Revista 72
Número 72

retrato sillaJusto Gallego

El loco de la catedral

 

Loco para unos, genio para otros, marginado en su pueblo y admirado en el mundo, Justo es un espíritu libre, un anarquista místico que a nadie deja indiferente.

Dicen que la fe mueve montañas, con ella Justo levanta una catedral. Este hombre enjuto, de ojos pequeños y penetrantes y tocado con un gorro rojo de lana lleva más de 50 años levantando prácticamente solo una catedral. Él mismo se define como un exagerao, todo lo lleva al límite. Dice que su fuerza viene del cielo, de lo más alto. Así debe de ser porque un cuerpo tan ajado no puede irradiar tanta energía. A Justo no se le va la fuerza por la boca, piensa que la mejor manera de decir es hacer. Tan cansado estaba de contar su historia a cada uno de los curiosos que se acercan hasta su catedral que redactó un texto que comienza así: «Debido a mis problemas de afonía, les ruego eviten hacerme hablar. Si desean información, lean este cartel».


Justo Gallego vino al mundo el 20 de septiembre de 1925, en Mejorada del Campo. Sus padres, Félix y Atanasia, eran labradores que contaban con un buen patrimonio en tierras de labranza. En 1936 comienza la Guerra Civil y muere su padre. Con solo diez años Justo tiene que abandonar la escuela para ayudar a su madre en las labores del campo. Fueron años difíciles, una mujer sola con tres hijos pequeños a los que sacar adelante en la crueldad de la guerra y en el hambre de la posguerra. El carácter de su madre, trabajadora, muy estricta y creyente en Dios marcó para siempre la vida de su hijo pequeño que tomó esas cualidades como ejemplo de superación. A los veintiún años Justo ya sentía una clara inclinación por la vida contemplativa y el misticismo, que acentuó su carácter reservado y solitario.


A los veintisiete años ingresó en el convento de clausura de Santa María de Huerta en la provincia de Soria. Allí permaneció ocho años hasta que cayó enfermo de tuberculosis y fue expulsado por miedo al contagio del resto de los monjes. Regresó a Madrid donde, después de un año de tratamiento, la penicilina produjo el milagro de la sanación. Justo regresó al convento, pero la comunidad de monjes lo miraba con recelo. Largos periodos de ayuno, trabajo físico intenso y un misticismo exacerbado no encajaban en la rutina y la calma de la vida contemplativa del convento. Los monjes temían por su salud mental y Justo tuvo que abandonar definitivamente el convento.


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Este suceso provocó en él una profunda crisis personal. De regreso a Mejorada Justo evitaba el contacto con los vecinos y solo salía a la calle para asistir a misa. En el trayecto no saludaba a sus amigos, no miraba a las chicas. No quería dar explicaciones.


El aislamiento llevó a este campesino a una catarsis personal que le hizo buscar un proyecto, una misión para dar sentido a su vida. El día del Pilar tuvo una revelación: construiría una catedral en honor de la patrona de la Hispanidad. Así empezó todo. Al igual que don Quijote empezó a comprar libros de caballería, Justo fue adquiriendo libros de catedrales y castillos y cogiendo ideas de aquí y allá para acoplarlas a su proyecto. Cuando lo tuvo claro, construyo con palitos una pequeña maqueta y se lanzó a realizar su sueño. Sin planos, sin proyecto, sin conocimientos de arquitectura o de albañilería. Todo estaba en su cabeza. Disponía del terreno, de un viejo Land-Rover y de toda una vida para hacer realidad su idea.
Una fábrica de ladrillos del pueblo le fue donando todo el material defectuoso y con esa materia prima fue levantando su templo. Poco a poco, sin pausa, la catedral iba tomando forma. El pueblo iba creciendo y los bloques de pisos iban ocupando las tierras de labranza que rodeaban la obra de Justo. Los vecinos empezaron a llamarlo «El loco de la catedral» incapaces de reconocer y valorar al personaje excepcional que tenían como vecino y el mérito de su trabajo.


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Para financiar su obra fue vendiendo las propiedades que tenía, poco a poco se fue deshaciendo de todo su patrimonio e invirtiendo su capital en comprar material o contratar esporádicamente algún peón de albañil que le echara una mano. Sus sobrinos también lo ayudaron en un principio pero luego se casaron y desaparecieron. En los últimos 20 años Justo ha encontrado un ayudante de confianza, Ángel, a quien encomienda numerosos trabajos: suya fue la idea para hacer las vidrieras y también otras ocurrentes soluciones.


Hace unos años Justo protagonizó la campaña publicitaria de una famosa marca de refrescos. Por el anuncio le pagaron 36.000 euros, pero gracias a esta publicidad su obra pasó a ser conocida en todo el mundo y a través de donaciones particulares consiguió más de 300.000 euros que inmediatamente se invirtieron en la catedral. Liquidado todo su patrimonio, se financia gracias a las donaciones de particulares y a vender recuerdos de su catedral: llaveros, vídeos, libros y calendarios son los souvenirs más corrientes, pero el mejor regalo es compartir con él unos momentos.


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Unos jóvenes arquitectos visitaron la obra el año pasado y cuando vieron cómo estaba hecho el edificio dijeron: «Estupendo, 5 años de carrera a tomar por culo». Por lo visto, la estructura y edificación no siguen ninguna de las reglas básicas de la construcción moderna. La verdad, es asombroso que una persona sin ninguna formación haya sido capaz de levantar algo así.


Arquitectos de todo el mundo han quedado maravillados con la obra de Justo Gallego. El famoso arquitecto Norman Foster tras su visita a Mejorada del Campo dijo de la catedral de Justo: «Es lo más impresionante que he visto nunca».


Esporádicamente, algunos veranos acuden grupos de jóvenes, mexicanos y alemanes principalmente, para echar una mano en la obra de modo altruista. Los alemanes, que sabemos cómo son de serios en el trabajo, le dijeron a Justo el año pasado «esto en Alemania ya estaría terminado», a lo que Justo respondió: «es lo bueno de ser españoles», que somos así. Todos los visitantes se quedan impresionados ante esta titánica empresa; unos lloran de emoción y otros recuperan la fe perdida en Dios, pero sobre todo la fe en el ser humano.


Justo Gallego practica el sacrificio como redención, el trabajo como penitencia. Cree que la gente pierde el tiempo, que el ser humano podría hacer maravillas. Piensa que en lugar de trabajar las personas se quejan por todo, que no hay ideales ni confianza.


El futuro de la catedral de Justo en Mejorada del Campo es incierto. La burocracia implacable puede acabar con cincuenta años de duro trabajo, con un ejemplo de superación único en el mundo, con una obra de arte de la cual el Ayuntamiento del pueblo debería estar más que orgulloso porque lo ha hecho famoso en todo el mundo. Al no tener ningún tipo de licencia para levantar su catedral, el Ayuntamiento de Mejorada puede acabar derribando el edificio.


La construcción de la catedral no está oficialmente reconocida por la Iglesia ya que se ha hecho sin permisos. Las autoridades municipales admiten que durante años miraron hacia otro lado «en parte por el cariño del pueblo hacia Gallego y también porque pocos pensaban que tendría éxito». La intención de Justo es legar la catedral a la Diócesis de Alcalá de Henares. Sin embargo, el vicario y consejero legal Florentino Rueda asegura que la catedral de Justo es «admirable y me arrodilló ante su fe», pero manifiesta que las «construcción es ilegal, lo que significa que podríamos heredar un problema». Rueda asegura que no quieren ser los malos que derriben la catedral y que les gustaría legalizarla, pero se pregunta cuánto costaría y si alguien se hará cargo del seguro.


Mientras tanto, Justo trabaja sin descanso todos los días menos el domingo. Ante las insistentes preguntas de los curiosos que no se han leído el cartel de la entrada sobre cuándo tiene previsto acabar la obra, él siempre responde lo mismo: «No existe fecha prevista para su finalización. Me limito a ofrecer al Señor cada día de trabajo que Él quiera concederme y a sentirme feliz con lo ya alcanzado. Y así seguiré. Hasta el fin de mis días, completando esta obra con la valiosísima ayuda que ustedes me brindan. Sirva todo ello para que Dios quede complacido de nosotros y gocemos juntos de Eterna Gloria a su lado».

 
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