Vivimos en una época extraña
donde los valores tradicionales han sido sustituidos por un nuevo
orden moral. Para dominar a las personas ya no es necesario el uso
de la fuerza, ahora se domina a través del engaño. En la nueva
moral los delincuentes han pasado a ser víctimas y las víctimas
delincuentes. La actualidad nos aporta ejemplos de unos y otros
cada día: ahí tenemos al señor Bárcenas, según él víctima de una
conspiración de los medios de comunicación y de oscuros intereses,
por publicar que podría haber robado la insignificante
cantidad de 48 millones de euros. O, por el contrario, a los
afectados por las preferentes o a los miembros de la Plataforma de
Afectados por las Hipotecas, (PAH) comparados por el gobierno con
los terroristas de ETA. Ahora el éxito de las manifestaciones no se
mide por los ciudadanos que salen a la calle a protestar, sino por
los que se quedan en casa. En esta transmutación de verdad por
mentira las víctimas somos la gente honrada y los ganadores los
jetas y los delincuentes.
Hoy en día parece que la verdad está devaluada y condicionada a
los intereses de aquellos que ven peligrar sus privilegios. En este
sistema corrupto la mayor parte de los hombres, falseando la
verdad, prefieren parecer a ser.
El dinero ha pasado de ser un medio para vivir dignamente a ser un
fin en sí mismo. La sociedad ya no valora el esfuerzo y lo que uno
aporte al bien común, valora la apariencia: no importa que seas un
médico que salve vidas a diario, si tu coche es un SEAT Panda, y
vives en una casa modesta te van a valorar menos que al tonto del
pueblo que se pasea en un descapotable. No importa que seas el
mayor impostor si los domingos acudes a misa a comulgar y a darte
golpes en el pecho… Así nos va.
Un recurso habitual de los infames es la calumnia, ya sabemos que
el problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca
abierta. Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los
débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los
cobardes. La mejor respuesta a los calumniadores es el trabajo bien
hecho y guardar silencio. Mi abuelo solía decir que no hay mayor
elogio que una crítica por parte de un idiota. Por favor, sigan
ladrando.
Rogelio Manzano Rozas