Las redes sociales han modificado el
paradigma de las relaciones personales. Permiten acercar a
quien está lejos y facilitan la comunicación, pero los expertos
advierten que un mal uso puede producir un efecto de aislamiento
emocional. Se está conectado con más gente, pero de una forma más
artificial.
Conozco a personas que hacen ostentación de tener más de 100 amigos
en Facebook o en Instagram, personas que, cuando quedas con ellas,
no paran de mirar compulsivamente su móvil. Este comportamiento
supone una forma de desconexión de la vida real que revela una
adicción.
Los creadores de las redes sociales conocen bien la naturaleza
humana y han aprovechado las carencias afectivas, la necesidad de
reconocimiento y la soledad de las personas. Estas redes están
diseñadas para alimentar el ego de los usuarios que buscan la
aceptación a base de likes. Se busca la aprobación aunque sea a
costa de crear una vida virtual, de sonrisas y amigos, que poco
tiene que ver con la realidad.
Este espacio para comunicarse tiene sus propias reglas puritanas
que censuran cualquier mensaje que crean ofensivo, con un criterio
poco claro y siempre cargado de prejuicios. Así pueden censurar una
foto de una mujer en top-less, pero muestran sin pudor
comportamientos violentos. En Facebook existe el botón para decir
que te gusta el comentario, pero no hay ningún símbolo para decir
que no te gusta. Las redes sociales son un lugar donde la libertad
de expresión es limitada, nosotros mismos creamos un filtro donde
cualquier comentario negativo es censurado inmediatamente. Así se
crean estratos horizontales compuestos por personas con gustos
similares que se retroalimentan y no se relacionan con personas de
otros grupos. En este teatro virtual es fácil pensar que uno es el
protagonista, que es el más guapo o el más listo.
Los algoritmos de las empresas de Internet imitan el algoritmo de
nuestro cerebro. Facebook favorece al pesado que no para de contar
su vida, o al pseudointelectual que habla excátedra y
reiteradamente expone el mismo discurso, que reiteradamente
aplauden las mismas personas: esos a los que cuentas como amigos
pero a quienes ni siquiera conoces.
El escritor y semiólogo Umberto Eco comenta que: «El drama de
Internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de
portador de la verdad», Según el escritor «Las redes sociales le
dan derecho de palabra a legiones de imbéciles que antes hablaban
sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la
colectividad». Creo que Umberto se ha pasado un poco con esta
afirmación, pero hay que reconocer que algo de razón tiene. Es
fácil que una persona inteligente pase inadvertida en el mundo
virtual, pero en la red no existen límites para un tonto
constante.
Para acabar os dejo una frase del botánico y filósofo francés J.F.
Leroy: «Twiter te hace pensar que eres sabio, Instagram que eres
fotógrafo y Facebook que tienes amigos. El despertar va a ser
duro».
Rogelio Manzano Rozas