Medio Ambiente
El Gobierno regional de Madrid aprueba la «captura y muerte de cualquier ejemplar» para combatir la proliferación de unas especies exóticas muy agresivas con las autóctonas.
La proliferación en apenas cinco años de dos tipos de cotorras, la argentina y la de kramer, y de los mapaches, ha convertido a estas especies exóticas, hasta diciembre de 2011 vendidas como mascotas, en tal amenaza para la flora y fauna autóctonas que el ejecutivo de Ignacio González ha aprobado la «captura y muerte de cualquier ejemplar» antes de que se conviertan en una plaga imposible de erradicar. «Todavía estamos a tiempo de controlar el incremento de sus poblaciones», observa Felipe Ruza, subdirector general de Conservación del Medio Natural. Aunque se propuso incluirlo, el visón americano no se incorporó a la lista para evitar confusiones, dada su semejanza con la gineta, el turón o la garduña.
El boom de estas especies, consideradas erróneamente de compañía,
ha sido tan rápido y en tan corto lapso de tiempo que la misma
Comunidad desconoce el número de cotorras enemigas, caracterizadas
por ser particularmente agresivas con palomas y gorriones, a los
que obligan a emigrar, y transmitir al hombre la ornitosis. En
cuanto a los mapaches -ligados a ecosistemas acuáticos frente a las
cotorras, más urbanitas-, desplazan de su entorno a las nutrias al
formar núcleos familiares de 15-20 individuos y su dentellada es un
transmisor potencial de la rabia y otras enfermedades parasitarias.
El Gobierno regional ha capturado 300 en los últimos cuatro
años.
La declaración de guerra del Gobierno regional a las ruidosas
psitácidas y al mamífero norteamericano figura en una disposición
de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio
publicada el pasado lunes en el Boletín Oficial de la Comunidad de
Madrid (BOCM). En ella se fijan las limitaciones y épocas hábiles
de caza para la temporada 2013-2014. El artículo 22, con el que por
primera vez se regulan de una tacada las «medidas de lucha contra
las especies exóticas invasoras», agiliza sobremanera los trámites
burocráticos. Sin esperar a que se lo pidan, el Ejecutivo
autonómico permitirá la eliminación de las especies referidas
«durante la práctica de cualquier actividad cinegética autorizada,
incluidas las contempladas durante el período hábil de caza» y en
los 179 municipios de la región «durante todo el año y en todos los
terrenos sobre los que ostenten su titularidad, gestión o
administración».
Un ciudadano corriente, a no ser que tenga permiso de caza, no
podrá participar en las labores de combate a los invasores. Serán
tarea exclusiva del personal de los ayuntamientos o de las empresas
especializadas contratadas para la erradicación de la plaga. Los
operarios «no podrán llevar a cabo actuaciones con métodos de
control químicos o no selectivos». Esto es, no podrán emplear
veneno y deberán acotar sus objetivos. La captura con armas de
fuego requerirá la autorización expresa previa de la Consejería.
«Lo normal es usar cajas-trampa en el caso de los mapaches, o redes
de cañón disparadas con una escopeta especial para las cotorras»,
explica Ruza.
En el caso de las aves, que se asocian en grupos de 15 a 40
ejemplares, los operarios también tendrán vía libre para derribar
con palos sus descomunales nidos, que suelen construir
preferentemente en las horquillas de los plátanos o los entramados
de los cedros y que pueden alcanzar los 50 kg de peso. «Las
cotorras se han convertido en un problema de orden público en
algunos barrios de Madrid, sobre todo en el Retiro y las cercanías
de la Casa de Campo», apuntan en la Comunidad, en especial por lo
ruidosas que resultan y por su apetito voraz. «Cada vez que se
resiembra el campo de golf aparece un comando de cotorras y
arrambla con las semillitas», cuenta un habitual del Club de Campo.
El tercio norte de la región escapa del área de influencia de las
aves oriundas de Sudamérica, aunque últimamente ya han extendido
sus redes a zonas agrícolas.
Desde que algunos ejemplares fueron abandonados o se escaparon de
sus hogares, los mapaches, más campestres, se han extendido desde
el Parque Regional del Sureste por las cuencas del Jarama y del
Tajo. Desde Toledo a Guadalajara. «Se pusieron de moda porque eran
la mascota de Pocahontas [protagonista de una película de la
factoría Disney] y a ver ahora cómo los contenemos antes de que sea
irremediable», reflexiona Ruza. No parece que la Comunidad vaya a
tener piedad.