Esta es una especie típica de campiña. Se encuentra en campos y prados con presencia arbustiva y de matorral. Las observaciones en los pueblos son frecuentes, pues a menudo se le observa y escucha en las lindes arbustivas de los huertos y en construcciones humanas (tejados y antenas de las casas, cables de tendido telefónico y eléctrico).
El escribano soteño, Emberiza cirlus es un pequeño escribano de entre 15 y16,5 centímetros de longitud y con una envergadura de entre 22 y22,5 centímetros. Su pico es grueso, adaptado para alimentarse de semillas. El macho tiene rasgos inconfundibles que favorecen su rápida identificación. El píleo es verde oliva rayado de negro, una banda oliva atraviesa los ojos hasta la nuca, de forma que en la cara se aprecia una banda amarilla bajo el píleo y encima de la línea ocular y otra del mismo color y un poco más ancha que nace en la base del pico, más corta que la primera. La garganta es negra. Los lados del pecho son de color castaño, más fuerte y destacado todavía en la parte superior de la espalda y las cobertoras, donde forma un triángulo de tono rojizo. El resto de las partes inferiores son de color amarillo apagado. El obispillo es pardo oliváceo y la cola parda negruzca, con destacadas partes blancas en la pareja exterior de rectrices. Las plumas de las alas son muy oscuras. El pico tiene la mandíbula superior de color hueso y la inferior azulada; los tarsos y los pies son de color carne y el iris de los ojos pardo oscuro.
La hembra posee un plumaje más apagado. El píleo es pardo claro
estriado de negro y las rayas de encima y debajo de los ojos son
blancuzcas o amarillentas. En la espalda y laterales del cuello el
color castaño es más pálido que en el macho y las partes inferiores
son beige amarillentas, con un pronunciado estriado negro que
destaca sobre el fondo claro de la garganta y el pecho. Hay
considerable cantidad de variaciones en la tonalidad de los
plumajes de las hembras. Algunas tienen un vivo color amarillo en
el vientre y bajo pecho y otras solamente blanco sucio. Los jóvenes
se parecen bastante a las hembras.
El escribano soteño es un típico pájaro de la campiña, pero necesita la presencia de árboles en su biotopo. Siente una especial querencia por los álamos y olmos. No le gusta demasiado el campo abierto y prefiere las cunetas de carreteras y caminos con abundancia de matorral y setos. Durante el invierno frecuenta las tierras de cultivo y también rastrojeras. Con la llegada de la primavera, los soteños que vagan por toda la campiña baja, riberas y campos, acuden a sus lugares de reproducción. Se observa que hay un doble comportamiento en la población de escribanos. Los adultos que ya han criado y algunos jóvenes permanecen muy ligados a una amplia zona, en la que se mueven sin que se observe una acusada defensa territorial. Coincidiendo con este comportamiento, eminentemente sedentario, otros escribanos forman bandos y vagan por rastrojeras y campos donde se ha cultivado maíz, dando una muestra de cierto erratismo otoñal y, probablemente, de trashumancia invernal.
El comportamiento del escribano es bien conocido. Es aficionado a posarse en las ramas de los árboles, desde las que canta, también a los pequeños y medianos arbustos y, sobre todo, se le observa muy a menudo en los cables del tendido eléctrico. Tiene un vuelo potente y ondulado, pero, especialmente «en profundidad» o «de zambullida». Las parejas se mantienen unidas en una zona durante todo el año y pueden llegar a ser locales y estrictamente sedentarios en bordes de carreteras y caminos. Son pájaros que muestran una clara preferencia por la proximidad de las granjas y caseríos.
Escribano soteño
Emberiza cirlus
Emberizidae
Passeriformes
16 cms.
23 cms.
25 grs.
3 años
Residente
Lo primero que llama la atención sobre el soteño es su canto: un sonido especialmente monótono y realmente no muy musical, que lanza desde posaderos altos y muy diversos: la rama saliente de un arbusto, una de las más elevadas de un árbol, el cable del teléfono o la conducción eléctrica, el alero de un tejado…, muy rara vez desde el suelo. En sí, el canto es un trino repetido y prolongado de una sola nota. El mismo pájaro puede cantar en dos tonos, que son fácilmente diferenciables. Uno fuerte y alto, de largo alcance, y otro más apagado y débil, más sordo, como si el cantor estuviera ya cansado o hubiera perdido la fuerza.
Cerca del nido, y alarmados ambos adultos, el macho se muestra muy
inquieto, volando de aquí para allí y tras la hembra, mientras uno
solo o ambos lanzan llamadas agudas.
Las hembras también cantan, pero con un trino más apagado y no tan
a menudo como los machos.
El aseo corporal de estas aves es muy importante, por lo que
necesitan acudir con frecuencia a lugares con agua limpia en la que
se dan concienzudos baños.
La alimentación es variada. Fuera de la época de la reproducción, las semillas de gramíneas y las flores de plantas parásitas, junto con numerosos frutos silvestres, son la base de su dieta. Durante esta estación suelen alimentarse en bandadas. A partir de febrero capturan en el suelo, o en las ramas de arbustos y árboles, un sinnúmero de insectos y sus larvas. Los jóvenes son cebados con insectos y gran cantidad de orugas. En los meses de julio y agosto los saltamontes son una parte importante de la dieta de los pollos.
El celo de la pareja está poco documentado. Los escribanos soteños son muy discretos en sus costumbres, es difícil observar a una hembra posada en el suelo y con alas abiertas y vibrantes, con el pico abierto, mientras gira lentamente a derecha e izquierda mirando hacia donde el macho la contempla con fingida indiferencia.
La última semana de abril se construyen los primeros nidos. Antes
hay una demostración de canto por parte del macho, pero como solo
la hembra aporta el material y construye, y su comportamiento es
muy discreto, no hay forma de observar sus movimientos. Incluso el
macho que, lógicamente, debería permanecer cantando cerca, lo hace
desde su posadero favorito, que a veces dista nada menos que
doscientos metros del lugar. El nido está formado por tallos secos,
hierba, mucho musgo, raicillas y cuatro o cinco hojas secas como
base. El interior tiene un forro de hierba fina y pelos. Hay dos
lugares especialmente buscados por el escribano soteño para colocar
sus nidos. Normalmente, en un arbusto o matorral en su parte más
exterior, nunca muy oculto y a veces totalmente al descubierto si
la zona es sombría, a una altura del suelo que varía entre 30 y 150
centímetros. También es frecuente que use el borde de un
talud, a menudo en la parte alta, de forma que por arriba está casi
a nivel del suelo y por abajo dista de él habitualmente más de 1,5
metros. Estos nidos están siempre ocultos por la hierba, pero
también más expuestos a la depredación natural. Otros lugares no
habituales son la hiedra que trepa por el tronco de un árbol, un
espino, el hueco de una roca cubierta a medias por la vegetación y,
muy ocasionalmente, la rama baja de un árbol. Lugar favorito: un
arbusto al borde de un camino o carretera.
La puesta normal es de tres-cuatro huevos, no son raras las de dos
y muy ocasionales de cinco. Su color es blanco, ligeramente azulado
o verdoso en el fondo, marcados con líneas onduladas irregulares,
finas y dispersas o puntos negros violáceos o grises. Algunos son
rosados muy pálidos, pero teniendo también abigarrados dibujos. La
incubación corre a cargo enteramente de la hembra, que es
alimentada en el nido a intervalos regulares por el macho. Dura de
once a trece días, y al nacer los pollos tienen un plumón de color
gris parduzco largo y abundante. El interior de la boca es
rosa-salmón, y no hay puntos oscuros en la lengua. Ambos adultos
los alimentan con insectos y orugas, y también los dos mantienen el
nido limpio, retirando los sacos fecales. Los pollos salen del nido
cuando no son capaces de volar y casi ni de andar. A poco que se
les moleste se tiran al suelo o se esconden entre la hierba en
cuanto han cumplido once días. En un lugar tranquilo no salen del
nido antes de los trece días. Ambos adultos continúan cebándolos, y
sus notas de alarma son entonces muy notorias.
Los jóvenes escribanos son independientes al cumplir los
treinta-treinta y dos días. Agrupados vagan por la campiña junto a
los adultos. La mayor parte de las parejas realizan tres crías cada
temporada. De este modo es frecuente encontrar pollos recién
nacidos en la primera semana de agosto y aún más tarde.
El Emberiza cirlus ocupa una posición netamente meridional en el continente europeo, desde el sur de Inglaterra hasta el sudoeste de Alemania, Francia y países mediterráneos, incluyendo las islas. En la Península Ibérica es especie numerosa y localmente abundante. Bien distribuida, no falta en casi ningún lugar, e incluso cría en Baleares. Desde el nivel del mar hasta niveles de montaña por encima de los 2000 metros existen en Iberia parejas reproductoras. En Sierra Nevada hasta el mismo límite de los arbustos a 2.500 metros. En la cordillera Cantábrica no alcanza tan altos niveles, pero, en cambio, es abundante en toda la campiña por debajo de los 800 metros. Más arriba las parejas están dispersas en linderos de bosques y monte bajo con algún soto próximo.
La mayor parte de los soteños que crían en cotas altas descienden
en el otoño hacia campo abierto: terrenos cultivados, rastrojeras,
olivares, vides, etc. Formando bandos o grupos numerosos se unen a
otros emberizidae y fringillidae y vagan con ellos, recorriendo a
veces considerables distancias y otras no alejándose de una zona
rica en plantas parásitas y rastrojos. Migración propiamente dicha
no debe de existir. Los estudios más recientes en el norte de
África no han arrojado ninguna posibilidad de travesía del estrecho
de Gibraltar. Puede considerarse pues al escribano soteño como
especie sedentaria, sujeta en parte a la trashumancia invernal y la
llegada de una pequeña cantidad de soteños transpirenaicos que se
acrecienta con las olas de frío.