Cuando llegan las elecciones
municipales uno de los puntos estrella del programa
electoral de muchos partidos es la creación de un polígono
industrial o la reactivación de los que ya existen en su municipio.
Llevamos varias legislaturas escuchando esta vana promesa por parte
de políticos de distintas ideologías, pero el resultado siempre ha
sido el mismo. No hay más que darse una vuelta por los polígonos
industriales que ya existen para ver que apenas el 30 % de sus
instalaciones están en uso. Seguramente gran parte de culpa de la
situación se debe a la crisis económica, pero también a la
incapacidad de los políticos locales de atraer nuevas empresas y
poner en valor las ventajas objetivas de nuestra comarca.
Muchos de nuestros políticos adolecen de un profundo
desconocimiento del lugar en el que viven. Algunos piensan que la
única vía de progreso es la industria o la construcción, que sin
ellas no es posible generar riqueza. Se equivocan. No hay más que
salir del casco urbano de cualquiera de nuestros pueblos para
descubrir un mundo lleno de posibilidades para progresar. Muchos
ignorantes perciben el espacio que existe entre nuestros pueblos
como un lugar vacío y sin valor, algunos incluso suspiran por
«aprovechar» ese páramo para levantar más urbanizaciones volviendo
reiteradamente al «pan para hoy, hambre para mañana», o lo que es
lo mismo, «primero nosotros y los que vengan después que paguen
nuestros excesos».
Ante la falta de ofertas de trabajo, para muchos la única
posibilidad de salir adelante es el autoempleo. Nuestra comarca
siempre ha vivido del campo y de los muchos recursos naturales que
nos ofrece el entorno. La mecanización de las labores agrícolas ha
liberado a los antaño sufridos campesinos de los trabajos más
duros, a la vez que ha aumentado exponencialmente la producción y
reducido la necesidad de mano de obra. Pero además de la
agricultura extensiva existen otras actividades viables: la
apicultura es un recurso rentable y necesario; el aprovechamiento
de nuestros montes ahora abandonados; regular y conservar los
recursos cinegéticos; potenciar la producción en huertas
ecológicas; el turismo de naturaleza (vivimos en una zona
privilegiada para el avistamiento de aves, por ejemplo). Todo esto
sin despreciar negocios innovadores y respetuosos con el
medioambiente como por ejemplo, las granjas de caracoles.
De todas las actividades que se desarrollan en el campo la que más
ha sufrido ha sido la ganadería tradicional ovina. No conozco una
máquina más productiva y perfecta que un rebaño de ovejas o cabras.
Producen carne, leche y lana con un gasto mínimo. Pero aún es más
importante su labor de limpieza y mantenimiento del campo. Su
trabajo es fundamental para la prevención de incendios. Cada vez
quedan menos rebaños, en algunos pueblos no queda ninguno. El
oficio de pastor es muy esclavo y las normativas municipales
creadas para potenciar el ladrillo no se lo ponen fácil. Por el
bien de todos, debería ser obligatorio que cada pueblo tuviese por
lo menos un rebaño y diese facilidades para su mantenimiento.
Rogelio Manzano Rozas