El lago de Bolarque y la sierra de Altomira constituyen uno de los rincones más bellos de la provincia de Guadalajara. Desconocido para la mayoría, solo unos pocos se atreven a llegar hasta aquí después de dejar atrás estrechas carreteras que suben y bajan, pronunciadas pendientes entre precipicios que invitan a no quitar la vista de la carretera ni un segundo.
Fotos: Rogelio Manzano
El lago de Bolarque se creó en el año 1910 cuando se levantó la presa del mismo nombre para suministrar electricidad a Madrid. El lago tiene forma de «V» y en su vértice se encuentra la presa donde se encuentran las aguas del Tajo y el Guadiela. La longitud total del pantano es de 42 km, lo que hace imposible recorrerlo en un solo día si no es en una embarcación de motor.
La mejor manera de conocer el lugar es alquilando una barca o
contratando una excursión en barco en el embarcadero, pues lo
abrupto del terreno y la densa vegetación hacen que sea casi
imposible hacer una ruta a pie.
Desde el barco la vista es espectacular, ya que navegamos entre
cañones muy estrechos y enormes paredes de roca que se sumergen
verticales en las tranquilas aguas de color esmeralda. Durante el
recorrido nos salen al encuentro buitres leonados que habitan en
las oquedades de los cortados, garzas reales, cormoranes y
numerosas especies de ánades, así como diferentes especies de
rapaces. Bolarque también es un paraíso para los amantes de la
pesca, porque en sus aguas habitan lucios, barbos, carpas y
cangrejos.
El lago de Bolarque es la única forma de ver algunos lugares tan
insólitos como espectaculares. Cuando remontamos el Tajo, después
de unas dos horas de navegación, nos encontramos con una imagen que
parece sacada de un cuento: el castillo de Anguix aparece al fondo,
encaramado en lo alto de un empinado cerro desde donde domina todo
el paisaje. Por su cara norte se descubre un abismo que va a morir
en las aguas del Tajo.
La planta actual del castillo es de tipo pentagonal y ofrece
murallas muy elevadas, de unos seis metros de altura, con restos de
torreones cilíndricos en las esquinas. Su estructura gira en torno
a la torre del homenaje o primitiva fortaleza. Antiguamente tenía
un recinto exterior con una barbacana más baja que lo circundaba
por los costados de poniente y mediodía, los más fácilmente
accesibles a la hora de un ataque, mientras que por sus lados de
levante y septentrión, lo abrupto y en pendiente del apoyo impedía
cualquier ofensiva.
En el interior, hoy lleno de escombros por los derrumbes sucesivos
y la acción del tiempo, se encuentra aún la entrada a un aljibe que
ocuparía el patio central. Este patio era muy pequeño, pues la
fortaleza no llegaba a alcanzar los 25 m de longitud en su eje más
largo.
Sobre la esquina suroeste de la fortaleza, se alza la torre del homenaje, hoy parte de su estructura está hundida, pero aun así confiere al edificio su prestancia romántica y evocadora. Esta torre, de doble elevación que el resto de los muros del castillo, es cuadrada y se apoya, en sus cuatro esquinas, en otros tantos contrafuertes circulares. En su centro, todavía hoy se ve un orificio redondo por el que se podía establecer comunicación con el recinto inferior, totalmente cerrado en su origen y hoy visible gracias al desplome de parte de su estructura. En la parte baja de la torre se puede ver un espacio cerrado: se trata de un aljibe, aunque también pudiera ser un calabozo.
El material utilizado para la construcción de esta maravilla
arquitectónica es la piedra y la técnica la del sillarejo, es
decir, la elaboración escasa o nula de la misma. La piedra se
utiliza en la mayoría de estos edificios pues es un material de
enorme dureza y de fácil adquisición debido a su abundancia en la
naturaleza.
Su historia se remonta a época árabe, cuando empieza a aparecer en
las crónicas. Abderramán III cita en sus famosas crónicas la zona
donde se sitúa la fortaleza de Anguix haciendo referencia a su
impresionante morfología, con desfiladeros de gran profundidad y
peñas recortadas.
Debido a los avatares históricos nos ha llegado en evidente estado
de ruina. Con las tropas austriacas, y concretamente con la batalla
de Villaviciosa, el edificio perdió algunas de sus partes. El piso
superior de la torre del homenaje se destruyó por completo, al
igual que otras partes interiores y exteriores del edificio. A
pesar de sus pérdidas todavía se puede observar su
majestuosidad.
El castillo se encuentra dentro de una propiedad privada, vallada
desde la misma carretera, y ni siquiera es posible transitar por el
camino de acceso a Anguix, que también está cortado por una gran
valla, salpicada de carteles que advierten de la existencia de
detectores de presencia humana, por lo que no es posible acercarse
a menos de unos 2 km del castillo.
Según el ayuntamiento de Sayatón, a cuyo término pertenece Anguix,
al formar parte del patrimonio nacional los propietarios deberían
facilitar su visita un día a la semana. Pero debido a su estado de
ruina el acceso ha sido suspendido hasta nueva orden.