Pocos habrán escuchado antes este
término, normal, es el mayor secreto de la sociedad de
consumo; sin embargo la obsolescencia programada es la base del
crecimiento económico tal y como lo entendemos en nuestros
días.
La mayoría de las empresas han asumido la filosofía de la
obsolescencia programada, es decir, diseñan sus productos para que
duren mucho menos y así incentivar el consumo.
Después de la Revolución industrial y con la producción en masa de
bienes de consumo los precios bajaron, pero la gente no podía
consumir al ritmo de producción de las máquinas. Los grandes
empresarios comenzaron a preocuparse, ¿qué pasaría cuando todo el
mundo lo tuviera todo? Un artículo que no se desgasta es una
tragedia para los negocios.
Tras la crisis de 1929 se propuso una ley cuyo contenido era la
obsolescencia programada. Esta ley pretendía que todos los
productos tuviesen fecha de caducidad para maximizar los beneficios
y crear empleo.
La obsolescencia programada está en la raíz del crecimiento
económico mundial desde 1950: desde entonces el crecimiento ha sido
el santo grial de nuestra economía. El objetivo no es crecer para
cubrir las necesidades, sino crecer por crecer hasta el infinito
con una producción sin límites y un consumo también sin
límites.
Existen tres elementos que impulsan a la sociedad a crecer: la
publicidad, la obsolescencia programada y el crédito. No se trata
de obligar al consumidor, sino de seducirle jugando con el deseo de
tener algo más nuevo, un poco mejor y un poco antes de lo
necesario. El objetivo es crear un consumidor insatisfecho. En los
últimos años nuestro papel en la sociedad se limita a pedir
créditos para comprar cosas que no necesitamos.
Todo esto no es sostenible a largo plazo, porque se basa en una
contradicción flagrante: el crecimiento ilimitado no es compatible
con los recursos de un planeta limitado.
¿Cuál es la solución a esta locura consumista? Los críticos
quieren reformar la economía y nuestros valores, es una revolución
cultural que se llama decrecimiento y que pretende acabar con el
mito del crecimiento viable, infinito y sostenible, abandonar la
cultura del exceso. La esencia del decrecimiento se puede resumir
en una palabra: reducir. Los críticos de esta teoría temen
que destruirá la economía y nos llevará a la edad de piedra. Asumir
la idea del decrecimiento supondría que España volvería a niveles
de la década de los noventa, cuando éramos más pobres, pero sin
duda mucho más felices. La sociedad del decrecimiento hace realidad
la visión de Ghandi: «El mundo es suficientemente grande para
satisfacer las necesidades de todos, pero es demasiado pequeño para
satisfacer la avaricia de algunos».
Rogelio Manzano Rozas