Gracias a Justo Gallego, Mejorada del Campo es conocida en todo el mundo. La obra de este anciano de 88 años es tan compleja como insólita, tan ambiciosa como modesta.
La localidad de Mejorada del Campo muy próxima a la capital no dejaría de ser una ciudad dormitorio más en la periferia de Madrid si no fuese por la catedral de Justo Gallego. Mejorada ha sufrido una transformación radical en las últimas décadas, de ser un pequeño pueblo agrícola se ha convertido en una ciudad dormitorio donde han proliferado las nuevas construcciones y bloques de pisos uniformes han ido ocupando las tierras de labor y los corrales. La proximidad del Aeropuerto de Barajas se hace notar cada pocos minutos por el estruendo que provocan los aviones que sobrevuelan el pueblo.
Es difícil definir este singular edificio, al igual que es difícil
comprender las motivaciones de su creador. Justo y su catedral son
la misma cosa. El templo va tomando forma día a día, sin prisa pero
sin pausa. Desde hace cincuenta años Justo ha entregado su vida a
realizar su sueño, levantar una catedral. Su fe cristiana lo ha
hecho duro y tenaz a la vez que flexible y ocurrente. Nada ni nadie
se va a interponer en su misión.
Además de los turistas y curiosos que visitan la catedral todos
los días, especialmente los fines de semana, algunos vecinos o
amigos, casi todos ellos jubilados, se acercan a ayudar en lo que
se puede, hacer la comida, algún recado, dar consejo o
compañía...
Cuando en 1961 Justo comenzó a levantar su catedral en un solar de
su propiedad jamás pensó que iba a necesitar planos de la obra, un
proyecto técnico, los permisos del ayuntamiento, etc. Él lo tenía
todo muy claro en su cabeza. Poco sabía entonces de trámites
burocráticos ni de planos, ni siquiera de albañilería. Jamás había
estado en una catedral, pero después de leer varios libros sobre
catedrales y castillos medievales tenía muy clara la idea de lo que
quería construir: era un templo de estilo similar al románico pero
más luminoso. También ha añadido algunos elementos más actuales;
así la cúpula del templo trata de imitar la del Vaticano, la
entrada está inspirada en la Casa Blanca y una famosa esquina de la
Gran Vía madrileña también ha servido como modelo para Justo.
Podríamos decir que la catedral es un ejemplo de reciclaje, la escasez de medios materiales ha hecho aguzar el ingenio para sacar el máximo rendimiento a los pocos recursos disponibles. Esta austeridad imprime un carácter único a cada uno de los elementos del edificio. Todos los materiales han sido donados por empresas de la construcción. Los ladrillos defectuosos desechados por la fábrica son la materia prima que da forma a los muros, los restos de cristales son la base para las luminosas vidrieras, una rueda de bicicleta cumple a la perfección la función de una polea. En la catedral de Justo no hay nada superfluo, todo es útil. Los objetos de uso cotidiano cobran aquí una nueva dimensión: los bidones vacíos de gasolina sirven de molde para las altísimas columnas, para hacer las barandillas usa botes de Cola Cao rellenos de hormigón. Un elemento fundamental son los muelles, de diferente longitud y diámetro. Justo los usa para casi todo: como estructura para todo tipo de arcos, para hacer el perímetro de los escalones, como base de los capiteles y las columnas… La polivalencia de este elemento ha aportado soluciones novedosas a numerosos problemas técnicos.
Justo ha levantado su templo siguiendo el esquema de las
catedrales románicas. La catedral tiene 25 m de ancho por 50 de
largo, posee 25 cúpulas, cripta, baptisterio, dos sacristías y
cinco viviendas donde se alojan los voluntarios que algún verano
han venido a ayudarlo. La planta de su catedral se compone de tres
naves, la central es más ancha que las laterales. Todas ellas están
cubiertas por bóvedas de medio punto, todavía inacabadas, en cuya
estructura de varillas de hierro han construido sus nidos las
laboriosas golondrinas.
La nave central está rodeada por un triforio que ofrece unas
vistas espectaculares de todo el recinto
La cabecera se organiza en un gran ábside donde se coloca el
altar. En la parte central de la catedral, se alza la impresionante
cúpula inacabada de casi 40 m de altura. La cubierta está hecha con
chapas superpuestas unidas a una estructura metálica y cubiertas
con hormigón. La luz entra por los huecos de las ventanas o por los
rosetones, reflejando sus colores en las paredes y el suelo. Las
vidrieras tienen un papel fundamental en la catedral de Justo. Él y
su ayudante, Ángel, dibujan sobre los cristales motivos y figuras,
generalmente inspirados en la iconografía cristiana, como pueden
ser corderos o palomas, aunque también podemos encontrar a los
reyes de la baraja española. Laboriosamente untan con pegamento una
pequeña superficie que luego cubren con mucho cuidado con
cristalitos de colores entre los que predominan el rojo el amarillo
y el azul.
Como toda catedral dispone de una cripta, accesible tanto por la
nave principal como por el patio a través de una puerta lateral.
Sus paredes están cubiertas por pegotes de cemento cuidadosamente
dispuestos que posteriormente se han pintado con purpurina
dorada.
El claustro se sitúa en un lateral de la nave central y tiene dos
alturas, con amplios ventanales jalonados por numerosas columnas.
Desde esta perspectiva uno no puede dejar de maravillarse del
monumental trabajo hecho por este hombre enjuto y nervioso que se
mueve por los tejados y andamios con la agilidad de un funambulista
y que solo descansa los domingos.
Al margen de los grandes elementos arquitectónicos la catedral está llena de detalles que sorprenden en cada rincón: las cabezas de cristo ensartadas en varillas de hierro, vírgenes que aparecen súbitamente en un rincón o en medio de un pasillo, frases enigmáticas escritas con tiza en la pared…
Llama la atención que los trabajos no parecen acompasados;
mientras hay partes que están casi acabadas, hay otras mucho más
atrasadas. Esto se debe a que la consigna es no parar. Cuando
llueve o hace mal tiempo en el exterior se trabaja dentro, cuando
no hay materiales para acabar una parte se trabaja en otra.
Que nadie espere encontrar en la catedral de Justo la perfección
en las formas o un orden lógico en el sistema de trabajo. Para
Justo lo más importante es resolver, si se tiene una carencia
material o técnica se improvisa con lo que hay más a mano, lo
importante es continuar. La vida es corta y el camino es largo. No
hay tiempo que perder.