Es el menor de nuestros aviones y golondrinas. La combinación de su pequeño tamaño, color pardo y banda en el pecho resulta clave para identificarlo. Instala sus densas colonias casi exclusivamente en taludes de ríos y graveras, donde excava un túnel en el que nidifica. Escaso en nuestro país como nidificante y sujeto a fluctuaciones, España constituye una zona de paso durante la migración de una parte importante de la muy abundante población europea.
Aunque sea el menor de nuestros aviones y golondrinas, solo es ligeramente más pequeño que el resto. Exhibe partes superiores de color pardo mate e inferiores blanquecinas. Posee alas largas y apuntadas, que en vuelo destacan por su parte inferior y anterior más oscura. Tiene la cola corta levemente ahorquillada, patas cortas sin emplumar, boca muy ancha y pico corto, plano y negro. Resulta característica la ancha banda transversal de color pardo en el pecho. No hay dimorfismo sexual y los jóvenes son muy similares a los adultos: presentan la cabeza, el cuello y el bajo vientre teñidos de color beige, en tanto que las plumas del dorso y la cabeza muestran bordes pálidos. El avión zapador suele observarse en grupos, tanto en vuelo como posado en taludes y cables. Este hirundinido está más ligado al agua que otros aviones y golondrinas.
Especie muy gregaria, forma bandos muy numerosos y en migración la cantidad de aviones zapadores que pueden observarse cruzando los Pirineos y por las costas mediterráneas es incalculable. En vuelo se le distingue bien de otros hirundínidos con los que se mezcla, ya sea por su color terroso o por el vuelo más rápido y rectilíneo, sin hacer los pronunciados descensos que
Avión zapador
Riparia riparia
Hirundinidae
Passeriformes
28 cm.
12 cm.
hasta 5 años
Migrador
caracterizan el vuelo de golondrinas y vencejos. Normalmente frecuenta masas de agua somera con vegetación palustre y marismas y riberas de ríos con taludes y cortados donde se establece para criar. En migración se reúne en enormes grupos en carrizales de Typha y Phragmites para dormir, sorprende que en tan poco espacio pueda haber tantos. También vuela a gran altura y entonces es difícil distinguirlo de los demás hirundínidos.
En el mes de agosto, y a veces en los últimos días de julio, todos
los jóvenes aviones zapadores se reúnen en lugares apropiados, casi
siempre en alguna zona palustre, y entonces puede observarse bien
que su plumaje se parece al de los adultos, pero las partes
superiores están franjeadas o rayadas con pardo rojizo o gris
blanquecino, especialmente en el obispillo o rabadilla; además, la
garganta y el mentón son parduzcos, no de color pardo como en los
adultos. Entre los aviones que se ven en migración se observan
diferentes tonalidades en la coloración de pájaros adultos.
Aunque menos que las golondrinas, los aviones zapadores se posan
también en cables del tendido eléctrico o telefónico y a baja
altura en plantas que caen sobre el agua, ramas e incluso raíces
sobresalientes. No es un pájaro muy expresivo en sus
manifestaciones vocales. Al volar emite un corto y quizá áspero
«¡¡chrrip!!» y si nos aproximamos mucho a su colonia salen volando,
lanzando un débil «¡¡rit!!» o «¡¡brrit!!» A partir de mediados de
abril puede oírseles cantar con un débil gorjeo melódico, pero
pobre de expresión. Cantan más en mayo y casi todo junio y solo de
forma ocasional en julio y agosto.
Las colonias que se suelen ver en Iberia están muy dispersas y no
son ciertamente muy numerosas, faltan o su densidad es muy baja en
todo el Cantábrico y Galicia. En Asturias muchas se encuentran en
cortados hechos hace relativamente pocos años para la construcción
de carreteras y, por supuesto, no lejos del curso de un río. Lo
corriente son pequeñas colonias de 6-10 parejas. Las mayores están
formadas por 25-100 parejas en taludes de ríos del centro, oeste y
sur de Iberia. Las colonias pueden aparecer completamente
abandonadas un año y permanecer así varios hasta que vuelven a ser
florecientes. Los adultos retornan a la misma varios años
consecutivos si sobreviven a su larga invernada en África. Incluso
ocupan el mismo agujero como ha demostrado el anillamiento.
Comen volando bajo sobre la superficie de las aguas y la vegetación acuática y palustre. Muy a menudo en zonas de abundantes mosquitos y en charcas y basureros donde la fermentación es fuerte. También acuden a tierras cultivadas y se suelen ver cazando en ríos a ras del agua. La dieta se basa en insectos voladores de pequeño tamaño. Las piezas más consumidas son moscas, mosquitos, chinches, avispas, hormigas y efímeras. La técnica de captura consiste en persecuciones a baja altura, sobre todo cerca del agua, en solitario o en grupos pequeños y cerca del nido.
Anida en colonias situadas en cantiles, taludes terrosos o arenosos de ríos y charcas o excavaciones abandonadas. En La Mancha se han encontrado nidos en el interior de pozos. También en canteras. Allí, excavan un largo túnel, de 70-100 cm, al fondo del cual hacen una cámara o ensanchamiento que, según se ha visto, tiene unas dimensiones ligeramente inferiores a las del nido de barro de un avión común. El túnel es horizontal y recto, pero si el pájaro encuentra un obstáculo, piedra o raíz, lo rodea. La cámara está recubierta en el fondo por trozos pequeños de paja seca y plumas, casi siempre de gallina, unidas entre sí con algo de saliva. Ambos sexos trabajan en la excavación del túnel, empresa fácil normalmente porque escogen lugares donde la arenisca y la tierra están poco ligadas. La boca de entrada varía mucho, por el desgaste de las uñas de los pájaros posándose en sus bordes o por la naturaleza del terreno. Algunas entradas son extraordinariamente pequeñas impidiendo el paso a dos pájaros a la vez y otras se agrietan y quedan muy abiertas. Los nidos suelen estar a una altura muy variable del suelo. Una pequeña colonia estudiada en León se hallaba situada a 90-110 cm del suelo, que en este caso era la superficie del agua del río. Además, el talud tenía cierta inclinación hacia adentro de forma que naturalmente los agujeros quedaban protegidos de la fuerte lluvia. Frente a este talud había otro más alto y extenso que los pájaros no habían usado nunca, quizá por la dureza de la tierra que no les permitía excavar bien.
La puesta es normalmente de 5-6 huevos. Muchas veces de 7, algunas
de 8 y rara vez de menos de cuatro. Son blancos y la cáscara es tan
fina que pronto se nota la marcha de la incubación.
Las puestas son relativamente tardías y es raro encontrar en el
norte de Iberia alguna completa antes del 15 de mayo. Lo normal es
que para finales de este mes ya todas las colonias marchen al
unísono en la reproducción, de forma que los pollos de la primera
puesta nazcan a la vez en todos los agujeros. Parece que ambos
sexos incuban de forma alterna durante un periodo entre 12 y 16
días. También ambos adultos ceban y lo hacen con intensidad, de
manera que los pollos pueden asomar del nido a los 13-15 días, pero
normalmente no vuelan antes de los 16-19 días.
Las aves ibéricas invernan sobre todo en el Sahel. La migración es prolongada, con un acusado desfase entre el norte y el sur y con abundante paso de aves del oeste de Europa. Los aviones zapadores regresan a España entre febrero -incluso enero- y abril, con el máximo en marzo. Los machos de más edad son los primeros en volver. Abandonan la Península entre agosto y octubre, con el máximo en septiembre. En primavera se quedan en nuestro país muchos ejemplares nacidos en países del norte, donde, en cambio, hay bastantes recuperaciones de aves ibéricas. Tras la reproducción forman dormideros, compuestos a veces por miles de individuos y, normalmente, mixtos con golondrinas. Los jóvenes ocupan los dormideros más tiempo y cambian de lugar con mayor frecuencia.
La tendencia de la población ibérica, sujeta a grandes
fluctuaciones, es desconocida. Debió de tratarse de una especie más
común en el pasado, antes de la sistemática destrucción de nuestros
ríos por las canalizaciones y la construcción de embalses, y
previamente al declive ocasionado por las sequías de la región
subsahariana en los años setenta y ochenta. Dado que depende en
gran medida de las graveras, el trabajo que en ellas se realiza
resulta crucial, tanto por sus efectos beneficiosos como
perjudiciales. La destrucción de colonias en plena reproducción en
graveras activas, aunque en teoría fácilmente evitable, constituye
la principal amenaza. Otros problemas provienen del abuso de
plaguicidas y del mal estado de los ríos y humedales. En el
Catálogo Nacional de Especies Amenazadas aparece como «De interés
especial».