Revista 85
Número 85

Héroes y villanos

 

No conozco, seguramente no existe, ningún país con un desafecto tan grande hacía sí mismo como el nuestro. Miramos con admiración los logros de otros estados y despreciamos los propios. Los españoles somos víctimas de una leyenda negra, forjada a lo largo de los siglos, en gran parte merecida, pero también fomentada por otras potencias rivales como EE.UU., Inglaterra o Francia.

 

Seguramente muchos de los problemas que hoy arrastramos tienen su origen en la época colonial, durante los siglos XVI, XVII y XVIII. En aquella época los galeones llegaban a Sevilla cargados de oro procedente del expolio de las colonias de ultramar; sin embargo, toda esa riqueza no se quedaba en España, se empleaba en costear absurdas guerras de religión, en adornar los retablos de las iglesias, en pagar los productos que se importaban de otros países de Europa y, por supuesto, en llenar las arcas de los nobles. Mientras tanto, el pueblo vivía en condiciones miserables y el único producto nacional que se exportaba era la lana de oveja.

 

¿Cómo hemos podido pasar de ser los dueños de medio mundo a ser el país de acomplejados que hoy somos? Cuando viajo a otros países me sorprende, e incluso me produce cierto rechazo, el chauvinismo y la exaltación patriótica de la que hacen gala: banderas por todas partes, la gente se pone en pie cuando suena el himno nacional... Los ciudadanos se identifican con su país, con su cultura e historia, mientras nosotros despreciamos los nuestros.

 

Más allá de la leyenda negra, la corrupción institucional, la incompetencia y la incultura que han mostrado desde siempre la mayoría de nuestros gobernantes, la historia de España está llena de intrépidos aventureros, valerosos militares, brillantes científicos e ingeniosos inventores, por no hablar de nuestros artistas que ocupan un lugar protagonista en la historia del arte mundial.

 

En estos tiempos de crisis es necesario un proyecto común que ilusione a la sociedad y nos haga sacudirnos los complejos. Tenemos que tomar como ejemplo no a los corruptos que han hecho fortuna dilapidando nuestro patrimonio y sumiendo al país en la miseria material y social, sino a aquellos que desarrollaron su talento en una sociedad hostil que los marginaba e ignoraba.

 

Hay que reescribir la historia y descubrir que, al igual que otros países, somos capaces de lo mejor y lo peor. Hoy parece que lo moderno es despreciar todo lo nuestro: la cultura, los símbolos, la historia…, con esa intolerancia tan genuinamente española que nos hace tener una visión simplista de la realidad: eres de derechas o de izquierdas, eres de la casta o perteneces a la chusma, eres un chorizo o un pringao. Es necesario un Estado fuerte que vele por los intereses de la mayoría y proteja los derechos fundamentales de los más desvalidos, un Estado que nos haga sentir orgullosos de lo que fuimos y lo que somos.

 

Rogelio Manzano Rozas

 
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