Es bastante común en la Península Ibérica, con frecuencia convive con los seres humanos en edificios de pueblos y ciudades donde causa espanto e incluso repugnancia a parte de la población (saurofobia) aunque es totalmente inofensiva y muy beneficiosa.
La salamanquesa común Tarentola mauritanica es un pequeño reptil de la familia Gekkonidae ampliamente distribuido por los países de la cuenca del Mediterráneo. En la Península Ibérica pueden encontrarse únicamente dos especies de gecos. La ausencia de fósiles y su marcado carácter antropófilo apoyan la hipótesis de que ambas especies fueron introducidas tal vez hace unos miles de años mediante el comercio de mercancías procedentes de África en el caso de Tarentola mauretanica y de Asia en el caso de Hemidactylus turcicus.
Los adultos pueden llegar a medir de 5 a 15 cm, más una longitud similar o poco más para la cola. El lomo, las patas y la cola tienen bultos cónicos prominentes. Su cuerpo es robusto y aplastado y su cabeza grande y ancha, triangular y separada del cuerpo por un cuello marcado. Cuando pierde su cola puede regenerarla, aunque la nueva es más lisa y carece de bultos. Su color habitual es un gris pardo o marrón, con variaciones desde el gris blanquecino hasta el casi negro y con manchas más claras y oscuras; el vientre es blanquecino. Sin embargo, su color cambia de intensidad dependiendo de la luminosidad que recibe su piel: cuando se encuentra activa durante el día el color es más oscuro que durante la noche. Su boca es obtusa y sus ojos grandes presentan una espectacular pupila vertical, que en condiciones de poca luz se abre hasta ocupar casi todo el ojo y que lo identifica como un animal nocturno, a pesar de lo cual parece que las poblaciones campestres son más diurnas que las urbanas, posiblemente porque las noches de nuestras latitudes son más frías que las de sus áreas de origen. Otra característica llamativa de sus ojos es que carecen de párpados, por lo que se los lamen para limpiarlos. Los dedos, cinco en cada extremidad, tienen protuberancias laminares laterales e inferiores que les proporcionan gran adherencia para trepar y desplazarse por superficies verticales (incluso en cristales).
Las hembras presentan una talla significativamente menor que los
machos y su cabeza es comparativamente menor. Son menos robustas y
las uñas de sus dedos primero, segundo y quinto son
retráctiles.
Normalmente, habita en edificios cerca de las luces, estructuras antiguas, galpones, casas abandonadas, coches abandonados, ruinas, rocas y campos pedregosos, troncos de árboles, etc., siempre y cuando estén cerca de los insectos de los que se alimentan. Su distribución es muy amplia y abarca ambientes muy variados.
Salamanquesa común
Gekkonidae
Squamata
15 cm
100 g
6-10 años
Residente
Las salamanquesas comunes son animales nocturnos, aunque en ocasiones se muestran activas en torno al crepúsculo o incluso durante el día, especialmente en los días soleados del fin del invierno. Sienten preferencia por los lugares soleados próximos a sus escondrijos.
Debido a que son de sangre fría y no pueden controlar su
temperatura corporal internamente, deben tomar el sol o ubicarse a
la sombra en función de las condiciones climáticas reinantes. De
esta manera regulan su temperatura corporal. Por esta razón,
durante el invierno (en zonas templadas) se ven obligados a
hibernar.
Esta especie permanece activa de enero a noviembre en las regiones
mediterráneas. En el interior de la Península su periodo de
inactividad general abarca desde octubre hasta febrero. De
costumbres crepusculares y nocturnas, también pueden mostrarse
activas durante todo el día. Generalmente salen a solearse al
amanecer y se calientan durante 2-3 horas. Pueden regular su
temperatura corporal a lo largo del día colocándose bajo piedras
calentadas por el sol. Los individuos capturados bajo piedras
durante el día tenían una temperatura cloacal media de 32,5ºC.
Durante la noche se observa un mayor número de individuos en las
horas siguientes a la puesta de sol; los últimos ejemplares se
pueden ver entre las dos y las cuatro de la madrugada.
Para invernar elige los lugares más variopintos, desde las
rendijas de una pared de piedra hasta nidos de golondrina daurica.
Se han observado grupos de hasta cinco individuos hibernando juntos
.
El periodo diario de actividad social difiere del de búsqueda de
alimento. Posee un sistema social con machos dominantes, que no
dudan en atacar a otros machos intrusos cuando penetran en su
territorio.
Gran parte de la actividad vocal ocurre durante la tarde en sus
refugios, antes de iniciar la búsqueda de alimento. Eventualmente
emiten sonidos y chirridos en su interacción con otros ejemplares.
Suelen ser territoriales y defienden su morada y zona de caza, los
cuales normalmente se encuentran muy próximos. El repertorio vocal
incluye varios tipos de chillidos: uno el emitido por los machos
dirigido a los otros machos que entran en su campo visual, mientras
que el segundo se produce en interacciones a corta distancia. Al
aproximarse un adulto, los jóvenes emiten chillidos de escape. Por
su parte, los adultos emiten cuatro tipos distintos de chillidos en
diferentes contextos de interacción social. El análisis de los
chillidos de machos en distintos lugares del mundo revela
diferencias geográficas. Los desplazamientos oscilan entre 6 y 50
m.
La salamanquesa emplea la táctica de caza al acecho. Se acerca a la presa lentamente hasta colocarse a entre 5 y30 cm y después se lanza sobre ella para devorarla. Algunos ejemplares levantan la cola y la hacen ondular durante la aproximación. Es habitual que fracase en la mitad de los ataques y caza tanto en paredes como en el suelo. Puede recorrer una distancia de entre 7 y 10 m para cazar a sus presas. Es capaz de localizar mediante su oído a grillos que cantan en sus huras y puede capturar a las hembras de los grillos atraídas por el canto de los machos.
En lugares iluminados captura insectos atraídos por el foco de
luz. Cuando captura una presa suele golpearla repetidas veces
contra el suelo para aturdirla y poder engullirla mejor.
Su dieta es muy amplia e incluye todo tipo de invertebrados. Varía
estacionalmente y la variedad de la misma sugiere una alimentación
oportunista. Come grillos, polillas, moscas, mosquitas, etc., ya
que es insectívora, aunque con la falta de insectos es capaz de
devorar a las salamanquesas de tamaño inferior. La talla de la
presa oscila entre 1 y 30 mm.
Además de eliminar gran cantidad de insectos, las salamanquesas
también sirven de alimento a multitud de depredadores,
constituyendo en las ciudades una parte fundamental de la dieta de
lechuzas y mochuelos. Los jóvenes, también deben cuidarse de los
adultos de su propia especie. Lo único que evitará el canibalismo
infanticida será la rapidez de los más pequeños.
Se reproduce en primavera y verano, realizando una puesta de uno o dos huevos casi esféricos que son depositados en grietas, entre las piedras o bajo la corteza de los árboles. Dependiendo de la temperatura ambiental, los jóvenes, que medirán de uno a cuatro centímetros, nacerán entre una semana y varios meses después.
Crecen muy lentamente y viven hasta 8 años en cautividad. Las
salamanquesas no son venenosas, creencia absurda pero muy
extendida, sino absolutamente inofensivas para el ser humano. De
hecho, son animales muy beneficiosos por la gran cantidad de
insectos que eliminan y no deberíamos dañarlas de ningún modo, sino
más bien protegerlas y valorarlas positivamente o, al menos,
dejarlas en paz.
Tampoco deben ser confundidas con las lagartijas, reptiles
también, pero no emparentados con los gecos. Tampoco emparentan con
las acuáticas salamandras, estas sí un poco venenosas aunque muy
poco, solo lo suficiente para que no sea buena idea lamerlas (las
salamandras sufren también muchas leyendas populares, todas falsas,
y tampoco muerden, ni escupen, ni son inmunes al fuego).
Un misterio animal aparentemente simple
desafía el conocimiento y asombra con una respuesta en los confines
del átomo.
Fue en el 350 antes de Cristo
cuando Aristóteles describió por primera vez la enorme capacidad
del geco para trepar por todo tipo de superficies y correr cabeza
abajo, desafiando la gravedad. Su asombro ha sido compartido por
los seres humanos en todas las regiones cálidas del mundo, donde
esta familia de pequeñas lagartijas (Geckonidae) está presente a
través de numerosas especies. La voracidad de los gecos con
diversos tipos de insectos hace que sean una presencia bienvenida.
Los gecos blancos llamados 'cuijas', por ejemplo, son un regalo
indispensable en Chiapas, México, para quienes compran una casa o
un piso nuevos, pobres o muy ricos, como control natural de
insectos.
Cómo trepa el geco, qué lo sostiene cabeza abajo, ha sido un
verdadero misterio de la ciencia hasta hace muy poco tiempo. Las
hipótesis referentes a su adherencia han sido muchas y muy
diversas, pero todas fueron refutadas en experimentos: ni garras,
ni púas, ni sustancias adhesivas, ni cargas electrostáticas, ni
sistemas de succión como los que emplea la salamandra.
Los largos dedos del geco tienen varias peculiaridades visibles a
simple vista. Para quitar una pata de la superficie en la que está
posado, el geco dobla los dedos hacia arriba, rizándolos. La suave
parte inferior de la pata, por su parte, se aprecia cubierta de una
serie de capas lobulares superpuestas llamadas lamelae, y una
inspección más minuciosa y cercana nos muestra que estas lamelae
están formadas por pelos queratinosos microscópicos llamados setae
(seta) , presentes por millones en las patas del animal. Pero esta
descripción no explica cómo esa pata se adhiere a todo tipo de
superficies. Si acaso, profundiza el misterio. Después de todo, el
geco sube con igual gracia (y tremenda agilidad, corriendo a una
velocidad de 1 m/s) en materiales como el vidrio cuidadosamente
pulido. La fuerza de su adherencia es también asombrosa. Los
científicos descubrieron que una sola seta era capaz de levantar a
una hormiga (20 mg). Un millón de setas, que caben fácilmente en
una moneda de diez céntimos de euro, podrían sostener a un bebé de
20 kg de peso. Cuatro millones de setas, un número normal en las
patas de un geco, podrían sostener entre 45 y 80 kg. Y el geco se
puede sostener colgado de un solo dedo sin mostrar inquietud.
Fue en el año 2000 cuando un equipo científico encabezado por
Robert Full descubrió la respuesta, que yacía en el área de la
física subatómica, más precisamente en las Fuerzas de Van der
Waals. Estas fuerzas, descritas por el holandés Johannes Diderik
van der Waals, premio Nobel de Física en 1910, ocurren a nivel
intramolecular y surgen como resultado de la polarización de las
moléculas en dipolos alterando la nube de los electrones. Estas
interacciones débiles son las que aprovecha el geco, usándolas en
gran escala para convertirlas en su desafío a la gravedad.
La pata del geco puede actuar a nivel intramolecular porque, según
descubrieron Autumn y su equipo, cada seta o pelo microscópico se
subdivide en su extremo en miles de terminaciones llamadas
espátulas. Esas espátulas son tan pequeñas, dos mil millonésimas de
metro de ancho, que están por debajo de la longitud de onda de la
luz, por lo que fue necesario echar mano de la más avanzada
tecnología para medirlas y detectar su interacción con las
superficies. A nivel de las moléculas de la superficie, las
espátulas crean uniones químicas que reorganizan temporalmente los
electrones del material para crear una atracción
electrodinámica.
Para conseguirlo, las setas deben ajustarse perfectamente a la
superficie del material, de modo que las espátulas interactúen con
los átomos del mismo. Y en tal interacción da exactamente igual que
el material sea o no pulido o que esté o no mojado, porque todo
ocurre entre las moléculas. Y, lo más interesante, esta atracción
electrodinámica se puede anular simplemente cambiando el ángulo de
contacto de las espátulas con las moléculas de la superficie, con
lo que la pata no se 'despega' de la superficie como podría
despegarse una cinta adhesiva, superando la fuerza que la mantiene
unida a una superficie, sino simplemente la atracción deja de
existir cuando las espátulas superan un ángulo de 30 grados
respecto de la superficie, lo cual además explica esa curiosa forma
de rizar los dedos hacia arriba que emplean los gecos para dar un
paso.
Las aplicaciones de este descubrimiento han empezado a aparecer. A
mediados de 2003, una «cinta adhesiva geco» experimental confirmó
que efectivamente las fuerzas de Van der Waals eran responsables de
la adhesividad del geco, pero no resultaba comercialmente viable
por su costo. Hacia finales de 2005, investigadores de la
Universidad de Akron y del Instituto Politécnico Rensselaer
anunciaron la creación de nanotubos de carbono de paredes
múltiples, capaces de generar una adhesividad 200 veces mayor que
la de la pata del geco. Y para mayo de 2014 se ha anunciado
ya la publicación de The Gecko's Foot, libro de Peter Forbes que
precisamente se ocupa de la llamada 'bioinspiración', el uso de
fenómenos de la naturaleza para inspirar avances
tecnológicos.
La solución al acertijo de la pata del geco resultó, sin duda
alguna, muchísimo más compleja de lo que se hubiera podido imaginar
hace algunos años. Y su promesa es, sin duda, muchísimo mayor que
la de simplemente poner notas autoadhesivas para olvidarlas a un
lado del monitor.