Nuestros antepasados nos dejaron
un legado rico y variado, sin embargo, en unos pocos años hemos
perdido los paisajes de nuestra infancia donde recordar nuestro
pasado. La dehesa donde hacíamos cabañas hoy es una urbanización,
el antiguo Ayuntamiento donde nos reuníamos en la adolescencia,
ahora es un solar, las eras donde jugábamos al fútbol hoy están
valladas y ocupadas por casas adosadas.
Hasta los años ochenta España, gracias a su aislamiento, se
conservó casi intacta. Su escaso desarrollo económico fue la mejor
garantía para mantener nuestros espacios naturales.
Desgraciadamente, la economía especulativa de la segunda mitad del
siglo pasado acabó en pocos años con un patrimonio que había pasado
de generación en generación.
En lugar de utilizar el rico patrimonio heredado de nuestros
antepasados como la base para un desarrollo sostenible y preservar
todo lo bueno de la herencia recibida, a menudo se ha utilizado la
destrucción de este legado como base de un crecimiento
insostenible.
Cualquiera que haya viajado un poco por Europa se habrá dado cuenta
de que la mayoría de los países han salvado sus campos, bosques y
construcciones haciendo del patrimonio natural y cultural su mejor
seña de identidad. Es admirable ver como los campos y pueblos
europeos conservan todavía la belleza y el sabor de antaño,
manteniéndose al margen de la locura inmobiliaria y la corrupción
que ha arrasado nuestro país.
Cuando viajo por nuestros pueblos a menudo siento una gran tristeza
al ver el abandono de muchos lugares: castillos, iglesias,
palacios, plazas y monasterios en estado ruinoso son tratados con
desdén por políticos instituciones y vecinos. Lugares que en otro
país serían objeto de orgullo aquí nos meamos en sus
paredes.
Es fundamental que la cultura ocupe un lugar protagonista como
factor de desarrollo. Hasta ahora, el modelo económico convencional
ha marginado las dimensiones social, artística y ecológica en
beneficio de la economía especulativa, además de no tener en cuenta
las culturas locales, los valores patrimoniales y el capital
medioambiental.
Existe un proverbio africano que dice: "No heredamos la tierra de
nuestros padres, la pedimos prestada a nuestros hijos". Algún
día habrá que rendir cuentas por el expolio de un patrimonio que no
nos pertenece.
Rogelio Manzano Rozas