Esta semana, los medios de
comunicación se hacían eco de la muerte a manos de un
dentista estadounidense de Cecil, el león más querido de Zimbabue y
el felino más grande de la región. Tenía 13 años y era toda una
atracción turística para el país. Previo pago de 50.000 euros y
como trofeo de su hazaña el cazador le cortó la cabeza,
seguramente, para exhibirla en el salón de su casa y presumir
delante de sus amigotes, sin duda gentuza de su misma calaña.
Nunca he podido entender esa costumbre de ciertos cazadores de
decorar sus guaridas con las cabezas de sus indefensas víctimas,
animales que pacían tranquilamente en el campo, que no causaban
ningún daño y que recibieron un mortal disparo de un cobarde que se
escondía a cientos de metros. ¿Qué valor hay en esto? ¿Cuál es la
hazaña? Creo que quién hace ostentación de haber asesinado a
animales indefensos primero tiene un pésimo gusto; segundo, una
escasa sensibilidad y tercero algún tipo de problema o complejo
¿impotencia quizás?
Hace años hice un reportaje sobre el centro de recuperación de
animales salvajes Cañada Real, su dueño, José María Blanc, había
sido un cazador empedernido que en su jubilación se había
convertido en defensor a ultranza de los animales. Fue él quién
hizo posible la repoblación de la cabra montés en la sierra de
Gredos. Don José María me contaba, con pena, como dos días antes de
nuestra visita unos furtivos habían entrado en la finca durante la
noche, habían dormido con un dardo disparado por una cerbatana, a
un impresionante macho de cabra montés de 12 años, que se
encontraba en un recinto vallado y, posteriormente, aún vivo, le
habían cortado la cabeza como trofeo.
Cuando leo noticias como el asesinato de Cecil me vienen a la mente
imágenes de ilustres cazadores posando sonrientes junto a los
cadáveres de sus víctimas. Ahí está Blesa posando con búfalos
después de haber robado sus ahorros a miles de personas, o Juan
Carlos I retratándose orgulloso frente al elefante que
acababa de asesinar después de pedir austeridad a todo un
país.
No estoy en contra de la caza de algunos animales. Al haber
exterminado el hombre a la mayoría de los depredadores es necesario
un control de la población de algunas especies para evitar una
explosión demográfica perjudicial para el medio ambiente, pero
siempre bajo una estricta supervisión. Conejos, jabalíes, corzos,
ciervos, etc., son animales que pueden causar un gran perjuicio al
campo si no se vigila y controla su población. Sin embargo permitir
la caza de lobos, osos, linces, o cualquier ave rapaz, por no
hablar de los grandes mamíferos africanos y asiáticos o de
cualquier cetáceo, es un crimen igual o mayor que matar a una
persona y debería tener, al menos, el mismo castigo.
Rogelio Manzano Rozas