El topillo campesino ha aparecido en las noticias en los últimos años, debido a las explosiones demográficas cíclicas que experimentan sus poblaciones de la Cuenca del Duero, donde produce importantes daños a las cosechas, especialmente en campos de regadío de remolacha, alfalfa y girasol.
Es un pequeño roedor, los adultos llegan a medir de 8 a13 cm de longitud de los que un cuarto corresponden a la breve cola. De constitución rechoncha, con orejas cortas, nada sobresalientes y cabeza ancha, el color dorsal es pardo-amarillento, y el ventral blanco-grisáceo; los jóvenes son grisáceos y no hay dimorfismo sexual en cuanto a color y porte. Es muy semejante al ratón de campo Microtus agrestis, del que se distingue con dificultad.
Los topillos viven principalmente en campo abierto, prefieren áreas de pasto abundante como prados, cunetas o campos de regadío. Por esta razón, los hogares y edificaciones que estos roedores pueden infestar tienden a estar cerca de ese tipo de campos. También se les puede encontrar invadiendo establos y graneros.
Los topillos también son conocidos como ratones de campo, ratones
del prado o ratones campesinos; sin embargo, son especies
diferentes. Los topillos pueden invadir hogares, pero, a diferencia
del ratón doméstico, no establecen una población reproductora en el
interior. Debido a que son muy malos escaladores, a menudo se les
asocia con los niveles inferiores de las edificaciones. En el
exterior establecen un sistema bien definido de caminos, para lo
que normalmente construyen túneles debajo de la vegetación. A veces
estos caminos están en la tierra justo debajo de la superficie.
Vive en colonias, en madrigueras bien visibles en los campos de
cultivo con varias entradas, unidas en superficie por caminos
estrechos fácilmente distinguibles. No produce levantamiento de la
tierra, como sí hacen los topos. Las entradas están unidas
subterráneamente por galerías, que conducen a un nido esférico a
una profundidad de entre 20 y 30 cm, y suelen contener almacenes de
comida. También se les conoce por hacer huecos en los troncos de
los árboles frutales, lo que con frecuencia provoca la muerte de
estos.
Aunque son activos durante el día, todavía lo son más durante el
crepúsculo y la noche, alternando periodos de actividad y reposo de
unas 2 o 3 horas.
Se sabe que la quema de rastrojos es inútil como medida de control
de sus poblaciones, puesto que sus madrigueras son más profundas de
los 10 cm en los que se siente el aumento de temperatura producido
por el fuego. Los individuos supervivientes simplemente emigran al
campo más cercano al haberse agotado los recursos en el campo
quemado.
Así mismo, los topillos son capaces de advertir que un campo se
está arando, desplazarse fuera de la parcela, a una linde o una
cuneta, y esperar a que se termine la labor para asentarse de
nuevo.
Son presa habitual de cualquier carnívoro, como zorros,
garzas, rapaces o córvidos. Por esta razón es importante el
mantenimiento de las poblaciones de sus depredadores, que favorece
el control natural de las poblaciones de topillos.
Comen todo tipo de vegetales a su alcance, excepto los que le resultan tóxicos, como es el caso del estramonio, aunque tienen una predilección especial por los campos de alfalfa. Además, pueden alimentarse de grano y frecuentemente roen la corteza de los árboles frutales, impidiendo el paso de la savia.
Se comen las remolachas dentro de la tierra, produciendo la
podredumbre de la raíz y su pérdida; también roen los tallos de la
planta del girasol, causando el tumbado de la planta, y
posteriormente devoran sus pipas como un auténtico manjar.
Como ya hemos dicho, construyen su nido en una cavidad esférica subterránea, a entre 30 y50 cm de profundidad, que comunican con el exterior por varias galerías.
Topillo campesino
Microtus arvalis
Cricetidae
Rodentia
8-13 cms.
30 gr.
12-14 meses
Residente
Se trata de una especie poligínica, en la que cada macho fecunda a un cierto número de hembras. Cada hembra está dotada de cuatro pares de mamas, y pare cada vez entre 2 y 11 crías, después de una gestación de entre 21 y 22 días.
Se reproducen durante todo el año, aunque en el Pirineo se ha
observado estacionalidad reproductiva. La madurez sexual se alcanza
en un mes en el caso de las hembras y en dos meses en el caso de
los machos.
La mortalidad en las primeras fases de la vida es muy alta, pero
cuando las circunstancias son favorables, con pocos depredadores y
mucho alimento, la elevada tasa de natalidad facilita que se
produzcan explosiones demográficas. El rápido crecimiento y
maduración permite que se sucedan varias generaciones en un solo
año.
Sus explosiones demográficas, que causan plagas, han sido
relacionadas por algunos autores con el considerable aumento en los
últimos años de la superficie de cultivos de regadío en las
comarcas del Duero y con los ciclos depredador-presa. Las lluvias
otoñales intensas parecen perjudicar la reproducción del
topillo.
Mientras que en una situación de población estabilizada la densidad
de topillos por hectárea es de unos 5 a 10 individuos, durante los
periodos de explosión demográfica se han contabilizado más de 1.200
individuos por hectárea.
La subespecie típica, M. arvalis arvalis, se extiende desde Rusia Central a través de Europa Central hasta la costa atlántica de Francia. Alcanza la Península Ibérica, encontrándose en los Pirineos Occidentales y Centrales, pero está ausente de las Islas Británicas, de las regiones septentrionales y de la Europa Mediterránea. La subespecie ibérica, M. arvalis asturianus, de tamaño algo mayor, se extendía por las montañas que rodean el valle del Duero, pero desde 1980 su área se ha expandido a las tierras bajas y al Sistema Ibérico.
Las poblaciones del Duero presentan desde hace 20 años ciclos
demográficos conocidos también de otras especies de la subfamilia
arvicolinos, con oscilaciones cuyo período típico es de tres o
cuatro años. En condiciones normales, la densidad típica es de 5-10
individuos por hectárea, pero en los máximos puede superar
ampliamente los1.200 individuos. En la fase normal los machos son
muy territoriales; durante las fases de explosión demográfica la
organización social se debilita. El hábitat normal son las manchas
de vegetación natural, herbácea o de matorral, pero cuando crece la
densidad se extienden a prácticamente todos los ambientes dentro de
su área de distribución.
En 2007 los campos de Castilla y León se vieron seriamente
perjudicados por este pequeño roedor. En el valle del Duero y en
las montañas circundantes existe una subespecie propia, algo mayor
que la típica. Se calcula que en agosto de 2007 el número de
ejemplares era de 750 millones, que ocupaban una extensión de 2
millones de hectáreas.
Un estudio liderado por científicos del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) ha analizado los factores
asociados a esta rápida colonización y los resultados, que se han
publicado en la revista Biological Invasions, muestran una relación
con los cambios de uso del suelo.
Según apunta este trabajo, la colonización de los topillos de campo
está relacionada con el incremento de hábitats idóneos para este
roedor, como los cultivos de alfalfa y los de regadío. «Estos
paisajes son muy favorables para que se asiente el topillo, ahora
forman parte de los ecosistemas agrarios de esta zona. Por tanto,
es necesario encontrar métodos de prevención y control de plagas
que sean duraderos, económicamente viables y que no sean dañinos
para el medioambiente», explica Francois R. Mougeot, investigador
del CSIC en la Estación Experimental de Zonas Áridas.
La mayor presencia de este roedor ha provocado, según apuntan los
investigadores, daños a la agricultura y ha contribuido a la
transmisión de enfermedades a humanos, como la tularemia (propia de
pequeños roedores y que en el hombre puede provocar fiebre alta,
inflamación de los ganglios linfáticos, vómitos, diarrea…).
También, señalan, ha creado conflictos por los métodos empleados
para luchar contra estos animales y los perjuicios que ocasionan a
otras especies, como ocurrió durante la plaga de topillo campesino
de 2007-2008.
El siguiente paso que se propone este equipo científico es entender
mejor las dinámicas poblacionales de los topillos y qué provoca un
aumento poblacional en las zonas agrícolas que ya están
colonizadas. «Esto permitiría anticipar próximas plagas, y buscar
mejoras en las herramientas de control y prevención», concluye
Mougeot.