Expropiado por el ICONA en 1971 y reconstruido gracias al Programa de recuperación de pueblos abandonados hoy es el mejor ejemplo de la arquitectura negra. Caminar por sus hermosas calles es transportarse a otro tiempo en el que las cosas sencillas eran las protagonistas.
Umbralejo podría formar parte de la larga lista de pueblos abandonados de la provincia de Guadalajara. De hecho, su historia es muy similar a la de otros lugares de la sierra de Ayllón, tras años de emigración por parte de muchos de sus vecinos, fue abandonado definitivamente en el año 1971 al ser expropiado por el ICONA para llevar a cabo su nefasta política forestal, que fundamentalmente consistía en talar los bosques autóctonos y expropiar pueblos enteros para plantar pinos que abasteciesen de madera a la industria de países como Alemania, que sugirió y animó al estado español en su política de expolio. Una vista aérea del término de Umbralejo muestra un bosque que crece en surcos y en el que aparecen hileras de pinos en perfecto orden, nada que ver con la anarquía y riqueza natural del bosque autóctono.
Sus robledales y encinares originales fueron aprovechados en su mayor parte para hacer carbón, quedando reducidos en la actualidad, junto con nogales y frutales, a formaciones aisladas. Mejor conservada ha permanecido la vegetación de ribera con fresno, álamo, sauce y avellano como especies más características. Entre los arbustos, por su abundancia cabe mencionar la jara pringosa, estepa, rosal silvestre, espino albar, brezo, brecina y gayuba, junto con plantas aromáticas como el cantueso, tomillo, mejorana, etc., de aprovechamiento apícola. Dentro de su variada fauna cabe señalar algunas especies como el jabalí, el corzo, la gineta o el zorro y, últimamente, el lobo. Entre los pájaros destacan buitre leonado, búho real, halcón peregrino, pinzón, herrerillo, trepador azul y otros como arrendajo, cuco, zorzal, ratonero, cárabo, etc.
Umbralejo se encuentra situado en el valle surcado por el río
Sorbe, en plena Sierra de Ayllón, al norte de la provincia de
Guadalajara, sobre una ladera de pendiente suave, a 1.260 metros de
altitud y orientado hacia el Oeste. Pertenece a la comarca Alto Rey
Sorbe y al término municipal de La Huerce, que engloba también a
los pueblos de La Huerce y Valdepinillos.
De procedencia medieval, es el mejor ejemplo de arquitectura
negra, basada en la pizarra y la cuarcita y con características
verdaderamente originales. Sus suelos pobres y de escasa
profundidad, unidos a la falta de agua, fueron utilizados en los
alrededores del pueblo básicamente para cultivos de secano
(centeno, trigo, cebada...), los cultivos hortícolas quedaban
confinados a la zona de vega. Una vez abandonado el pueblo, el uso
del suelo quedó reducido a la silvicultura para su aprovechamiento
maderero. El subsuelo, con afloramientos de cuarcita y pizarra, no
se explota por su baja calidad.
Umbralejo hubiese desaparecido como tantos otros pueblos de
Guadalajara si en 1984 los ministerios de Agricultura, Educación y
Fomento no lo hubiesen integrado en el programa de Recuperación de
Pueblos Abandonados que benefició no solo a Umbralejo sino también
a las localidades de Granadilla, en Cáceres, y Búbal, en el pirineo
de Huesca. Esta iniciativa tenía por objeto complementar el sistema
educativo mediante el acercamiento de los alumnos, principalmente
de zonas urbanas, al entorno rural. Y también la rehabilitación
arquitectónica de varios tipos de construcción tradicional que
serviría como modelo a seguir por otras iniciativas posteriores de
carácter privado.
La estancia en el pueblo prevé el trabajo en distintos ámbitos:
medioambiental, salud, animación y convivencia; recuperación
cultural y física, incidiendo de forma especial en la educación
ambiental y el reconocimiento del importante papel que desempeña el
medioambiente en la vida de las personas y en el desarrollo de la
sociedad, así como en la necesidad de tomar decisiones y de actuar
para evitar su deterioro.
Pocos conocen la existencia de este pueblo, vedado a los coches y
con unos estrictos horarios de visitas, que intenta que las mismas
no alteren las actividades de los jóvenes. Sus edificios se
encuentran escondidos entre los árboles del tupido bosque que lo
rodea. Apenas un pequeño indicador en la carretera indica su
existencia.
Caminar por sus cuidadas calles es transportarse al pasado. Pocos
son los elementos que nos indican que estamos en el siglo XXI, si
acaso alguna discreta antena parabólica y algunas farolas. Por lo
demás todo se ha reconstruido tal cual debió de ser en el siglo
XVIII. Unos 70 edificios componen el caserío de Umbralejo, entre
casas, pajares y establos. Todas las construcciones han sido
rehabilitadas con esmero con los materiales y técnicas originales.
Las antiguas casas se han transformado en alojamientos, talleres,
aulas, comedores, una biblioteca y sala de proyecciones, almacenes,
etc.
La iglesia es el único edificio que permanece en ruinas: tras la
expropiación del pueblo fue comprada al Obispado de Guadalajara por
un anticuario, quien saqueó los retablos, los objetos litúrgicos y
las lapidas de las tumbas del cementerio anexo. Mientras la iglesia
fue de su propiedad se permitió a los grupos de trabajo limpiar y
adecentar el cementerio y el interior. Pero cambio de dueño y este
la compró con ánimo de especular. En la actualidad parece que va a
ser cedida al proyecto de recuperación de pueblos por su
hijo.