Revista 97
Número 97

Perros, cerdos y burros


Los humanos, cuando queremos insultarnos, nos ponemos nombres de animales. Llamamos cerdo a una persona sucia, grosera, ruin. Cuando alguien es desleal o indigno de confianza lo llamamos perro y cuando nos referimos a una persona bruta o incivil lo llamamos burro. Cuanta falsedad hay en estas comparaciones, cuantos prejuicios e ignorancia. El lenguaje está cargado de connotaciones negativas cuando nos referimos al mundo animal; esta misma palabra, animal, la usamos para definir a alguien ignorante y grosero. El lenguaje y sus afecciones peyorativas hacia los animales son una expresión más de la violencia con la que les tratamos.

Cualquiera que tenga o haya tenido perro sabe que no hay ser más leal y digno de confianza que este animal, que daría su vida por nosotros sin dudarlo. ¿Por qué les identificamos con cualidades negativas que les son ajenas? Los hinduistas o los musulmanes, a modo de afrenta, llaman con desprecio perros a los fieles de otras religiones. Los musulmanes dicen que les tienen miedo porque a Mahoma le mordió un perro… algo le haría.

Una expresión que usamos habitualmente es la de «sudar como un cerdo», pues deben saber que los cerdos no sudan, carecen de glándulas sudoríparas. También deben saber que son animales extremadamente limpios. Pensamos que cuando un cerdo se revuelca en sus excrementos lo hace por gusto, porque es un cerdo; pues es falso, si lo hacen es para regular la temperatura de su cuerpo y seguramente preferirían hacerlo en una charca, pero claro, en las oscuras y sucias pocilgas donde viven cautivos toda su vida eso es un sueño. Aparte de limpios los cerdos son animales extremadamente inteligentes, más que los perros, los elefantes, los delfines o los chimpancés y seguro que más que muchas personas. Pueden desarrollar una memoria a largo plazo realmente sofisticada. Además, son muy buenos en la resolución de rompecabezas y laberintos e incluso pueden manipular un joystick, o control remoto. ¿Se imaginan un cerdo jugando con la Play station? Nunca se me olvidará que, cuando llegaba la época de la matanza, siempre tenía la sensación de estar presenciando un asesinato.

Popularmente, el asno tiene fama de tozudo e incluso de lerdo. Pero los zoólogos que los estudian opinan de forma bien distinta y aseguran que estos solípedos poseen una conducta compleja e incluso una gran inteligencia. Muy sensible a los malos tratos, el burro se niega a responder a ningún estímulo que provenga de sus maltratadores, de ahí su fama de terco. Ahora bien, en un entorno favorable, su respuesta a los problemas es sorprendente. En la Antigüedad el burro era un animal muy valioso y era requerido por sus cualidades: nobleza y austeridad alimenticia. En Grecia y Roma, el carácter del asno se usaba como ejemplo de virtud para los ciudadanos y, tanto en el mundo árabe como cristiano, la tradición religiosa lo veneraba como montura de Mahoma y Jesucristo. Por último, durante siglos se trazaron los caminos de montaña siguiendo los pasos del burro, pues siempre elige la pendiente más suave. Muchos ingenieros de caminos todavía no lo han conseguido.

Rogelio Manzano Rozas

 
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