Unas breves reflexiones veraniegas contra la ignorancia y sus atrevimientos.
Cuando escribo estas letras acabamos de salir de la primera ola de calor pero es cierto que el verano de 2013 retrasó su llegada y tuvimos una primavera inusualmente larga, lo que, unido al rumor que corrió por internet de que este año no iba a haber calor estival fue aprovechado por algunos agudos analistas de barra de bar y de la FAES para afirmar que el cambio climático no existe y que se trata de un invento de la comunidad científica internacional en alianza con los ecologistas para amargarnos la vida. El cambio climático no supone una subida ordenada de todas las temperaturas todo el tiempo sino una subida de las temperaturas medias y oscilaciones más radicales tanto de las mínimas como de las máximas, así como un incremento de fenómenos catastróficos como las inundaciones del Danubio, del valle de Arán o los tornados devastadores de USA. La ignorancia es muy atrevida y en nuestras sociedades se difunde masivamente sobre todo cuando nos referimos a la naturaleza. Valgan algunos ejemplos: hace poco escuché en la radio a un locutor afirmar que una ciudad estaba "totalmente rodeada de naturaleza". Y uno se pregunta de qué otra cosa está rodeada cualquier ciudad o pueblo de este planeta. Incluso Tamanraset, en el centro del Sáhara, está rodeada de naturaleza, naturaleza. árida y desértica, pero naturaleza. Es más, las propias ciudades son naturaleza transformada, artificializada, y todo lo que en ellas hay, desde la energía al agua o los materiales, procede de la naturaleza; como naturaleza son las personas que en ellas viven. Otro ejemplo: alguien decía, y es opinión bastante extendida, que no se entiende para qué existen algunas especies animales que parece que no sirven más que para molestarnos. En esta categoría de animales sin utilidad o prescindibles se suele incluir a las moscas, mosquitos y otros insectos, a los parásitos, etc. Pues bien, tanto la Biología como la Ecología han mostrado como todas y cada una de las especies que comparten este planeta tienen una función, una utilidad, un sentido vital y la única especie que tiene que demostrar su utilidad es la humana... De momento, con nuestra explosiva demografía, nuestro tremendo poder destructivo y nuestra siempre creciente ambición no parece que estemos sirviendo de mucho desde el punto de vista del mantenimiento de la vida en la Tierra.
En esta difusión masiva de ignorancia ecosocial tiene un papel
destacado la manipulación y perversión del lenguaje: así, un
término como "sostenibilidad", acuñado en su día como una
estrategia de rectificación o corrección del desastre ecológico al
que nos encaminamos, ha sido usurpado por los neoliberales, que
cuando lo aplican a las cuentas públicas, a la sanidad o la
educación en realidad están hablando de privatizaciones, de
recortes, de más desigualdad social y más insolidaridad... El colmo
de la maldad ideológica y la estulticia lingüistica es referirse al
desarrollo y crecimiento sostenible en vez de sostenido. Ya
explicamos anteriormente en estas páginas que el crecimiento
infinito es, por definición, insostenible y además imposible en un
mundo finito.
Por último: en el lugar que habito, hace 14 años, un niño de los
que asistían a los campamentos de verano que organizábamos capturó
138 saltamontes vivos de diversas especies en solo 5 minutos. Hoy
en un par de horas de paseo por el mismo lugar ¡no he visto ni uno
solo!... Se han extinguido, y habrá quien piense que eso importa un
carajo, pero se trata de una señal de alarma más, de una pérdida
irreparable que afecta a todas las especies que se alimentaban de
ellos, ya sea vivos o muertos, una deuda más que hemos contraído
con las generaciones venideras y otro motivo de tristeza e
indignación contra tanta ignorancia e inconsciencia.
Que paséis buen verano y, por favor, no piséis a los saltamontes,
arañas, hormigas y demás pequeños seres. Porque son más útiles y
necesarios que toda nuestra clase política corrupta y caciquil y
encima no nos crujen y parasitan con sus impuestos, sus sobres y
sobresueldos, sus privatizaciones y su insultante estupidez.
Fernando Llorente Arrebola