Revista 73
Número 73

Panoramica-okPuebla de la Sierra

Lejos de las autovías y carreteras principales que surcan la Comunidad de Madrid, escondida, casi oculta y desconocida para la mayoría, Puebla de la Sierra renace hoy gracias a que ha sabido recuperar el modo de vida de las gentes de antaño, sin renunciar a los avances técnicos del presente.

 

La orografía y el paisaje que rodean este hermoso pueblo al norte de la Comunidad de Madrid, en la misma frontera con la provincia de Guadalajara, son duros y agrestes pero también extraordinariamente bellos. Puebla de la Sierra dispone de menos horas de luz solar que otros pueblos vecinos. Su situación, en un anfiteatro definido por montañas de más de 1800 m. hace que sus días sean más cortos. Montañas seguramente bautizadas por pastores dominan el horizonte agreste; el pico de la Tornera de 1866 m. la Peña de la Cabra con 1834 m. o el Porrejón Bajero con 1350 m. rodean, casi abrazan, el núcleo urbano.


Las dos carreteras que comunican el pueblo con el resto del mundo serpentean entre montañas y barrancos, antaño poblados por robles que el ICONA arrancó para posteriormente plantar pinos. Afortunadamente todavía se conservan amplias zonas de robledal autóctono. En los alrededores del pueblo todavía es posible encontrar numerosos ejemplares centenarios. La jara y la maleza han ido conquistando las antiguas sendas y pastos usados antaño por los rebaños de cabras y ovejas, así como las escasas tierras empleadas para cultivar cereal (trigo, avena y centeno principalmente). Como dato curioso y revelador hay que decir que en Puebla de la Sierra nunca hubo carros ni ningún otro tipo de maquinaria provista de ruedas. El terreno escarpado y agreste y la angostura de los caminos hacían inviable el uso de cualquier tipo de transporte que no fuesen los lomos de mulas, burros o caballos.


A pesar de ser un pueblo pequeño, Puebla de la Sierra tiene uno de los mayores términos municipales de toda la provincia de Madrid, 5700 ha. El pueblo más cercano es Prádena del Rincón a 18 km. siguiendo la carretera M-130 que alcanza en algún punto los 1600 m. de altura.


Es posible que el origen de Puebla de la Sierra sea un pequeño asentamiento árabe. Tras la reconquista y por razones defensivas, los reyes cristianos fomentaron nuevos asentamientos en toda la comarca, con colonos vascos y navarros principalmente.


A finales del XIII, la entonces llamada aldea de la Mujer Muerta estaba en manos de un arcediano madrileño que la recibió de Sancho IV y la permutó más tarde por otra aldea. El Señorío era solo jurisdiccional, ya que las tierras pertenecían al común de Villa y Tierra, organización que ya estaba constituida en dicha época.
En 1490, para compensar el aislamiento y la lejanía que dificultaba su gobierno, recibió de Íñigo López de Mendoza, el célebre Marqués de Santillana, el título de villazgo. Por él adquiría la villa jurisdicción propia. El concejo de Puebla se reunió en el pórtico de la iglesia hasta la segunda mitad del XVI, cuando se construyó el primer ayuntamiento. También en estos años se levantó la fragua que todavía usan los vecinos y la fuente vieja que aún se conserva. En 1562 se construyó la Ermita de la Soledad, también hoy en uso, que se utiliza como lugar de enterramiento y que pertenecía a la Cofradía de la Vera Cruz.


Uno de los momentos de mayor importancia demográfica de Puebla se produjo en el siglo XVIII: en 1768 contaba con 313 habitantes. Los vecinos vivían de la ganadería, básicamente lanar, la agricultura de secano (centeno y trigo) y la de regadío (lino y huertos), además de las colmenas y el aprovechamiento del bosque.
En el siglo XIX se sucedieron las distintas medidas que pusieron fin al Antiguo Régimen: abolición de los señoríos, división provincial, desamortización religiosa y civil. Las tierras de Puebla que salieron a subasta pública (el 70 % del término) quedaron en su mayor parte en manos del común de los vecinos.

 

El siglo XX comenzó con la población estabilizada. Durante la Guerra Civil se destruyó el ayuntamiento y se quemaron las imágenes de la iglesia. En los años 40 fue objeto de la actuación del programa de Regiones Devastadas y se reconstruyó la Casa Consistorial, urbanizándose también la plaza.


A mediados del siglo XX el municipio casi se quedó sin vecinos debido al aislamiento geográfico y al abandono por parte de las instituciones. Un dato revelador es que la electricidad no llegó a Puebla hasta 1975. En el año 1991 tan solo había 48 personas censadas. De forma paralela se produjo la práctica desaparición de la producción agropecuaria y la extensión de la superficie de bosque, por las repoblaciones realizadas en los montes. En el año 1989 solo se cultivaban 3 ha y apenas quedaban 100 ovejas y 150 cabras.


Afortunadamente, Puebla de la Sierra ha resurgido de sus cenizas gracias a que algunos jóvenes que en su día emigraron a la capital han regresado. Algunos de ellos han recuperado la tradición ganadera del pueblo. En Puebla también han encontrado refugio algunas personas que buscaban la libertad y la tranquilidad que no encontraban en la ciudad. Entre los nuevos vecinos hay que destacar al colectivo de Los Apisquillos, un grupo de jóvenes que han encontrado en las escarpadas laderas y los profundos barrancos el entorno ideal para desarrollar un modo de vida alternativo, recuperando la tradición ganadera de la comarca. Gracias a los nuevos pobladores el censo del pueblo ha crecido en los últimos años hasta alcanzar los 104 habitantes y los niños vuelven a jugar por sus calles.


Puebla de la Sierra es hoy un pueblo cuidado y tranquilo y muchas casas aparecen recién restauradas conservando el tradicional estilo de la arquitectura serrana, más propia de los pueblos de la arquitectura negra de la Sierra Norte de Guadalajara. La pizarra y el gneis son las materias primas de la mayoría de las construcciones. Las calles son estrechas y están conectadas por angostos callejones por donde apenas cabe una persona. La escasez de medios obligó a los vecinos a compartir recursos como la fragua o los dos molinos con los que contaba el pueblo. El molino de abajo estuvo funcionando hasta los años 60 y últimamente ha sufrido una restauración muy agresiva y poco respetuosa.


Hay que destacar la recuperación de costumbres serranas y oficios antiguos como por ejemplo la fiesta del esquileo. También se ha mantenido viva la fiesta del carnaval, la tradicional vaquilla y la Botarga, única en la Comunidad de Madrid, donde una persona ataviada con una piel de cabra y numerosos cencerros simula atemorizar a los asistentes.


A duras penas Puebla de la Sierra ha conseguido mantenerse al margen de la fiebre del ladrillo que ha arrasado todo el país. Algunos promotores han querido sacar tajada del privilegiado entorno y, mediante engaños y sobornos han intentado urbanizar cañadas y los escasos espacios llanos usados como eras o huertos. Afortunadamente, la burbuja inmobiliaria les explotó en la cara. Sin embargo, lejos de renunciar al pastel todavía se puede ver trabajando una triste excavadora haciendo zanjas.

 

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