Ya lo decía Napoleón: Hay tantas
leyes que nadie puede estar seguro de no ser colgado. La verdad, es
como para pensárselo dos veces antes de salir a la calle. La
mayoría de nosotros, aun sin saberlo, incumplimos un buen número de
leyes cada día, es decir, somos unos delincuentes que en cualquier
momento podríamos ser sancionados o arrestados sin ser conscientes
de que hemos incumplido una norma.
El objetivo de la ley debería ser crear un marco que garantice el
respeto y la convivencia de las personas, pero en muchos casos uno
se pregunta cuál es el sentido de muchas normas que, en algunos
casos, parecen sacadas de una historieta de Mortadelo y
Filemón.
En nuestro país, por ejemplo, está prohibido legalmente poner
nombres que puedan perjudicar a las personas, y un niño no puede
llamarse Caín, Judas o Lenin. De manera más específica, destacan
algunos ejemplos, como el de Mojácar (Almería), donde no se puede
jugar al dominó en la terraza de un bar; el de Tenerife, que no
permite hacer castillos de arena en la playa; o el de ciudades como
Barcelona o Gijón, cuyas ordenanzas municipales sancionan escupir
en la calle.
Comenzaba este editorial con una frase de Napoleón, ¿saben que en
Francia es ilegal poner ese nombre a un cerdo? En Inglaterra, tan
monárquicos ellos, se considera un acto de traición poner al revés
un sello de correos en el que aparezca una imagen de la monarquía,
y es delito acercarse a menos de 90 metros de la reja del Palacio
de Buckingham sin usar calcetines.
En un mundo gobernado por hombres las mujeres son el blanco de
leyes creadas por algún pelotudo. La normativa del municipio
costero Tropea (en Calabria, Italia) prohíbe a las mujeres con
sobrepeso pasearse en bikini por la playa. Ese derecho, según la
ordenanza, está restringido a las mujeres jóvenes que tengan «un
cuerpo adecuado» para lucirlo. En Kentucky, está prohibido que
paseen en bañador por cualquier calle o autopista si no cuentan con
protección policial. En Michigan, ninguna mujer puede cortarse el
pelo sin la aprobación de su marido. No menos sorprendente es el
ejemplo de Memphis (Tennessee) donde existe una norma que indica
que es ilegal que una mujer conduzca un coche a menos que un hombre
vaya por delante del vehículo, agitando una bandera roja, para
avisar de su llegada.
Por absurdas que parezcan algunas leyes, si lo pensamos bien,
tienen cierto sentido y contribuyen decididamente a hacer un mundo
mejor: como la norma del estado de Kentucky que exige que cada
persona debe bañarse al menos una vez al año. En Utah es ilegal
detonar cualquier tipo de arma nuclear. La ley no impide tenerlas
en casa, pero sí hacerlas explosionar. Una ley hawaiana prohíbe
meterse monedas en las orejas y en el Estado de Georgia la
normativa declara ilegal que los pollos crucen las carreteras.
Así pues ya saben, no importa lo que hagan, en cualquier momento
puede aparecer un policía y amargarles en día.
Rogelio Manzano Rozas