Revista 93
Número 93

El león Cecil

 

Esta semana, los medios de comunicación se hacían eco de la muerte a manos de un dentista estadounidense de Cecil, el león más querido de Zimbabue y el felino más grande de la región. Tenía 13 años y era toda una atracción turística para el país. Previo pago de 50.000 euros y como trofeo de su hazaña el cazador le cortó la cabeza, seguramente, para exhibirla en el salón de su casa y presumir delante de sus amigotes, sin duda gentuza de su misma calaña.

Nunca he podido entender esa costumbre de ciertos cazadores de decorar sus guaridas con las cabezas de sus indefensas víctimas, animales que pacían tranquilamente en el campo, que no causaban ningún daño y que recibieron un mortal disparo de un cobarde que se escondía a cientos de metros. ¿Qué valor hay en esto? ¿Cuál es la hazaña? Creo que quién hace ostentación de haber asesinado a animales indefensos primero tiene un pésimo gusto; segundo, una escasa sensibilidad y tercero algún tipo de problema o complejo ¿impotencia quizás?

Hace años hice un reportaje sobre el centro de recuperación de animales salvajes Cañada Real, su dueño, José María Blanc, había sido un cazador empedernido que en su jubilación se había convertido en defensor a ultranza de los animales. Fue él quién hizo posible la repoblación de la cabra montés en la sierra de Gredos. Don José María me contaba, con pena, como dos días antes de nuestra visita unos furtivos habían entrado en la finca durante la noche, habían dormido con un dardo disparado por una cerbatana, a un impresionante macho de cabra montés de 12 años, que se encontraba en un recinto vallado y, posteriormente, aún vivo, le habían cortado la cabeza como trofeo.

Cuando leo noticias como el asesinato de Cecil me vienen a la mente imágenes de ilustres cazadores posando sonrientes junto a los cadáveres de sus víctimas. Ahí está Blesa posando con búfalos después de haber robado sus ahorros a miles de personas, o Juan Carlos I retratándose orgulloso frente al  elefante que acababa de asesinar después de pedir austeridad a todo un país.

No estoy en contra de la caza de algunos animales. Al haber exterminado el hombre a la mayoría de los depredadores es necesario un control de la población de algunas especies para evitar una explosión demográfica perjudicial para el medio ambiente, pero siempre bajo una estricta supervisión. Conejos, jabalíes, corzos, ciervos, etc., son animales que pueden causar un gran perjuicio al campo si no se vigila y controla su población. Sin embargo permitir la caza de lobos, osos, linces, o cualquier ave rapaz, por no hablar de los grandes mamíferos africanos y asiáticos o de cualquier cetáceo, es un crimen igual o mayor que matar a una persona y debería tener, al menos, el mismo castigo.

Rogelio Manzano Rozas

 
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