Revista 63
Número 63

Puerta de la medinaZorita de los Canes

En el paisaje urbano de Zorita aún se aprecian los rasgos de una típica ciudad andalusí: alcazaba, recinto fortificado en lo alto de un cerro que domina la villa y el territorio; y la medina, o ciudad propiamente dicha, rodeada por una muralla que la separaba de los arrabales.

Cela, en su libro Viaje a la Alcarria, la describió como: «Zorita de los Canes situada en una curva del Tajo, al lado de los inútiles pilares de un puente que nunca se construyó, rodeada de campos de cáñamo y echada a la sombra de las ruinas del castillo de la orden de Calatrava». Todo sigue igual, salvo los campos de cáñamo. El pueblo, que casi pasa desapercibido bajo el cerro y el enorme castillo que lo corona, apenas tiene dos calles a las que se accede por una puerta abierta en la muralla exterior que se asoma al río Tajo. El apellido «de Los Canes» procede, según la leyenda, de una época en la que estuvo custodiada por perros que se ocupaban de proteger la villa.

A pesar de su rico patrimonio, Zorita de los Canes es más conocida por alojar la central nuclear «José Cabrera», la más antigua de España y actualmente en fase de desmantelamiento.

Los orígenes de Zorita se remontan a la época musulmana, aunque existen datos que indican que también hubo presencia visigoda. En el año 926 se menciona como punto clave en la sublevación contra el califa de Córdoba Abderramán III. En el año 1085 los cristianos conquistaron este lugar. Años después, Alfonso VII, que había repoblado este enclave con mozárabes aragoneses, entregó el lugar a la familia de los Castros, quienes en vez de guardarla para el poder real, se hicieron por la fuerza sus señores feudales.

En el año 1169, el joven Alfonso VIII recuperó Zorita para la corona castellana. Al año siguiente, en 1170, Alfonso se casó con doña Leonor de Inglaterra, y le ofreció en arras el castillo y lugar de Zorita. Poco después, en el año 1174, Zorita fue entregada a la Orden de Calatrava.

Zorita fue sede de la Mesa Maestral Calatrava desde finales del siglo xii hasta comienzos del xiii. Fue el maestre Ruy Díaz quien más trabajó en este sentido. En el año 1565 fue adquirida al Rey por Don Ruy Gómez de Silva, posteriormente premiado con el título de duque de Pastrana, de donde también era señor. Ruy Gómez de Silva y su esposa, la princesa de Éboli realizaron reformas en la fortaleza para poder habitarla. En el año 1572 este magnate fundó un mayorazgo en el que incluyó la villa de Zorita y su castillo. Luego pasó a su hijo, don Rodrigo de Silva y Mendoza, y más tarde a sus descendientes, los duques de Pastrana, hasta que en el año 1732, los duques del Infantado, a quienes por sucesión había correspondido el ducado de Pastrana, vendieron este enclave a don Juan Antonio Pérez de la Torre, Comendador de Zorita.

El monumento más destacado de Zorita es su imponente castillo o alcazaba de origen andalusí, construida a principios del siglo ix, en tiempos del emir Mohamed I. Para levantar la alcazaba y la medina se utilizaron las piedras de la ciudad visigoda de Recópolis situada a menos de un kilómetro de la fortaleza. La alcazaba de Zorita nunca fue conquistada ni por asalto ni por asedio. Ya en el siglo xx, fue declarada Bien de Interés Cultural en 1931.

El edificio se adapta perfectamente a la estrecha meseta que culmina el roquedal inaccesible sobre el que se asienta. La alcazaba se estructura en varios espacios. La zona interior del recinto se divide en dos partes, una eclesiástica y otra castrense. Su estructura es un complicado sistema de murallas zigzagueantes, puertas, torreones y ventanales amalgamados a lo largo de los siglos, y que hoy se encuentran en estado ruinoso.

El acceso a este bastión militar se hacía por dos caminos protegidos por sus respectivas puertas. El primero ascendía de forma suave desde el valle del arroyo Bodujo, protegido por la barbacana, atravesaba la torre albarrana, una de las piezas mejor conservadas y más pintorescas de este edificio, llegaba a la parte del albacara o patio de armas del castillo. Desde allí se entraba a la fortaleza a través de un puente levadizo que saltaba el profundo foso tallado en la roca. El segundo camino, zigzagueante y estrecho, estaba sometido al control directo de las murallas y torreones, por la cara poniente del castillo, llegaba hasta la puerta principal, que muestra superpuestos un primer arco apuntado de tipo gótico y otro arco interior, más antiguo, en forma de herradura, netamente árabe.

En el interior del castillo encontramos muchos detalles de los tiempos primitivos de la fortaleza. De una parte destaca la iglesia del castillo, construcción religiosa románica, de una sola nave, de planta rectangular sin crucero, rematada a oriente con un ábside de planta semicircular.

Al sur de este templo encontramos otro amplio patio en el que, adosados al muro de mediodía de la capilla, se ven sendos enterramientos de caballeros calatravos, posiblemente maestres de la Orden. Además es curiosa la gran sala del moro.

Como ya hemos dicho, un elemento extraordinario de este castillo es la torre albarrana que vigila la entrada al castillo por el camino de ronda puesto a oriente. Se compone de un cuerpo de torre muy elevado que engarza con el recinto amurallado de la meseta. Tenía almenas y terraza, más algunos vanos saeteados. Bajo ella pasa el camino a través de dos arcos apuntados, adornados con cenefa de puntas de diamante.

Además del castillo y los restos arqueológicos de Recópolis, merece la pena visitar la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, de estilo románico, en la que destacan su espadaña, la pila bautismal visigoda y la forja de sus puertas interiores

 

 

 
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