A finales del siglo XIX España medió en el conflicto surgido entre Francia y la antigua colonia de Santo Domingo en el Caribe. Las partes litigantes eligieron para tal cometido al embajador de España en París, Fernando de León y Castillo. Como la mediación del embajador fue determinante para resolver el conflicto, los franceses le otorgaron la Legión de Honor; los dominicanos también quisieron cumplir con el mediador español, pero todavía no tenían condecoraciones para el caso, así que le regalaron una bicicleta.
André Auguste Citröen, fundador de la famosa marca de coches, y muerto en 1935, mostraba su fábrica a un grupo de clientes. Uno de ellos le preguntó cual era el tiempo mínimo que se podía tardar en ensamblar un automóvil, el viejo industrial le respondió: "Depende; si corre prisa se puede hacer en poco tiempo". El cliente quiso saber cuanto tiempo era "poco tiempo". Cirtröen contestó:" En una ocasión se llegó a hacer en menos de una hora". El cliente replicó: "Señor pues debe tratarse de mi coche, ya que apenas lo adquirí empezó a desintegrarse".
Borracho
En cierta ocasión Winston Churchill, le dijo a lady Astor, primera mujer miembro del Parlamento británico: "Señora, es usted una criatura horrorosa, feísima". La dama respondió sin inmutarse: "Y usted está borracho". Churchill, que efectivamente había bebido alguna copa de más, replicó: "Es cierto, pero también lo es que a mí se me habrá pasado mañana por la mañana, Señora".
Paseaba Carlos III con su hijo, el futuro Carlos IV, que le decía: "Padre, nosotros tenemos una importante ventaja sobre los demás hombres, y es que no nos pueden ser infieles nuestras mujeres". El rey preguntó por qué lo creía así, y el entonces Príncipe de Asturias contestó: "Señor, porque es muy difícil, por no decir imposible, que nuestras esposas encuentren a alguien con quién engañarnos y que sea superior a nosotros". El monarca, se quedó mirándole y exclamó: "¡Que tonto eres, hijo mío!"
Un día se encontraba Abu-Haztzera, en su sinagoga en el desierto del Negev, cuando se le acercó una mujer llorosa que le dijo: "Rabí, todo me sale mal, y encima mi hermana acaba de traer una nueva criatura al mundo". No vio el rabino motivo de desdicha y exclamó: "Mujer bendice a Dios, que ha hecho tanta bondad dándoos una nueva vida que alegrará vuestra casa". No se mostraba muy convencida la mujer, que añadió a sus quejas que su hermana tenía ya ocho hijos, y que la casa era muy pequeña. Quiso saber el rabino cómo se las arreglaba para criar a tantos y la mujer le respondió: "Tenemos una cabra con cuya leche alimentamos a los pequeños y aún nos sobra algo para hacer queso". El rabino la interrumpió y le preguntó: "¿Dónde tenéis la cabra?". La desconsolada mujer le respondió que en el patio, el rabí le dijo: "Pues ya tengo la solución a vuestros males, Metedla dentro de la casa", y sin decir más, se fue. La mujer quedó perpleja, y aunque la solución le pareció extraña hizo lo que el rabino le había aconsejado. Pasado un tiempo la situación creada era insoportable y la mujer regresó a la sinagoga, al verla el rabino le preguntó si la solución dada por él había surtido efecto. La mujer se llevó las manos a la cabeza, exclamó: "¿Cómo podéis pensar que la situación ha mejorado? ¡Estamos mucho peor que antes!" El rabino guardó silencio y con una sonrisa sentenció: "Ahora mismo regresa a tu casa y saca de ella a la cabra. Hazlo y tus problemas habrán acabado". La mujer no se atrevió a pedirle cuentas acerca del desatinado consejo de la primera vez, dejó sobre la mesa unos dulces de almendra como regalo, y se fue. Volvió al cabo de una semana llena de entusiasmo, Abu-Haztzera, viéndola tan feliz le preguntó si había seguido su consejo, a lo que respondió: "En verdad que es merecida la fama de sabio y de santo que tenéis. Os doy mil gracias por el sabio consejo. Sacamos a la cabra fuera de la casa y ahora todo es una balsa de aceite. ¡Con deciros que la casa nos parece mucho más grande de lo que era! Ahora hay orden en las habitaciones, pues ya no se ven invadidas por ese animal caprichoso que por todas partes endaba como si fuera dueño y señor. Gracias Maestro, pues sin vuestra ayuda, ¿qué hubiera sido de nosotros? Acaso la cabra se hubiera apoderado de todo y hubiéramos tenido que dormir en el patio".