la mitad en los últimos años.


A falta de una legislación específica que proteja la especie de forma conveniente, son algunas asociaciones conservacionistas quienes, por el momento, están soportando el peso de intentar salvarla de la extinción a la que parece condenada.

 
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