Revista 91
Número 91

El polígono natural


Cuando llegan las elecciones municipales uno de los puntos estrella del programa electoral de muchos partidos es la creación de un polígono industrial o la reactivación de los que ya existen en su municipio. Llevamos varias legislaturas escuchando esta vana promesa por parte de políticos de distintas ideologías, pero el resultado siempre ha sido el mismo. No hay más que darse una vuelta por los polígonos industriales que ya existen para ver que apenas el 30 % de sus instalaciones están en uso. Seguramente gran parte de culpa de la situación se debe a la crisis económica, pero también a la incapacidad de los políticos locales de atraer nuevas empresas y poner en valor las ventajas objetivas de nuestra comarca.

Muchos de nuestros políticos adolecen de un profundo desconocimiento del lugar en el que viven. Algunos piensan que la única vía de progreso es la industria o la construcción, que sin ellas no es posible generar riqueza. Se equivocan. No hay más que salir del casco urbano de cualquiera de nuestros pueblos para descubrir un mundo lleno de posibilidades para progresar. Muchos ignorantes perciben el espacio que existe entre nuestros pueblos como un lugar vacío y sin valor, algunos incluso suspiran por «aprovechar» ese páramo para levantar más urbanizaciones volviendo reiteradamente al «pan para hoy, hambre para mañana», o lo que es lo mismo, «primero nosotros y los que vengan después que paguen nuestros excesos».

Ante la falta de ofertas de trabajo, para muchos la única posibilidad de salir adelante es el autoempleo. Nuestra comarca siempre ha vivido del campo y de los muchos recursos naturales que nos ofrece el entorno. La mecanización de las labores agrícolas ha liberado a los antaño sufridos campesinos de los trabajos más duros, a la vez que ha aumentado exponencialmente la producción y reducido la necesidad de mano de obra. Pero además de la agricultura extensiva existen otras actividades viables: la apicultura es un recurso rentable y necesario; el aprovechamiento de nuestros montes ahora abandonados; regular y conservar los recursos cinegéticos; potenciar la producción en huertas ecológicas; el turismo de naturaleza (vivimos en una zona privilegiada para el avistamiento de aves, por ejemplo). Todo esto sin despreciar negocios innovadores y respetuosos con el medioambiente como por ejemplo, las granjas de caracoles.

De todas las actividades que se desarrollan en el campo la que más ha sufrido ha sido la ganadería tradicional ovina. No conozco una máquina más productiva y perfecta que un rebaño de ovejas o cabras. Producen carne, leche y lana con un gasto mínimo. Pero aún es más importante su labor de limpieza y mantenimiento del campo. Su trabajo es fundamental para la prevención de incendios. Cada vez quedan menos rebaños, en algunos pueblos no queda ninguno. El oficio de pastor es muy esclavo y las normativas municipales creadas para potenciar el ladrillo no se lo ponen fácil. Por el bien de todos, debería ser obligatorio que cada pueblo tuviese por lo menos un rebaño y diese facilidades para su mantenimiento.

Rogelio Manzano Rozas

 
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